Alonso aspira a lo más alto y no oculta que el objetivo es el campeonato

Después de lo ocurrido en las primeras carreras del campeonato de 2023, la 20ª temporada de Alonso en la Fórmula 1, es normal que la ilusión se haya desbordado. A sus 41 años, está en un momento cumbre de facultades, peleando con pilotos que se criaron viéndole ganar a Michael Schumacher o a Kimi Räikkönen, que suenan a otra época y otros tiempos. El ovetense se mantiene como el ídolo que nunca se fue, pero ahora con el altavoz de las redes sociales convirtiéndole en una constante en el panorama. No es casual que Carlos Alcaraz, un deportista de otra generación y otra disciplina, se acuerde de él para manifestar que la ansiada 33 llegará pronto.

Alonso es un piloto con un hambre innata, algo que ha sido su santo y seña durante toda su carrera deportiva tanto en Fórmula 1 como en el resto de categorías en las que se ha aventurado. Por eso, sus declaraciones después de la clasificación de este sábado en Melbourne, instantes después de que Sergio Pérez se quedase empanzado en la puzolana de la curva 3, cobran un especial sentido. Alonso no solo está estaba pensando en la ansiada victoria 33, sino en su tercer título del mundo.

«Con Checo (Pérez) fuera, y pensando en el campeonato también, sumar más puntos que él nos acercaría más al campeonato», afirmó Alonso. Lo dijo claramente, toda vez que también es consciente de que necesita «una masacre» para que le dejen opciones. El ritmo de Red Bull, tanto en clasificación como en carrera, es tan superior que deben sufrir un problema para que pueda tener una oportunidad. Ante esta situación, la advertencia (casi la amenaza) que les lanzó fue clara. «Si hay una masacre delante de nosotros, aprovecharemos. Pero Red Bull sigue estando delante en otra categoría. Tiene una velocidad en recta importante, pero solo hay uno. Cualquier problema que le pase a Max (Verstappen), tendremos que intentar aprovecharlo», señaló el piloto de Aston Martin.

Alonso vuelve a estar en su lugar natural. El de pelear por ganar y por la gloria, pero tendrá que batir a los que tiene delante, que no es una cosa menor. Dicho de otra manera, como la cerámica de Talavera, tener de rivales directos a pilotos como Lewis Hamilton, George Russell y, sobre todo, Max Verstappen, es cosa mayor.

Y es que este fin de semana también quedará marcado como el del regreso de Mercedes. Bien es verdad que los condicionantes les beneficiaron, especialmente en la clasificación cuando la dificultad para encontrar el punto óptimo de rendimiento de los neumáticos se rebajó notablemente gracias a las bajas temperaturas, pero ahí estuvieron. Russell y Hamilton partían este domingo en el GP de Australia en unas más que óptimas segunda y tercera plaza, respectivamente, lo que demostró que ni el W14 es tan de hierro como ellos mismos presumían, ni están tan descartados. El victimismo del que ya hacían gala durante sus años de gloria se ha multiplicado ahora que sufren para colarse en la zona alta, aunque esta vez es con motivo.

Que Alonso esté ahí es una gran noticia, no solo desde el punto de vista deportivo, sino del espectáculo. Uno de los grandes relatos que impone a la Fórmula 1 como una competición muy superior a la de otras competiciones de motor, como un campeonato de motociclismo en evidente declive, es la lucha entre leyendas del automovilismo entre sí. Ver a Hamilton, Verstappen y Alonso pugnando por los tres primeros puestos es una de las mejores novedades que ha traído este año la Fórmula 1, lo que en buena medida hay que agradecerle a Aston Martin por su gran trabajo.

La labor del equipo de Silverstone ha hecho que, en palabras de Alonso, «Verstappen no esté tan lejos». Aunque sea medio segundo lo que le sacó el neerlandés al español en la clasificación del Gran Premio de Australia, en situación de carrera todo se iguala.