Estados Unidos es el país del béisbol, del fútbol americano o de la Nascar y la IndyCar. La Fórmula 1 lo ha intentado muchas veces, pero son más las sombras que las luces de su paso allí. Por mucho que la organización haya intentado conquistar ... el Viejo Oeste, hay demasiados ejemplos que demuestran la disonancia que hay entre este país norteamericano y los europeos.
No se puede decir que los problemas y chapuzas organizativas sean propias de Estados Unidos en exclusiva. Solo hay que irse a lo ocurrido en Spa 2021, cuando se disputaron tres vueltas detrás del coche de seguridad y la cita de Bélgica quedó como una de las mayores farsas de la historia de la competición. Tampoco es exclusivo de Las Vegas que una alcantarilla mal sellada obligase a mandar a todos los pilotos a boxes después de un incidente. Bakú, Mónaco o Sepang también han sufrido problemas similares.
Pero el caso de Las Vegas es especial por el contexto. Desde que se anunció su vuelta a la Fórmula 1, machaconamente se ha promocionado esta como una carrera que iba a ser épica, que iba a disputarse en un circuito pensado para el espectáculo. Nadie pensaba que iba a ser un show tan sórdido, muy propio del cartón-piedra que esconde cada calle, cada casino y cada local de dudosa reputación de la ciudad de Nevada. Y no es porque no estuvieran avisados de lo que podía pasar.
Sebring, Riverside, Watkins Glen, Long Beach… No se puede decir que Estados Unidos fuera un terreno inexplorado para la Fórmula 1. El problema es que nunca parecía arraigar. Citas como las 24 horas de Le Mans, por ejemplo, tenían más seguimiento que los grandes premios. Por eso se intentó innovar. En 1981 y 1982 se cambió Watkins Glen por el párking del Caesars Palace, donde ahora está el hotel Mirage, pero la primera edición ya dejó claro que era una idea regular, pese a que fue histórica: Nelson Piquet (suegro de Max Verstappen) ganó allí su primer Mundial al acabar quinto. Estuvo prácticamente al borde del desmayo por el intenso calor que hizo, algo que provocó que todos los pilotos se planteasen ir incluso a la huelga como protesta. Tras la disputa en 1982 en circunstancias similares, y ya con el rutero de Detroit como alternancia, se descartó la ciudad de los casinos hasta este 2023.
Dos años después de lo ocurrido allí, la Fórmula 1 se subió al carro del gran fenómeno del momento, la serie 'Dallas'. En un circuito entre balas de paja, con el asfalto levantándose, un calor infernal y tras descartar Nueva York en 1983, la ciudad texana dejó imágenes surrealistas. Nigel Mansell desplomándose en plena meta empujando su coche, Keke Rosberg (el ganador) con un gorro con líquido refrigerante en su interior, accidentes como el de Martin Brundle en el que se rompió las dos piernas, Jacques Laffite presentándose en pijama en el circuito como protesta… y los televisivos Sue Ellen y JR, los villanos de la serie, dando los trofeos. El surrealismo hecho carrera. Nunca más, claro.
El boicot de Michelin
Más recientemente, muchos de los actuales aficionados recuerdan el GP de Estados Unidos en Indianápolis 2005. Tras pasar por Phoenix a principios de los 90, la Fórmula 1 desapareció del país hasta el año 2000, cuando el óvalo de Indianápolis adaptó su trazado rutero para albergar las carreras. Todo fue bien hasta que, en 2005, la construcción de las ruedas Michelin al paso por dicho peralte hacía que sus coches fueran altamente inestables y, por tanto, peligrosos.
Se pidió convertir esa curva en una chicane con conos, cancelar la carrera, prestar neumáticos Bridgestone como mal menor o incluso disputarlo otro fin de semana, pero la Fórmula 1 se negó. La consecuencia: el boicot de todos los equipos que montaban las ruedas del fabricante francés. Después de la salida, todos los monoplazas que llevaban Michelin se metieron en boxes, dejando en pista solo a Michael Schumacher, Rubens Barrichello, Tiago Monteiro (que formaron el podio), Narain Karthikeyan, Christian Albers y Patrick Friesacher: los Ferrari, los Jordan y los Minardi. Michelin acabó pagando las entradas a todos los aficionados que tenían localidades.
A lo vivido en Las Vegas en los 80, en Dallas o en Indianápolis, se une ahora lo ocurrido en el inicio del fin de semana del regreso de la Fórmula 1 a la ciudad del pecado. Y lo que queda por llegar, porque el show acaba de empezar.
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