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Su figura, físicamente, se mantiene. También esa cara de niño que siempre le ha acompañado. Pero su presencia se percibe enseguida. Ha ganado con el tiempo en palabra. Estrictamente amable. Un piloto admirado. Un ejemplo. Tiene 36 años, pero ya cuenta con toda una vida de experiencia al volante de un vehículo de carreras. El que sea. Porque han sido muchas y bien diferentes sus máquinas. Y, a nivel deportivo, sus logros son incuestionables. F-1, GP2 Series, EuroNASCAR, Mundial de Turismos, Mini Challenge, F-3, carreras de montaña, kárting...
Piloto profesional con diez años de experiencia en los circuitos de velocidad, otros tantos en pruebas de montaña y siete de kárting, si hay algo que nadie podrá echarle nunca en cara a Javi Villa (Colunga, 1987) es su atrevimiento, su inconformismo y su irrefrenable deseo de ser, cada día, un piloto más completo. El año pasado fue el primero que completó lejos de las disciplinas que le convirtieron en uno de los deportistas más reconocidos. Emprendió una nueva aventura: los rallys. Una disciplina difícil y peligrosa a la que se adentró con el Toyota GR Yaris RZ en la copa monomarca.
Tierra y asfalto. España y Portugal. Nada que ver con lo anterior. El colungués se lo tomó a pecho, se lo planteó como un año de aprendizaje a la nueva especialidad. Rodó el máximo de kilómetros posible, cogió experiencia en la nueva montura, ganó conocimientos en la interpretación de las notas, rodó de noche... A diferencia de muchos otros pilotos novatos, fue capaz de adaptarse a las adversidades que se le plantearon para seguir sacando el mejor rendimiento posible. Y su progresión fue espectacular: tres podios y una quinta posición final en la clasificación general del certamen. Objetivo cumplido.
Todo ello, además, vaticinaba una temporada, la presente, aún mejor. Acostumbrado a dar infinidad de vueltas a un circuito cerrado y a trazar la misma línea de forma casi robótica, los rallys le han obligado a seguir adaptándose al terreno. «Antes corría de memoria y ahora paso a improvisar, la gente se tira a morder y no te queda otra que pasar por ahí. Es bastante distinto, tanto la conducción como el ritmo», reconoce Villa, que ha domado una máquina con tracción a las cuatro ruedas, de 1.400 kilos, pensada para «trabajar en carretera, mientras los anteriores eran como para hacer un esprint». «Es muy distinto. Era mi séptima carrera en asfalto y ya corremos y ganamos. En tierra llevo otras tantas e hicimos tercero. Todo se multiplica: la improvisación, la forma de conducir... Todo cuesta un poco más».
Quique Velasco, un copiloto experimentado, curtido en mil batallas, le brinda de nuevo este año la mejor brújula que existe en esta Toyota GR Iberian Cup. «Sin él estas perdido. El secreto es utilizar el mínimo de palabras. Que haga una descripción que te vaya ir con confianza. Yo no veo lo que va a venir, pero sí me dice derecha, 82, cierra al final, lo hago».
Con un año de experiencia, Villa ya ha comprendido qué significa correr este certamen monomarca y su pasión abrasadora por competir, solo para ganar, le ha llevado a conseguirlo ya el pasado fin de semana en el Rally Sierra Morena. A pesar de esta salto, en su cabeza la retumba el Campeonato de España de montaña. Lo hará con coche nuevo y, si llega la homologación, en El Fito.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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