enric gardiner | ec
Madrid
Sábado, 24 de septiembre 2022, 14:58
La primera vez que Roger Federer y Rafael Nadal se encontraron en una pista de tenis fue en Miami 2004, la primera final entre ambos fue también en Miami, un año después; su primer duelo en un Grand Slam fue en Roland Garros 2005, escenario ... también de su primera final en un Grande, un año después. Su partido más desnivelado fue la final de París en 2008, el más épico, el de Wimbledon 2008, el más emotivo, el de Australia 2017. El último, el que disputaron este viernes por la noche en la pista del O2 de Londres, en una Laver Cup dispuesta a celebrar el adiós de Federer y en la que Nadal ejerció de escudero y amigo del suizo.
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Era el momento que todo el mundo esperaba desde que Federer anunció su retirada hace apenas unos días, pero el torneo y los propios jugadores lo guardaron en secreto hasta el anuncio, apenas 24 horas antes del partido.
La imagen de ambos en la pista fue precedida por los piropos en la rueda de prensa: «Va a ser superespecial estar con Rafa», dijo Federer. «Es la perfección personificada», replicó Nadal, y por las fotografías de ambos en las presentaciones y fiestas previas al torneo. Un 'selfie' en el támesis, los dos de traje en una gala... La Laver Cup, pese a su carácter de exhibición y prácticamente amistoso, regala a los tenistas la sensación única de vivir en equipo dentro de un deporte completamente competitivo y en el que solo la Copa Davis se le puede asemejar.
Federer y Nadal lo llevaron a su punto más álgido, repitiendo la escena que ya se vivió en Praga, en 2017, y que paralizó el deporte. Nunca antes, estos dos genios habían compartido la misma parte de la pista. Su rivalidad, una de las mayores de la historia (solo superada por Djokovic-Nadal y Djokovic-Federer), les ha hecho medirse en 40 ocasiones, con amplia ventaja para el balear, que le derrotó en 26 ocasiones por solo catorce derrotas.
Federer logró maquillar en sus años finales una desventaja que llegó a ser de 23-10 a mediados de 2015, pero en los libros quedará por detrás del español en finales (14-10), semifinales (7-4), cuartos de final (2-0), en partidos de Grand Slams (10-4) y en tierra batida (14-2). Federer solo le domina en hierba (3-1) y en cemento (11-9), este último gracias a su espléndido 2017. El suizo se va con la espina de que nunca pudo derrotarle en Roland Garros (6-0), mientras que Nadal sí le venció en Wimbledon (2008). En Australia también dominó Nadal (3-1) y en el US Open curiosamente nunca se enfrentaron.
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Durante los años de rivalidad cultivaron una relación de amistad, con sus pequeños roces en cuestiones deportivas, pero que siempre se ha caracterizado por el respeto. Eso, unido a la épica del choque de estilos, del joven balear que llegó para destronar al maestro suizo, contribuyó a la creación de la leyenda y a que la despedida más especial fuera junto a Nadal.
El manacorense, a la espera del nacimiento de su primer hijo, aceptó la invitación, acudió a Londres y arropó a Federer en el cierre de una de las carreras más importantes no solo de la historia del tenis, sino del deporte.
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Federer se marchó, se fue ya, pero deja el poso de una leyenda que seguirá presente en cada pista de tenis. Su historia es paralela a la del tenis y seguirán conviviendo por mucho que la figura suiza cuelgue la raqueta.
Nadal admitió que fue un día duro, con un final «muy emotivo» en el que no pudo reprimir las lágrimas encima la pista. «Para mí ha sido un enorme honor formar parte de este momento increíble en la historia de nuestro deporte y al mismo tiempo haber compartido durante tantos años muchas cosas juntos», dijo. «Cuando Roger deja el circuito, se va también una parte importante de mi vida», dijo el español de 36 años.
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Ante la prensa, ya después del homenaje en la pista de Londres, Nadal describió su relación con Federer como «un viaje muy largo y positivo». «Para mí, siempre ha sido el tipo a batir», dijo el español. «En algún momento probablemente éramos los mayores rivales, pero siempre de muy buena manera, creo».
«Nos respetamos mucho mutuamente, las familias, los equipos. Me refiero, nunca hemos tenido grandes problemas (...) A medida que nos hacíamos mayores, creo que cada año la relación personal se volvía mejor y mejor», aseguró.
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«Estoy muy orgulloso de formar parte de su carrera de alguna forma», apuntó. «Pero me hace incluso más feliz acabar nuestra carrera como amigos después de todo lo que hemos compartido en la pista como rivales», añadió.
La derrota de las dos leyendas este viernes ante Jack Sock y Frances Tiafoe fue apenas una anécdota de una noche que se bañó con las lágrimas de todos. La madre de Federer, Lynette, fue la que abrió el carrusel de lágrimas, con Federer el que más derramó. «Estoy feliz, no triste», dijo el suizo, que no paró de llorar durante toda la entrevista en pista. «Es el final que hubiera deseado. Rodeado de mis amigos, compañeros y de mi familia», añadió Federer, que rompió a llorar al lado de Nadal.
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Hundidos los dos en el banquillo, la imagen de los dos mitos sin poder parar de llorar será la portada del deporte durante muchos meses. Una instantánea que revela los sentimientos paralelos de dos jugadores que han compartido una vida en la pista y otra fuera de ella.
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