Enric Gardiner
Viernes, 7 de septiembre 2018
Los preocupantes síntomas en la rodilla derecha que Rafael Nadal había mostrado en los partidos contra Karen Khachanov y, en menor medida, en la maratón con Dominic Thiem, volvieron como oscuras pesadillas y apartaron al balear de un Abierto de los Estados Unidos que disfrutará de Juan Martín del Potro en una final nueve años después.
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La rodilla le volvió a fallar y Nadal, que peleó un magnífico primer set, no pudo hacer frente al argentino (7-6 (3), 6-3 y retirada) y se despidió del torneo antes de tiempo, no por haber quedado eliminado antes de la final, si no por tener que decir adiós en mitad del partido.
Al perder el segundo set, Nadal dijo basta, y terminó con el sufrimiento continuo en el que se había convertido el partido. La décima retirada en su carrera y la segunda de la temporada, tras la que sufrió ante el croata Marin Cilic en el pasado Abierto de Australia. Entonces fue en cuartos, pero esta vez le ha dejado fuera cuando estaba en semifinales, disputando un gran partido y con muchas opciones de, si no ganar, al menos plantar cara al de Tandil.
Siempre con la iniciativa de su lado, Del Potro desmenuzó poco a poco la margarita física de Nadal. Margarita porque en su cara y movimientos reflejaba que no estaba a gusto, pero en su juego aparecían los destellos del número uno. La resistencia del vigente campeón. Empezó rotura abajo, la recuperó y se enfrentó a una torre argentina que dejó de bailar tango para echar abajo el muro de Nadal a porrazos. Volvió a disponer de ventaja Del Potro, esta vez para amarrar el primer set, y volvió el español a recuperarlo. En el 'tie break', a Nadal se le acabaron las vidas. Un revés a la red y medio partido fuera.
El golpe se hundió en la rodilla de Nadal y las miradas al palco, las asistencias del médico, el vendaje que iba y venía y la rabia de Nadal, que golpeó una botella contra su propia rodilla, de puro enfado, predijeron lo peor.
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Lo siguió intentando, pero entre la estruendosa grada de la Arthur Ashe resonaron las palabras malditas. «Me voy a retirar», dijo Nadal en una discusión con el juez de silla James Keothavong. No lo cumplió al momento, pero fue cuestión de juegos. Del Potro ya iba por delante con rotura a favor y Nadal, consciente de su limitación y de su final, aguantó hasta que el de Tandil abrochó el segundo set. Hizo un amago de continuar, se sentó en su silla, como si se tratara de un descanso normal, pero se rindió. No forzó más. Le explicó el problema a Del Potro, ambos se fundieron en un abrazo y ahí acabó Nueva York para el campeón que no podrá defender la corona.
«El mejor luchador del circuito», como le definió Del Potro instantes después. El número uno seguirá siendo número uno el lunes, pero el cuarto US Open tendrá que esperar. Mientras tanto, el argentino volverá a una final de un Grand Slam en el único Grande que le ha visto coronarse. Del Potro, nueve años después de destronar a Roger Federer, tendrá la oportunidad de sumar su segundo título grande bajo los focos de Flushing Meadows. Esos en los que no aguantó la rodilla de Nadal, pero sí la derecha de Del Potro.
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