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Se apagan las luces y solo existe un objetivo: llegar primero a la curva. Y, después, también a la siguiente... El fuerte rugido no de uno, sino de varios motores, suena de fondo. Huele a gasolina y a rueda quemada. Tras tomar la AS-17 en dirección a Posada de Llanera y después de unos tres kilómetros, un indicador señala la salida 20. Al fondo, el campo de golf de La Morgal. A su lado, el circuito que lleva el nombre de Fernando Alonso, que apoya al equipo, hoy por hoy, más puntero del kárting mundial -el actual campeón de la categoría OK, el joven brasileño Matheus Morgatto, defiende los colores de DPK Racing, escudería oficial de la fábrica FA-, y que sirve de escenario como semillero para la promoción de jóvenes pilotos en sus primeros contactos con el automovilismo.
«En esto del kárting aún tenemos mucho que aprender. Cuando empezábamos, cuando íbamos a Italia sin grandes presupuestos y con mucho esfuerzo, nos decían que estábamos locos por competir con fábricas y con equipos poderosos. Yo no contestaba, pero pensaba para mí 'el día que no podamos ganar no vuelvo'. Yo creo que todo lleva unos pasos. Tanto para los equipos como para los pilotos», cuenta Pablo Rodríguez, mientras, en la pista, a apenas unas decenas de metros, practican un grupo de jóvenes promesas del equipo que él y su hermano Diego dirigen. «Fuimos pilotos hasta los 18 o 19 años, pero desde niños nuestro sueño fue tener un equipo», afirma porque, más allá del talento, el capítulo económico manda. Y mucho.
«Nosotros venimos de una familia humilde. Mi padre era minero y sabemos el esfuerzo que hizo para comprarnos un kart. Es cierto que a nivel de afición, de disfrutar, el kárting es algo accesible que, quizás, te puedes permitir privándote de otras cosas. Puedes comprar, por ejemplo, un kart de la categoría Mini por 2.500 euros y, después de disfrutarlo y aprender valores como el compañerismo y el sacrificio, venderlo por un poco menos. Pero solo una prueba del Mundial, por ejemplo, cuesta unos 10.000 euros. Una barbaridad», reconoce el copropietario de un equipo de la máxima categoría internacional en el que los dos hermanos no dudan en ponerse el mono de trabajo y que cuenta en su nómina de pilotos, todos de pago, además de con cuatro españoles -uno de ellos de Oviedo-, con jóvenes 'manos' de India, Malasia, Austria, Rusia, Eslovenia, Hong Kong, Alemania...
Los éxitos de Fernando han supuesto un antes y un después en Asturias. A los jóvenes no hay ni siquiera que preguntarles a quién quieren imitar, a quién quieren parecerse ni de quién pretenden seguir los pasos. Para un deporte como el automovilismo, tener o no a alguien luchando entre los 'grandes', sea cual sea la categoría, es determinante. Porque hay, y seguirá habiendo, grandes jóvenes promesas llamando a la puerta. Nombres como el del ovetense Nacho Tuñón, entre otros, que viene manteniendo un hilo conductor en las primeras etapas del motor asturiano, respaldado por otros tantos, como la jovencísima Alba Cueva, que aportan su esfuerzo y tesón en cada prueba.
Todo ello es cierto, pero hay un dato para la preocupación: no hay demasiadas facilidades y sí muros para los pilotos asturianos para competir ya en serio, cuando las nuevas promesas del automovilismo del Principado deben empezar a curtirse con rivales de otras comunidades o países. «A la vez que vas creciendo, vas queriendo hacer campeonatos distintos, de más nivel. Todos sabemos que es un deporte muy caro. Hasta ahora he hecho frente a ello como he podido. Tenemos amigos que nos ayudan, Pablo y Diego nos echan una mano muy grande... Pero este año se complica», explica Rubén Cueva, padre y también 'mecánico' de la joven promesa Alba, que se centrará en 2023 en el nacional y en el regional.
La llegada de Fernando Alonso -campeón del mundo júnior en 1996- dio un vuelco, especialmente cuando se hizo con el Mundial de Fórmula-1 en 2005 y 2006. Abrió una puerta y el kárting asturiano comenzó a ganarse el respeto de sus rivales más allá de la barrera natural que supone el puerto de Pajares. Sin embargo, este crecimiento ha terminado, paralelamente, con diversas frustraciones en un Principado dividido, con un Campeonato de Asturias mermado, con apenas dos pruebas en 2022 -cada una supone unos 1.500 euros en gastos-, y rodeado de competiciones sociales paralelas en entredicho.
Y no solo eso. Competir en kárting no es nada barato. Elevados costes que en muchas ocasiones no pueden ser asumidos por una familia cualquiera. Un kart nuevo de la categoría de Nacho Tuñón para el Mundial, que en el circuito de La Morgal alcanza casi los 140 kilómetros por hora a final de recta, puede costar unos 12.000 euros, una cifra que se reduce a 3.500 para uno de segunda mano. En 5.000 euros está valorada la máquina de Alba, que se puede encontrar desde 1.500. «Lo que más se gasta es en gasolina -una mezcla con aceite-, que también está por las nubes. Un juego de neumáticos para un kart grande cuesta 200 y para uno pequeño 150. Después, si doblas un eje, entre 180 y 150 euros más según la categoría. Las pastillas de freno, otros 50 euros...», explica Pablo Rodríguez.
«En el regional del año pasado hubo catorce niños o así y aquí hay más de quince pilotos que están empezando, que vienen a entrenar, que se están formando. Pilotos hay. Hay cosas que mejorar, pero el problema viene de arriba. Se lo he dicho a la Federación y a los equipos: hay que reducir pruebas del nacional, sobre todo de niños pequeños, y fomentar más las pruebas regionales», afirma Pablo. «Se ve que hay afición por el kárting, pero hace falta trabajarlo, hacer un campeonato que atraiga a pilotos como el de Castilla y León. Y es necesario que alguien lo coja en serio porque hay mucho que hacer», añade Rubén Cueva.
Al principio es una cuestión de diversión. «A nivel regional, el 80% de los pilotos van con sus padres, que hacen de mecánicos, tienen su propio kart, llevan un remolque con las piezas que necesitan...», dice el codirector de DPK Racing. Pero, a pesar de todo, son muchos los que, subidos a esos vehículos que parecen de juguete, adquieren esa pasión por el motor y a unas primeras vueltas le siguen muchas otras.
De hecho, el Circuito Fernando Alonso se ha convertido en epicentro del kárting en el Principado. «Los asturianos tenemos la suerte de contar con estas instalaciones. He estado en muchos circuitos del mundo compitiendo y este es uno de los tres mejores no solo por la pista, sino por las instalaciones, las 'jaulas', los edificios, el 'paddock', su comodidad, su cercanía con el hospital, la disponibilidad de plazas hoteleras...», puntualiza Pablo. «Lo diseñó alguien que sabe», sonríe mientras habla. El derecho a correr y el alquiler de una 'jaula' para el kárting y el material en La Morgal supone una cuota anual de unos mil euros.
Lo más difícil, sin embargo, comienza cuando acaba la etapa en el kárting. Para dar el salto a la competición profesional, entrar en las fórmulas de monoplazas más básicas, hace falta más dinero. Y llegar a la F-1 es un privilegio reservado a muy pocos.
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