Bobinas de acero en el puerto de Guagnzhou, en China. A. P.

El acero chino vuelve a inundar el mercado en plena reconversión de las plantas asturianas

Las exportaciones siderúrgicas del gigante asiático están en máximos en ocho años y ponen en jaque la producción en medio mundo

Sábado, 20 de abril 2024, 02:00

El acero chino vuelve a hacer que el mercado mundial se tambalee en una reacción en cadena que llega, incluso, hasta Asturias, en una especie de efecto mariposa que termina en terremoto. Las exportaciones de productos siderúrgicos procedentes del gigante asiático se han disparado en ... los últimos meses, hasta el punto de llegar a su máximo en ocho años, y están elevando la presión sobre las factorías de otros territorios, que se ven abocadas a reducir su producción o, incluso, a programar paradas. Como en 2016, ese acero asiático está inundando los mercados a precio de derribo, con ofertas por debajo del coste de producción, un 'dumping' que impide competir a las plantas locales.

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China produce en torno al 55% del acero mundial, con una sobrecapacidad que se ha comprometido a limitar, aunque realmente eso no está sucediendo. Desde inicios de siglo ha disparado su producción casi un 700%. El problema es constante, pero se desboca cuando su consumo interno se reduce. Y eso es lo que está sucediendo ahora. La automoción, otro tipo de industrias y la construcción están pasando por horas bajas y el gigante asiático está intentando librarse de ese exceso de acero en el mercado internacional con grandes descuentos. Las cantidades que maneja son tan enormes, que cualquier movimiento deriva en un desequilibrio. De momento, en los dos primeros meses del año, las exportaciones chinas han aumentado más de un 30% y no hay previsión de que esa tendencia se vaya a romper, ya que a pesar de la debilidad de la economía, la producción no se está recortando. Esta situación ha sido uno de los motivos que llevó a Arcelor a perder el 7% de su valor en la Bolsa el pasado martes.

Y el problema puede ser aún mayor, ya que países del sudeste asiático, la India o, incluso, Arabia Saudí, que ahora consumen acero chino, se están preparando para aumentar su capacidad de producción e intentar autoabastecerse, dado el carácter estratégico de este tipo de industria. Aunque antes de que eso ocurra, la situación ya se está volviendo insostenible para los productores de Occidente.

Joe Biden propone triplicar los aranceles al acero y aluminio chinos porque «no compiten, hacen trampas»

De ahí que algunos países empiecen a mover ficha. Esta misma semana, en plena campaña electoral, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha anunciado que quiere triplicar los aranceles al acero y al aluminio chinos importados por su país, al considerar que existe una «competencia injusta» que penaliza a los trabajadores americanos. «Las empresas chinas no compiten, hacen trampas», llegó a decir. Pekín, sin embargo, denuncia «falsas acusaciones» y ha mostrado «grave preocupación y fuerte insatisfacción» por esa posibilidad.

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En un mercado global, el problema no se queda entre esos dos territorios. Donald Trump, anterior inquilino de la Casa Blanca –y a la que podría regresar–, ya impuso en 2018 aranceles adicionales del 10% a las importaciones de aluminio y del 25% para el acero de otras naciones, no solo a las de China. Esto implicó que muchas empresas y comercializadores de terceros países desviaran la producción que iban a destinar a EE UU hacia Europa, con los consiguientes problemas para las factorías del Viejo Continente. El exceso de oferta a bajo coste provocó una cadena de paradas de hornos altos que afectó a los asturianos. Todo ello dio pie a mecanismos de repuesta por parte de la Unión Europea (UE) que derivaron en negociaciones que aliviaron la situación, al menos en el comercio entre ambas zonas. Washington y Bruselas sustituyeron los aranceles por contingentes exentos de ellos, pero de momento no se ha conseguido que la Casa Blanca los retire definitivamente.

Efecto en Europa

En esta nueva coyuntura, con el acero chino invadiendo el mercado mundial, la Unión Europea, mucho más garantista con el libre comercio, mantiene un tira y afloja con el gigante asiático, al que acusa de distorsionar su mercado inundándolo de productos a bajo precio, y no solo de metales. Sin embargo, sus medidas de defensa comercial no resultan suficientes para frenar el aluvión de entradas que, además, se produce también mediante países intermedios, como Turquía, que dificultan conocer la procedencia real de ese acero. Si EE UU eleva sus aranceles, se da por seguro que la presión será mayor en Europa. Y todo, en un momento muy complejo, cuando las factorías se juegan su futuro, con una demanda débil, la necesidad de acometer cuantiosas inversiones de descarbonización y en plena reconversión, como demuestra el proceso de despido colectivo emprendido por Arcelor en Asturias para adelgazar la plantilla mediante el personal de más edad.

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No obstante, de momento, los principales damnificados de esa invasión de acero chino están en América Latina. Varias siderúrgicas han tenido ya que parar su actividad, la última, Huachipato, la principal productora de Chile y se mira con temor qué pasos da EE UU.

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