Fernando Alonso terminará su carrera deportiva, más pronto que tarde, con la sensación de que su palmarés no hace justicia a su talento. Si se ... pregunta a cualquier piloto de los últimos 20 años con los que ha compartido parrilla -salvo, quizá, dos o tres-, muchos coincidirán en que Alonso merecía al menos dos o tres títulos más. Las circunstancias, sus decisiones, Adrian Newey y la propia idiosincrasia de la Fórmula 1 se lo han impedido. Con algo de fortuna -y del propio Newey también- quizá aún pueda arañar uno más. Dos, con suerte.
Pero no será en este 2025. El Aston Martin AMR25 se ha ganado por méritos propios el apodo de 'Tractor' Martin entre los aficionados. No solo es una evolución fallida de su antecesor, sino que incluso da la sensación, como quedó claro en la anodina y completamente olvidable carrera de Suzuka, de ser aún peor. Es más dócil, sí, más fácil de conducir, pero poco más. No es rápido en rectas, ni tiene buena tracción, ni presenta soluciones aerodinámicas que den garantías de progreso. El trabajo de Dan Fallows, al que Newey dará el finiquito en cuanto tenga ocasión, roza lo bochornoso si se considera el músculo financiero del que presumen los Stroll y la propia monarquía saudí, que sostiene el proyecto a través de Aramco.
En ese contexto, considerar un «milagro» acabar undécimo en Suzuka no es exagerado, sino más bien una muestra de realismo. Alonso ya sabía a estas alturas de 2024 que no iba a tener un coche ganador, pero al menos peleaba con cierta regularidad por entrar en Q3 los sábados. Hoy, colarse en Q2 ya se celebra, y puntuar, algo que aún no ha logrado este año, se anota como objetivo ambicioso, supeditado al clima y a factores externos que desvirtúen las carencias del coche.
Sus palabras tras la carrera de Japón empiezan a resonar con ecos de otros tiempos. Hay que remontarse a los infaustos años de McLaren-Honda, aquel «lo mejor está por llegar» con el que salió ufano de Ferrari para volver a Woking, donde le esperaba el que acabaría siendo el peor coche de su carrera. Muy cerca, eso sí, del Minardi hecho con retales con el que debutó en 2001. «Tenemos el coche más lento en rectas (…) así que tampoco puedo adelantar (…). Va a ser una carrera totalmente anónima, que nadie va a recordar, un P11 en Suzuka 2025, pero es sin duda una de las mejores carreras en lo personal. Yo creo que he sacado el máximo máximo del coche», confesaba. Y ahí está el problema.
No hay tiempo
Alonso siempre defendió que su temporada más completa fue la de 2012. Y no le falta razón: aquel año se quedó a un suspiro de un título que rozó en Brasil, cuando Sebastian Vettel trompeó y, de forma casi inexplicable, salió indemne. Durante unos segundos, el asturiano fue campeón. Aquel curso se exprimió al máximo, con victorias que le hicieron llorar, como la de Valencia saliendo undécimo o la de Malasia bajo la lluvia, con Andrea Stella -hoy jefe de McLaren- al otro lado de la radio, emocionado hasta la voz rota. No es casual que en Suzuka, trece años después de aquellos días de vino y rosas, Alonso evocara aquella temporada. No ganó el título, pero sí el respeto unánime del paddock.
El problema es que ahora ya no hay tiempo. No se puede seguir esperando a que lo mejor esté por llegar, porque quizá no llegue nunca. El cambio de normativa en 2026 invita al optimismo: no solo porque contará con las mejores herramientas, y con Adrian Newey, sino porque el nuevo reglamento también barajará de nuevo las cartas. Hasta entonces, Aston Martin seguirá sumando ceros, como avisó el propio Alonso. «No hay más. Estamos para ser el 18º o peor», afirma, tanto en público como en privado.
Este año, el mejor coche es el McLaren, aunque el mejor piloto siga siendo Max Verstappen. Y quizá Aston Martin no sea el peor equipo, como teme Alonso, pero tampoco andará muy lejos. Habrá que esperar al menos diez meses para que los resultados permitan cambiar las sensaciones. Y entonces, quizá, ya no haya que esperar más milagros.
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