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EDUARDO ALONSO
Domingo, 25 de noviembre 2018, 03:37
Fernando Alonso visita habitualmente el circuito que lleva su nombre en La Morgal. Desde la autopista 'Y', hay que salir por la salida de Lugones y tomar la AS-17 en dirección a Posada de Llanera. Tras unos tres kilómetros, un indicador ... señala la salida 20. Al fondo, el campo de golf, cuya gestión también dirige. Sus visitas pasan desapercibidas porque procura que no salgan a la luz. Solo quiere correr. Pero cualquiera puede ver desde la verja cómo allí reproduce las sensaciones que le hacen feliz. Al volante de un kart, con el rugido del motor, consumiendo gasolina y quemando gomas.
El ovetense, cuando se pone el casco y se sube a cualquier coche o monoplaza, se transforma en un ser automatizado, concentrado en su trabajo y capaz de responder con rapidez a cualquier estímulo externo que pueda llevarle a ganar.
Puede parecer frío. Pero, cuando deja su monoplaza, cuando estrecha la mano, por ejemplo, a periodistas en algunos de los encuentros que ha compartido en un restaurante de Oviedo, o cuando pone en marcha su particular Vuelta Ciclista a Asturias con corredores retirados y también en activo, gente cercana e ingenieros y mecánicos de su equipo, o cuando juega una pachanga con sus amigos de siempre en una nave de un polígono industrial de las afueras de la ciudad, la realidad es sustancialmente distinta a todos esos estereotipos.
Es un tío con un toque tímido, simpático, gracioso, detallista, cariñoso y que siente una pasión desbordante hacia su familia. Porque, al final, Alonso no ha cambiado. Bien lo sabe su padre, José Luis, al que tampoco le gustan las cámaras ni el protagonismo mediático, que ve a su hijo igual que siempre con su gente más cercana, con los amigos, con todo el mundo. José Luis, que fue maestro industrial y trabajaba en la fábrica de explosivos de la Manjoya –su esposa era empleada en El Corte Inglés de Oviedo–, ha recorrido junto al piloto todo el camino y ha sido copartícipe de la mayoría de sus decisiones.
Ya de joven entendió que la necesidad apretaba su futuro deportivo. Si ganaba, podía continuar porque los patrocinadores llamaban a su puerta. Si no lo hacía, o no despuntaba, se acabaría su proyección. Pero Fernando Alonso siempre se subía a los más alto.
Fernando es 'Nano' para la familia y su gente cercana, 'Magic' en las retransmisiones televisivas y ha sido llamado por la prensa extranjera como el 'Matador'. Es aficionado del Oviedo y del Madrid. No le gusta la yema de los huevos, le encanta la pasta, no es especialmente amante de la fabada y no toma ninguna bebida alcohólica. Siempre agua. Se sacó el carné a los 18 años con un Renault Mégane. Recibió una falta leve por ir lento. No se considera supersticioso, pero durante un tiempo siempre competía con los mismos calcetines. Es amante del cine, sobre todo del de terror. Su color preferido es el negro. Y ha puesto voz a uno de los coches de la película 'Cars'.
El asturiano miraba un día de febrero de 2007, en la sala de embarque del aeropuerto de Valencia, una a una, las hojas de un informe tras los primeros kilómetros realizados con el nuevo McLaren MP4-22. Y se sinceraba ante el puñado de periodistas que le acompañaban en el regreso: «¡Odio perder! Me encanta ganar y me encantan las carreras de coches». Pero Fernando, hoy, en Abu Dabi, diecisiete años después de su debut en la máxima categoría con aquel Minardi PS01 de la escudería del australiano Paul Stoddart que poco podía darle, cerrará su vida en la Fórmula-1. O, al menos, hará un paréntesis.
Alonso resolvió la incógnita que pesaba sobre su futuro el pasado verano. Premio Príncipe de los Deportes 2006 por ser «ejemplo para la juventud», el piloto que no tiene nada que ver con ningún otro en el mundo, el que movilizó hasta diez mil asturianos en Montmeló tras un largo peregrinaje de más de doce horas, el que dio pie al fenómeno de la 'Alonsomanía' y el que levantó una disciplina en declive hasta entonces en España como la F-1, que se tradujo en audiencias millonarias, decidió entonces abandonar su deporte, sobre el que creó, de la nada, una tremenda corriente de afición que soñó y se ilusionó con él y con sus alegrías. ¿Por qué? Básicamente, ante la perspectiva de otro año sin resultados. De hecho, no gana un gran premio de Fórmula-1 desde 2013. De eso hace más de cinco años.
