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DAVID SÁNCHEZ DE CASTRO
MADRID
Lunes, 7 de diciembre 2020
La igualdad de oportunidades entre los agentes (equipos, pilotos, mecánicos, etc.) de una competición automovilística suele ser garantía de espectáculo. No es necesaria una copa monomarca, en la que todos los coches sean iguales, porque eso no es sinónimo de que se repartan las victorias ... entre todos, sino más bien en la ausencia de un elemento discordante por su excelencia. Piensen en la competición deportiva que sea: sin Marc Márquez, en MotoGP ha habido más de diez ganadores distintos en 2020; sin un Barça o Madrid imparables, la alternativa se abre a otros como el Atlético en la Liga.
La ausencia de Lewis Hamilton es ese elemento discordante en la Fórmula 1. Su primera ausencia en una carrera en los últimos catorce años, y más en concreto en esta era híbrida que es el coto privado de Mercedes, propició una de las carreras más emocionantes del año. En buena medida, porque su equipo falló. Y es que una orquesta perfecta siempre necesita a un primer violinista que dé esa nota más alta con la que los espectadores se estremecen hasta sufrir un 'stendhalazo'. Sin el heptacampeón, la escuadra alemana que nunca se equivoca cometió un error que, en palabras de la propia FIA en su comunicado de la multa de 20.000 euros, «nunca había ocurrido en F1».
¿Cómo se explica que un ejército perfecto de mecánicos e ingenieros que nunca erra el tiro confunda los neumáticos de sus pilotos y monte los señalados para Bottas en los de Russell? La excusa oficial es «un malentendido en las radios», un error más propio de Ferrari, McLaren o Haas que del equipo que no se equivoca casi nunca. O no, al menos, cuando está Lewis Hamilton en la pista.
Lo que sí se puede inferir es que en las carreras en las que o bien Hamilton ha tenido problemas (la sanción del Gran Premio de Italia), o bien no ha estado, el entretenimiento ha crecido exponencialmente. Lo de este fin de semana fue un ejemplo: la expectación por ver si Russell era capaz de batir a Bottas hizo que muchos se levantasen de sus sillas, algo que cuando está el heptacampeón no ocurre, porque ha demostrado infinidad de veces que está a eones luz del finlandés.
En este contexto, la mala suerte se cebó con Russell. ¿Habría sufrido un pinchazo Hamilton? Nadie lo sabe, pero lo cierto es que entre las grandes virtudes del heptacampeón está la de la gestión de los neumáticos. Incluso suele sobreestimar el desgaste para cubrirse en caso de un eventual pinchazo o reventón, máxime después de lo que le pasó en Silverstone, donde acabó ganando a tres ruedas. Russell se preguntó al principio de la carrera si estaba pisando demasiado los pianos y por dónde los pasaba Bottas, algo que estudiarán en Mercedes. ¿Fue en ese arreón final donde el joven británico forzó demasiado y pinchó? A efectos prácticos, poco importa ya. ¿Habría ganado a Sergio Pérez sin ese problema? Quién sabe: una cosa es alcanzar y otra bien distinta adelantar.
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Más allá del resultado final, el camino que ha emprendido Russell este fin de semana le conduce inexorablemente a lo más alto. Mercedes ha comprobado 'in situ' que tiene un potencial campeón del mundo, no solo para sustituir a Bottas (que se está 'barrichelizando' a una velocidad inusitada), sino para convertirse en un eventual líder del equipo para cuando Hamilton no esté. Ese escenario puede producirse mucho antes de lo esperado, y no solo en Abu Dabi, donde el heptacampeón tendrá que dar negativo en un test PCR si quiere correr.
Se da por hecho que Hamilton y Mercedes llegarán a un acuerdo para la renovación de su contrato para 2021, al menos, pero el contexto actual invita a ser muy poco optimista en este sentido. O el piloto se baja notablemente sus emolumentos (cobra más de 50 millones de euros netos), o el gigante alemán tendrá que sacrificar parte de su proyecto empresarial en otros puntos. Russell sale notablemente más barato, como es lógico de un piloto en cuyo palmarés solo tiene los tres puntos logrados en Sakhir, y seguro que a Williams les pueden compensar de alguna manera para romper los no tan pétreos contratos que tienen firmados.
Más allá del futuro, en el presente ha quedado demostrado que por el bien del espectáculo, es necesario que Hamilton empiece a pensar en su retirada. Si Bottas se está convirtiendo en un irrelevante segundón, al actual emperador le está ocurriendo lo que le pasó a Michael Schumacher: de tanto ganar está dejando sin oportunidades al resto. Y no hay nada más erosionante para la afición que ver constantemente al mismo vencedor.
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