3.650 voces volcadas con el asturiano

La primera ovación llegó cuando el jugador formado en el Grupo Covadonga saltó a la pista. Los aficionados transmitieron todo su cariño a un tenista reverenciado y querido por una ciudad que está siempre pendiente de él con gritos de «¡vamos Pablo!», antes incluso de comenzar el partido. Los ánimos no faltaron, intentando levantar al gijonés cuando cometía un error y expresando toda la euforia cuando ganaba un punto.

Las cosas comenzaron a torcerse en el segundo parcial y, aunque ya se comenzaba a vislumbrar en el horizonte que Rinderknech no sería un rival sencillo, ni mucho menos, aún se confiaba en que el encuentro se resolviera por la vía rápida. No fue así por lo que quedaba un tercer set de infarto por vivir. La afición no le iba a fallar a Pablo. Siempre cómplice con los gestos de euforia del tenista gijonés.

Luego llegaría un 'tie break' épico, que convertiría el partido en una lucha entre colosos. Se sufrió lo indecible en las gradas, se vivió cada punto con la máxima intensidad, aunque al final no pudo ser. La victoria cayó del lado del tenista galo, pero quedaba por darle la última ovación a un Pablo triste que respondió siempre al cariño del público. Y como mejor muestra de la educación de la afición del Palacio, los aplausos para el merecido ganador. Otro año será, pero Gijón siempre estará con "su" Carreño.