Carreño se despidió en cuartos de final de Roland Garros al caer esta tarde ante el número uno del mundo, Novak Djokovic por 4-6, 6-2, 6-3 y 6-4 después de tres horas y cuarto de un gran partido. El tenista asturiano, a pesar de la tristeza por la derrota, exigió la mejor versión del serbio, que tuvo que sacar su mejor repertorio para acceder a las semifinales.
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La empresa que tenía por delante el asturiano era de magnitud. No en vano estaba en frente el número uno del mundo. Novak Djokovic igual no está en plenitud física pero siempre que salta a una pista de tenis, sea la superficie que sea, es el favorito. Esta tarde no fue una excepción. Carreño no se amedrentó y desde el principio tuteó a 'Nole', con solidez desde el fondo de la pista y atrevimiento en cuanto subía a la red. Aseguraba el gijonés hace una semana que no se sentía inferior a nadie sobre la arcilla parisina y ante Djokovic exhibió un poderío propio de un 'top ten', por mucho que algunos le envidien su evolución como tenista. Carreño rompió hasta en dos ocasiones el saque al serbio, excesivamente fallón, titubeante desde el fondo de la pista, donde suele mostrarse inquebrantable. La irreverencia del asturiano tuvo su punto culminante en el desenlace del primer parcial después de que el balcánico tuviera bola favorable para ponerse por delante 5-4. Carreño salvó la situación al resto y se llevó el primer set.
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Djokovic entendió después de ver a Carreño defender pelotas imposibles que si quería el partido tenía que ganarlo él. En el segundo parcial, el serbio elevó el número de ganadores y, sobre todo, minimizó los errores no forzados, su lastre en los primeros juegos. El tenista del Grupo flojeó con el servicio y lo pagó caro. Pocos (por no decir nadie) resta mejor que Nole en el circuito y eso pasó factura a Carreño, que bajó el porcentaje de primeros saques, quedando a merced en los segundos de los 'palos' del serbio, incisivo cuando huele la sangre. A pesar de que nunca bajó los brazos, los esfuerzos titánicos del gijonés chocaron contra un muro. Casi sin pestañear se llevó el segundo y amagó con marcar distancias en el tercero. Carreño peleó de forma encomiable, asumiendo intercambios vertiginosos y volando hacia la red en cada dejada del balcánico, que siente predilección por este golpe. Pudo así poner las tablas en el parcial, igualando a tres juegos y metiéndose de lleno en la disputa del set. Sin embargo, sus opciones se dieron de bruces con un Djokovic, capaz de encadenar golpes grandiosos en los momentos más delicados. La rebelión de Carreño fue insuficiente pero el número 1 entendió que el partido requería un plus si quería meterse en semifinales.
Lejos de sentir el golpe anímico de perder el tercer parcial, el tenista asturiano no perdió la cara y sacó su repertorio ante un Djokovic que ofreció en algunos instantes muestras de enfado consigo mismo, desquiciado en algunos casos por ver cómo Carreño ganaba más de una batalla.
Fue una pelea titánica. Ángulos imposibles y derechas ganadoras para ofrecer uno de los sets más espectaculares de la actual edición de Roland Garros. Carreño exigió la mejor versión de Djokovic, desquiciado en algunos instantes, musitando mientras miraba de reojo a su banquillo. Los nervios, a flor de piel por la tensión, no impidió que el serbio felicitara al gijonés por su juego. Un señor a pesar de todo.
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