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Laura Pire lleva navegando desde los 16 años. Comenzó con un curso del Patronato Deportivo Municipal de Gijón y ya no abandonó una afición que aún mantiene. Hasta hace una década salía sola a la mar con su laser, una pequeña embarcación «muy técnica» con capacidad para un único tripulante. Al inicio de uno de esos viajes se encontró con un grupo de personas en silla de ruedas que estaban accediendo con grúa a un pequeño velero deportivo. Les acompañaba, como apoyo, una lancha a motor. Un poco cansada de la soledad de la mar, les pidió permiso para sumarse al grupo con su laser. «Ahí empezó una amistad con un grupo de personas que viven la vela como una celebración», sostiene.
De esa camaradería salió una petición, la de que acompañara a una mujer con discapacidad en una competición. «Quedamos terceras», rememora. Fue su primera incursión en un torneo de vela inclusiva, una disciplina poco conocida en Asturias que permite a cualquier persona salir a navegar en un velero de competición. La vela inclusiva se desarrolla, fundamentalmente, con un barco concreto, el Hansa 303. Se trata de una embarcación que cuenta con la garantía de que no va a volcar y que se puede tripular con una sola mano. Esta modalidad deportiva está destinada a todo tipo de público, desde niños a personas de la tercera edad. Pero también a aquellas que tienen algún tipo de discapacidad. Cuando se trata de la modalidad competitiva, la única condición que hay que cumplir es que una o las dos personas que tripulan la embarcación cuenten con algún tipo de discapacidad. «El campeón de Europa de vela inclusiva es un hombre con una tretraplejia que solo mueve una mano».
Laura Pire tiene ya un compañero de embarcación estable. Se trata de Manuel Barbón, un economista de Grado que tiene una discapacidad. Juntos, acaban de proclamarse campeones de Asturias en una competición que cuenta con cuatro copas. «Hicimos bronce en Avilés y Candas, oro en El Puntal y plata en Gijón», explica.
A nadie le amarga ganar una competición. De hecho, Laura Pire y Manuel Barbón ya piensan en la posibilidad de acudir al Campeonato de España. Pero de lo que más disfruta esta experta regatista es de la compañía. «La amistad es una cuestión que surge. En una embarcación como esta en la que vamos dos personas tumbadas hay que tomar decisiones rápido, ser contundente, pero cuando se forma la amistad es para siempre».
Laura Pire colabora con fundaciones para tratar de acercar esta disciplina a más personas con discapacidad. Aunque su grupo más habitual es el de la competición. «Ahora ya hay tripulaciones que funcionan, todos sabemos y tenemos pareja. Las tripulaciones son muy sólidas y las regatas se disputan a muerte».
La seguridad en este tipo de navegación es clave. Cada vez que una Hansa 303 se hace a la mar sale acompañada de una lancha de apoyo por si hubiera cualquier tipo de problema. «Esto lo hago egoístamente. Voy segura y nos echamos unas risas». Aunque la práctica de esta modalidad deportiva no es del todo accesible. La barrera, el precio de los barcos. «Son embarcaciones muy caras, muchas están vinculadas a fundaciones. En Gijón hay tres, dos reparadas con fondos de la Fundación Monasterio y otra más que donó el Principado».
Otra de las cuestiones de las que disfruta, y mucho, Laura Pire es de un ambiente que dista mucho de la imagen elitista que tiene la vela. «Aquí vales por lo majo que seas, eres mi colega porque navegas conmigo y nos llevamos bien. De lo que se trata es de ser compañero y las reuniones después de navegar tomando una cerveza son una gozada».
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