Sergio de la Hoz forma parte de un grupo de trabajo de hombres feministas para dejar un mundo más justo a sus hijos, Olivia y Martín. EC Audiovisual | Pablo Nosti

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«Soy quien soy gracias a las mujeres que me rodean»

Una lucha de todos. El feminismo no es solo cosa de mujeres, también son muchos los hombres que trabajan a diario por un mundo más igualitario

Miércoles, 8 de marzo 2023, 04:51

«No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar». A buen seguro, esta frase de la filósofa feminista Angela Y. Davis se ha convertido en el lema de muchas personas que buscan llegar a una sociedad ... que trate igual a todos los que forman parte de ella, sin importar su sexo. Para que el cambio sea real no trabajan solo las mujeres, ellos también están dispuestos a hacerlo. Lo demuestra el decano de Derecho de la Universidad de Oviedo, Javier Fernández Teruelo, que decidió especializarse en violencia de género en la última década del siglo pasado empujado por la «preocupación» derivada al ver que en ese momento «a casi nadie le preocupaba» el tema. Recuerda que en el 96 leyó un informe del Defensor del Pueblo que «hablaba, sin darle demasiada importancia, de que más de cien mujeres eran asesinadas por sus parejas».

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A él sí le importó. Fernández Teruelo es consciente de que en lo que respecta a los crímenes machistas «siempre se puede mejorar», pero apuesta por un punto de vista optimista. «Se están haciendo muchas cosas bien, la cifra de feminicidios es una de las más bajas de Europa». Pero cada asesinato «merece seguir trabajando a fondo». «El gran reto es conseguir nuevos sistemas de valoración de riesgo para detectar de cuáles son los casos más peligrosos y adoptar medidas eficaces», resalta. Otro de los puntos en los que hay que seguir trabajando es en mejorar la tasa de denuncias de los casos más graves. Y ahí entra en juego toda la sociedad porque, recuerda, «generalmente, estas mujeres que no denuncian sí piden ayuda» en su entorno. Pese a todo el trabajo que se está haciendo para frenar la violencia de género, hay quien niega la evidencia. «Hay gente que jalea determinados comportamientos, que ataca cualquier posicionamiento feminista. No sé si a esas personas les diría algo porque seguramente no me iban a escuchar», lamenta el decano, que observa cómo algunos jóvenes reproducen patrones machistas. «Desgraciadamente la Universidad no deja de ser una reproducción de la sociedad», apunta. No obstante, para él el futuro es esperanzador. «No tenemos que ser pesimistas, pero tampoco conformistas», resume.

El decano de Derecho de la Universidad de Oviedo, Javier Fernández Teruelo. EC Audiovisual | P. Lorenzana

Para hablar de lo que está por venir es mejor dar la palabra a los más jóvenes, que cada vez tienen más herramientas y conocimiento para impulsar el cambio. Esto lo sabe bien Ismael Gómez, uno de los dos alumnos del segundo curso del grado de Igualdad de Género del IES Nº1, en Gijón. Escogió esta titulación guiado por sus experiencias vitales: «Mi abuela fue maltratada por mi abuelo y vi una oportunidad para entender, aprender y hacer algo por cambiar la situación». Ismael, de 23 años, ha convivido con la violencia desde pequeño. Sufrió malos tratos por parte de su madre y esto hizo que se criase con su abuela, quien le contó, a sus «siete u ocho años» ,que ella fue víctima de violencia de género. «Fue un shock», recuerda.

Él es optimista. «La gente de mi generación tiene la mente más abierta, pero hay de todo en este mundo. Muchos ya se están concienciado o hacen por concienciarse, pero todavía nos queda para llegar al cambio total». En un futuro no muy lejano él podrá formar parte activa de ese cambio, ya que cuando termine la titulación que está cursando, estudiará magisterio para dar clase a niños de Primaria.

Ismael Gómez cursa el segundo curso del grado en Igualdad de Género en el IES Nº1 de Gijón. EC Audiovisual | P. Ucha

Lo cierto es que la lucha por una sociedad más igualitaria no se libra únicamente en el ámbito laboral o estudiantil. Lo que se haga dentro del hogar supone una parte importante, más teniendo en cuenta que aún siguen siendo ellas las que se encargan del grueso de las tareas domésticas y de los cuidados de niños y mayores -trabajen fuera de casa o no-. Sergio de la Hoz lo tiene muy interiorizado y desde hace seis años se reúne periódicamente en Cabranes, donde reside junto a su familia, con un grupo de hombres para mantener charlas y tertulias sobre feminismo. Todo lo que se habla allí está sujeto a una especie de acuerdo de confidencialidad ya que exponen «cosas muy íntimas», por lo que una de las claves para que funcione es que sea un «espacio de mucha confianza». «Ponemos en común vivencias personales -a veces relacionadas con nuestras parejas e hijas-, nos damos cuenta de algunos comportamiento machistas e intentamos cambiarlos. Nos ayuda a identificar lo que hacemos, formas de sentir y pensar que creemos únicamente nuestras, pero son bastante comunes. Los comentarios de los compañeros nos ayudan a entendernos mejor y a ponerlo todo en perspectiva», explica.

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Nuevas formas de conciliar

Él y las personas con las que trabaja en la cooperativa Kikiricoop han creado una «ludoteca donde, cada día, un compañero se hace cargo de los niños y niñas» de todos. «Estas horas de cuidado también forman parte de la jornada laboral, por lo que está remunerado», argumenta.

Sergio de la Hoz trabaja el feminismo para intentar dejar un mundo más justo a sus hijos, de cuyos cuidados se hace cargo a partes iguales con su pareja, igual que de las tareas domésticas. Tiene claro cuál es uno de sus objetivos como padre: «Me gustaría que mis hijos fueran menos machistas de lo que yo he sido». Pero es consciente de que el entorno no ayuda. Aún es difícil encontrar a un hombre que pueda identificarse como «amo de casa», que se dedique en exclusiva a los cuidados y al hogar. Tampoco es habitual hallar reducciones de jornada firmadas en masculino.

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También es infrecuente toparse con un hombre que se dedique profesionalmente a los cuidados. José Luis Herrera León rompe estereotipos al ser uno de los trabajadores de la empresa Antonio Corripio Servicios, especializada en la prestación de servicios sociosanitarios, donde las mujeres suponen una parte esencial. «Tengo unas compañeras estupendas que me han enseñado mucho, asume. A sus treinta años, lleva cuatro dedicándose al sector sanitario como auxiliar de enfermería y educador. Actualmente es técnico de Ayuda a Domicilio y también trabaja en el Centro Juvenil Ramón Menéndez Pidal. Ayuda a personas y para algunos puede ser raro ver a un hombre haciendo lo que él hace. «Ahora los usuarios ya lo tienen más asimilado», reconoce.

José Luis Herrera León cuida a los usuarios del Centro Juvenil Ramón Menéndez Pidal. EC Audiovisual | A. Piña

Hace tiempo quería dedicarse a la rama empresarial, pero la vida le llevó por otro camino. Tuvo que cuidar a su abuelo en Venezuela «hasta sus últimos momentos». Esa experiencia, que recuerda pese a todo como «gratificante», le empujó a arriesgarse. «Estoy muy contento con el trabajo que hago. Tengo mucha suerte por las compañeras que tengo. Soy el hombre que soy gracias a las mujeres que me rodean, que he conocido y que me han ayudado. Son el motor del mundo», celebra.

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