Con una profesionalidad envidiable, parapetado tras su inseparable Luis Abad, que habla y actúa en nombre del ovetense, negocia sus contratos y gestiona un patrimonio incalculable, su 'guardia de corps' la completan dos italianos: Fabrizio Borra y Edoardo Bendinelli.
El primero es un hombre para todo. Fisioterapeuta, asistente y amigo íntimo del campeón, se conocieron en Minardi y desde entonces no han separado sus caminos. Les une su pasión por la bicicleta. Suya es la responsabilidad de la parcela física de Fernando, pero también la de la alimentación. Y, si a Fabrizio Borra lo considera casi parte de su familia, el fisio Edoardo Bendinelli, con el que inició su amistad en su primera etapa en Renault, donde trabajaba, lo es, ya que se casó con la hermana del campeón ovetense, médica de profesión. Es otro de los hombres de confianza del piloto.
Fernando ha seguido cumpliendo meticulosamente sus compromisos hasta hoy mismo. Habrán sido diecisiete temporadas completas, saldadas con dos títulos mundiales con Renault (2005 y 2006), ante el gran Michael Schumacher, 32 victorias, 311 carreras, 97 podios, 22 'poles', 23 vueltas rápidas y cuatro escuderías (Minardi, Renault, McLaren y Ferrari). Y se va, simplemente, porque no encuentra un proyecto en el que instalarse que le garantice una máquina para conquistar su tercera corona mundial.
Los grandes pilotos poseen la condición de elegidos, de héroes que se enfrentan con inteligencia, valor y destreza a los límites de la velocidad. Fernando Alonso ha sido uno de ellos. Pero no ha sido tan hábil a la hora de elegir el asiento desde el que atacar nuevos títulos. No ha estado ni en el momento adecuado ni en el lugar adecuado. Ni cuando se refugió en Renault después de su pésima primera experiencia en McLaren, ni cuando regresó a la escudería de Woking tras cinco años en Ferrari.
Amenazas veladas, ofertas y contraofertas, otras escuderías interesadas, que si Mercedes o Red Bull... La zanahoria y el palo, el bueno y el malo. Todo vale. Desilusionado del segundo episodio en McLaren por la falta de pegada de sus monoplazas, tanto impulsados por Honda como por Renault, y ante un probable escenario similar en 2019, Fernando, primero, tocó varias puertas en busca un asiento con garantías en la F-1. Pero en vano. Las de Mercedes las encontró blindadas –el futuro de Valtteri Bottas estaría en el aire, pero Hamilton no daría su brazo a torcer–. Tan cerradas o más que las de Ferrari, donde la mala experiencia de su 'divorcio' sigue latiendo con fuera. SoloRed Bull fue una opción –«podía haber fichado por un equipo competitivo, quizás no por los dos primeros, pero sí por el tercero», dijo–, pero la escudería de las alas no quiere más 'gallos'.
Estas negativas han llevado al ovetense a buscar otros escenarios en los que volver a sentirse realmente protagonista y, sobre todo, luchar por ganar carreras. Por eso, de momento, en su agenda del año 2019 aparecen cerradas cuatro carreras: las tres que le quedan del Mundial de Resistencia y las 500 millas de Indianápolis.
Fernando volverá a ponerse a los mandos de un coche de competición el 15 de marzo en las 1.000 Millas de Sebring, dos meses antes de participar en las 6 horas de Spa. Veinte días después, viajará de nuevo a Indanápolis a la conquista de la 'Triple Corona' –solo un piloto lo ha logrado, lo que le convertiría en toda una leyenda–. Y el colofón será el 15 de junio en el regreso al trazado de Sarthe para intentar reeditar su éxito en las 24 horas de Le Mans.
¿Y después qué? Su primera campaña fuera de la Fórmula-1 la vivirá con la intención de ganar todo en lo que compita. El asturiano y sus agentes están trabajando en garantizarle más pruebas. «Estoy siguiendo de cerca los calendarios, pero sí, habrá muchas cosas aparte de las 500 Millas de Indianápolis el año que viene. Lo anunciaré el año que viene. Todavía no puedo, quizás sea un regalo de Navidad», indicó el bicampeón hace unos días. Pero, tras una vida ligado al motor, lo indudable es que queda Fernando Alonso para rato, aunque sea fuera de la F-1.
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