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Sonríe, pese al chaparrón que amenaza con caer fuera, en una de las pistas cubiertas, de tierra batida, del Real Club Tenis Gijón, agasajado por los socios de la entidad alertados por la presencia en sus instalaciones del medallista en los Juegos Olímpicos de Tokio ... 2020, a eso de las diez y poco de la mañana, y feliz por seguir dando pasos para cerrar este largo viaje, en forma de una odiosa tendinitis en el codo, como pretende.
Porque Pablo Carreño sigue trabajando día a día y, afortunadamente, lo hace con buenas sensaciones. Le queda mucha juventud, energía, pasión..., que ayudan a afrontar las cosas con más tranquilidad. Es lo que tiene el deporte del tenis. «Las sensaciones están siendo buenas. Entrenó ya con una buena intensidad, aunque aún no juego con otros tenistas», explica el raqueta, que, dosifica meticulosamente cada palabra de optimismo que sale de su boca y para el que nada hay imposible ya que entiende que cada paso es una victoria.
Ha pasado casi un año y medio desde que su cuerpo, o más concretamente su codo, se 'rompiera' y le obligase a un duro viacrucis. Probó, primero, con fisioterapia. Después, con alguna pastilla para el dolor. Recurrió incluso a tratamiento con células madre. Pero, finalmente, el paso por el quirófano se volvió obligado. «No estoy teniendo molestias y eso es muy importante», afirma poco después de salir de la pista, donde ha estado peloteando, trabajando, realizando ejercicios específicos siempre bajo la atenta dirección del entrenador Samuel López. Todo ello es, al fin y al cabo, lo que le mueve para ejercer ese esfuerzo extra que le diferencia.
Y aquí está otra vez, quemando la suela de sus zapatillas y castigando a la bola. Porque, superada la rehabilitación y saldado el proceso de recuperación también con buena nota, es el momento de ponerse en forma. El codo coge, poco a poco, fuerza, se muestra más rocoso. «La idea es que en dos o tres semanas pueda entrenar ya a tope», dice el gijonés, al que pocas cosas parecen poder perturbarle.
Después de este duro proceso de rehabilitación y readaptación, el tenista asturiano se dispone, a sus 32 años, a una vuelta con, cada día, más certezas y menos incógnitas. De entrada, ya piensa en el futuro más cercano, en entrenar y jugar partidos, en incrementar su nivel, en hacer el dichoso gesto con el codo con seguridad y total confianza, en golpear la bola de nuevo al 120%... Su calendario, en ese sentido, tiene marcado, en rojo, una fecha: el 13 de abril. Ese día comenzará el Torneo Conde de Godó. «La idea es entrenar con jugadores que participen en el Godó, jugar algún partido, algún set, con ellos, para adaptarme al ritmo de la bola».
A partir de ahí, todo son ilusiones y conjeturas. «Empezaré en Barcelona y seguiré durante un mes a tope, jugando todos los partidos posibles de entrenamiento», afirma Carreño con el deseo de poder volcarse y decir adiós a este duro trago. «Y si todo siguiera bien y el codo responde bien al esfuerzo y a la intensidad, podría comenzar a competir una o dos semanas antes del torneo de Roland Garros»,
Todo son, en cualquier caso, planes. Más allá de los perfilados por él y su equipo, el día a día y su físico delimitarán el recorrido, que traza siempre un círculo rojo en la estación de Roland Garros. El 2024 incluirá también la fiesta olímpica de París de este verano, pero cualquier vaticinio que se extienda más allá del presente inmediato pinta a osadía. Ni el propio Pablo sabe muy bien qué le espera ni qué le deparará el intento. Ni incluso sobre la cita de final de año. La que acogerá la ciudad de Gijón entre el 3 y el 9 de noviembre: el deseado torneo ATP 250.
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