P. LAMADRID
GIJÓN.
Lunes, 12 de julio 2021, 01:31
La gran transformación de las plantas asturianas que Arcelor anunciará mañana está orientada a aumentar la sostenibilidad del proceso. Una de las consecuencias que tendrá el camino hacia una siderurgia más sostenible -el proyecto afectará completamente a un horno alto, a un sínter y a ... la acería de Gijón- es que las factorías reducirán sus necesidades de cok respecto de las actuales. De modo que la multinacional prevé exportar el excedente que se produzca en las baterías una vez que se haya acometido el plan de descarbonización. Unas instalaciones que suponen una de las inversiones estrella de los últimos años, llamadas a garantizar el futuro de la producción de acero en la región. Pero la transición energética se ha acelerado vertiginosamente y las modernas baterías levantadas en la fábrica gijonesa que sustituyen a las que funcionaron en Avilés durante 63 años ya no serán tan vitales.
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El motivo es que las dos rutas que Arcelor plantea para sus hornos altos -mañana desvelará cuál es la elegida para Asturias- incluyen otras tecnologías. En el caso de 'Smart Carbon' (carbono inteligente), se basa en el aprovechamiento de todas las energías limpias en el entorno de reducción controlada a alta temperatura de producción de arrabio. En principio, se plantea utilizar gas natural como una energía menos contaminante que el carbón, aunque el objetivo es realizar la transición al hidrógeno verde cuando esté más desarrollado y bajen sus costes. Respecto de la ruta DRI (las siglas en inglés de reducción directa de mineral de hierro), conlleva prescindir del horno alto y utilizar hornos de arco eléctrico. En una primera etapa, se usaría hidrógeno azul -procedente del gas natural como reductor clave, con la incorporación de captura y almacenamiento de CO2-. En el largo plazo, cuando se desarrolle, también se emplearía hidrógeno verde. Sea cual sea la opción elegida, su implantación llevará algunos años. Sobre todo si es la DRI -la alternativa que parece más probable en Asturias-, ya que la compañía prevé que las primeras demostraciones no llegarán hasta mediados de esta década y habrá que esperar hasta más allá de 2030 para obtener una producción significativa. Ante esta nueva coyuntura, las baterías de cok pasarán también a dar servicio a otras instalaciones en el futuro. Dependencias que alcanzarán su máxima capacidad productiva en agosto, según el calendario que maneja Arcelor.
Una fecha tardía en comparación con las previsiones iniciales. Y es que estas instalaciones han tardado casi una década en completar su tramitación y construcción. El proyecto se paralizó tras desatarse la crisis financiera de 2008. Años más tarde se retomó, pero durante el proceso surgieron numerosos contratiempos que dilataron su puesta en marcha. La primera fase de las baterías -formada por 45 hornos, al igual que la segunda- arrancó en enero de 2020.
Pero un problema durante el lavado de gas, al no producirse la generación de azufre correctamente y tupirse de alquitrán distintos conductos, obligó a detenerla durante varias semanas. Por su parte, la segunda fase comenzó a operar el pasado febrero. Dados los retrasos acumulados en las baterías, Arcelor tuvo que recurrir a importar cok de Polonia para mantener la actividad de las plantas asturianas, lo que provocó un aumento de los costes de producción. La situación dará un giro de 180 grados con la descarbonización de las factorías, ya que se convertirán en exportadoras de este combustible.
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