De izquierda a derecha, Quique Berrocal, su hijo Javier Berrocal y su padre Henry Berrocal, en la zona de Quinzanas (Narcea). JORGE PETEIRO

Dos siglos a la caña

Tres generaciones de ribereños comparten su preocupación por el futuro del salmón y creen que deben tomarse medidas

J. L. CALLEJA

ARRIONDAS / PANES / CORNELLANA.

Sábado, 13 de abril 2019, 02:55

Abuelos, padres y nietos. La tradición de la pesca del salmón se transmite de unas generaciones a otras. El origen es muy antiguo y en el Narcea se remonta incluso al siglo XVI. Pero fue a partir de 1926 cuando, con la irrupción del campanu ... de cada río, el primer ejemplar del año, adquirió mayor auge a todos los niveles.

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Los denominados ribereños son los pescadores que, por su conocimiento, dominan las zonas fluviales en las que habita. A orillas del Sella podrían citarse varias sagas como los Molineros, los de la Pina y los Mori Cuesta, entre otros. Pero en Arriondas, los Barqueros están entre los más respetados en el río por su experiencia.

José Luis Gutiérrez Soto 'Pepón, el Barquero' sigue en plena forma a sus 78 años y no faltará mañana a la cita de la apertura de la temporada. Comenzó a ir al río de niño (10 años) con su padre, Luis, y cuenta que «de aquella los salmones daban 'muches perres'». Echó a tierra el campanu de 1978 y desvela que «se me escapó por poco el de 1984». Considera que, para cogerlo hoy en día, «hay que tener mucha suerte». Sobre la supervivencia de la especie dice que «la enfermedad de los años ochenta y los depredadores son las principales causas por las que hay menos salmones».

Su hijo, Pepe Gutiérrez Martín, de 50 años, es de la misma opinión, al igual que su primo, Javier Gutiérrez Cuadriello, de 48 años, quien añade que «la pesca en alta mar también perjudica mucho». Los dos ribereños parragueses esperan que José Gutiérrez Iglesias, de 12 años, hijo de Pepe, «pueda seguir pescando muchos años». Son optimistas de cara al futuro, porque tienen claro que los jóvenes son conscientes de los problemas que tiene el salmón en la actualidad.

A orillas del Narcea también hay insignes ribereños que conocen todos los secretos de esta valorada especie. Enrique Luis Berrocal Medina 'Henri', de 72 años y conocido fotógrafo en Pravia, es uno de los históricos de este río. Fue de menos a más. A los cinco años iba a coger piscardos al río Aranguín. Pero con la pesca de la primera trucha incrementó su afición, «porque era un pez de mayor tamaño. Luego, con 18 años, fui al Narcea, vi cómo se pescaban salmones y me dije a mí mismo que merecían la pena por su tamaño». Es sabedor de que hace años salían muchos más, «porque hay factores en contra como la contaminación y los cormoranes» y que ahora «no queda otra que repoblar, porque se destruyeron muchas zonas de desove, que son vitales». También opina que ahora, el campanu «es una lotería, porque van cientos de personas al río. En mi juventud no había tanta gente». Su hijo, Quique Berrocal, de 47 años, recuerda que ya «pescaba con solo tres o cuatro años, pero con el paso del tiempo, sobre todo, desde que entré en la Asociación de Las Mestas -de la que es presidente-, me interesé más por la supervivencia de la especie». En este sentido, el destacado pescador praviano, que echó a tierra más de un campanu, señala que «ahora prefiero no 'matarlos' porque soy consecuente con mis ideas de que hay pocos y debemos protegerlos». La tercera generación de los Berrocal está representada por Javier, de solo 12 años. Su padre asegura que «no tiene esa afición de coger la caña e ir al río, sino que se interesa mucho por la protección de la especie y le encantan los temas relacionados con ello como el 'Proyecto Arca'».

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Por su parte, Modesto Sotres Cuesta, que hará en mayo 85 años, lleva toda su vida en la ribera del Cares, «donde ya en el año 1954 pescaba truchas con mi primo». Conocedor del problema que tiene el salmón en la actualidad, es partidario de «vedar el río dos o tres años, porque no hay otra forma de que se recupere». Cerca de su casa, en El Mazu, el domingo estará en la apertura en la zona de El Cigarrillo, en Narganes, donde nació. «Creo que habrá campanu, sino mal asunto», afirma.

Su hijo, Roberto Sotres Muñiz, de 53 años, es pesimista, «porque antes se veían muchos salmones, pero no hay. Los depredadores pueblan ahora el río, pues ahora vas por Panes y ves nutrias y cormoranes». El pescador de Narganes tiene claro que «no podemos perder el recurso de la pesca; antes venía mucha gente del País Vasco y otros sitos que dejaba mucho dinero».

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Pablo Sotres Cuesta, de 15 años, junto con su primo Víctor Calleja, de 9, toma ahora el relevo de su padre y de su abuelo. «Como no se tomen soluciones, parece que no van a disfrutar como mi padre y yo», concluye Roberto Sotres.

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