Era cuestión de tiempo. Después de que sus carreras se cruzasen cuando ambos eran niños, Lando Norris y Max Verstappen se juegan el Mundial en una situación en la que la renta del segundo tiene que ser suficiente como para neutralizar el evidente mejor momento ... del primero. Tarde o temprano se iban a encontrar en pista y, posiblemente, no haya dos caracteres tan diferentes en la actual parrilla. Como era de esperar, las chispas ya han saltado.
No es la primera vez que se ve a Verstappen pasándose la deportividad por el mismo sitio que el papel higiénico. El neerlandés tiene en su agresividad uno de sus mejores argumentos, como bien han sufrido en el pasado pilotos con títulos o teóricamente candidatos como Lewis Hamilton o Charles Leclerc, pero también hombres como Carlos Sainz o el defenestrado Daniel Ricciardo. Con todos ellos, por citar solo algunos, Verstappen ha tenido encontronazos en pista y, a veces, fuera de ella. No es casual el mote 'Mad Max', aparte del obvio paralelismo con la saga cinematográfica: tiene un punto de locura en su conducción que le convierte en uno de los pilotos más extremos.
Al otro lado del ring se encuentra Norris. Un carisma mucho más amable, que más recuerda al amigo con el que presta quedarse tomando un refresco tranquilamente en una terraza o irse a jugar una pachanga de fútbol antes que desbarrar en una noche loca de fiesta que acabe a horas intempestivas. Bromista y simpático como pocos, Norris no ha tenido apenas polémicas en sus años como piloto de Fórmula 1 y eso es raro. Ni con sus compañeros pasados (a Sainz le tiene como uno de sus mejores amigos) ni presentes, aunque con Oscar Piastri sí ha tenido algún roce. Menor y sin elevar mucho el tono, muy 'british' y mucho 'british'.
Son como un dóberman y un border collie. Uno es un perro de ataque, creado para atacar y no dejar víctima viva, y el otro es un perro pastor que muchas veces en su vida no ha necesitado hincar el diente a nada que no sea su comida. Los dos son perros, pero no dan el mismo miedo, lo que llevando el paralelismo canino a esta comparativa viene muy al pelo: en una pelea con Verstappen vas a salir herido sí o sí.
Lo vivido en Austin es una muestra de ello. Norris, con un coche netamente superior al de su rival, fue incapaz de adelantarle hasta que no se salieron de pista. En más de diez vueltas y pese a su imperiosa necesidad de arrebatarle puntos en los fines de semana que quedan, el de McLaren no pudo no solo pasar a su rival, sino al menos enseñarle el morro del coche para intentar meterle presión. Enfrente tuvo a un Verstappen sobre el que la FIA no tiene control ninguno. Saben que su forma de pilotar conlleva el contacto, incluso el accidente si es necesario, y que es de esos que no hacen prisioneros. Es esa libertad que ha transmutado en libertinaje lo que ha permitido que hoy por hoy muy pocos pilotos se atrevan a llevar al límite sus refriegas con Verstappen, que se sabe prácticamente invulnerable.
Eso no es óbice para que Norris esté demostrando en estos momentos clave una falta de sangre competitiva enervante para cualquier aficionado a la competición. Hamilton, al que Norris siempre ha declarado su admiración, no se contuvo en aquel tumultuoso 2021 y hasta los últimos metros peleó por obtener el título de campeón del mundo frente a un Verstappen que le hizo morder el polvo. Norris en ningún momento se ha visto con carácter para emular al próximo piloto de Ferrari y eso le pesa.
¿Fue justa la sanción a Norris?
Más allá de cómo se llegó a la acción de la polémica, el comportamiento errático de los comisarios es lo que ha exacerbado los ánimos entre los aficionados. Norris fue castigado con cinco segundos por ganarle la posición a Verstappen por fuera de la pista, algo absolutamente ilegal pero que, habitualmente, no suele castigarse si el adelantado también está pisando la escapatoria y no el asfalto en sí. Verstappen echó a Norris de pista consciente de que el de McLaren no se iba a atrever a ir al choque con él y que, de adelantarle, le iba a tener que devolver la posición so pena de castigo, como así fue, de cinco segundos.
Normativa en mano, y según la explicación de los comisarios (Norris había perdido el 'derecho' al adelantamiento ya que Verstappen había entrado primero en el vértice de la curva antes de que ambos se salieran de pista), pocas dudas caben: la sanción a Norris fue justa. Usar el exterior de una trazada para adelantar es ilegal y, dado que Norris lo hizo, debía ser castigado.
Otro asunto es que, en esta misma acción, Verstappen debería haber sido sancionado y no lo fue. Echar a un piloto de pista está penado con otros cinco segundos de sanción, lo que hubiera sido lo más justo para ambos. Pero ni los comisarios fueron valientes para ello, ni la normativa está adaptada, ni la consistencia entre carreras en sus decisiones invitan al optimismo. Esta polémica sanción quizá le cueste el Mundial a Norris, o quizá no, pero una vez más son los jueces quienes quedan más manchados por una decisión que, de contar con escapatorias de grava por fuera del asfalto, no habrían tenido que tomar.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.