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La vida puede cambiar en una milésima de segundo. «En menos que dura un chasquido», puntualiza Luis Feliz. Nacido en Villalpando (Zamora), pero con familia materna asturiana, este maestro de Educación Física, que imparte clases en el colegio público Los Pericones, se recupera ... de una trombosis cerebral que sufrió el pasado mes de enero.
2020 no comenzó como esperaba. Todos sus deseos quedaron en un segundo plano cuando, a mediados de febrero, recibió la noticia. «Tras hacer una resonancia magnética me dijeron que había sufrido una trombosis cerebral venosa», recuerda. Su primera reacción fue pensar en su esposa y en su hijo. «Pasé miedo y también muchos nervios, no me podía explicar el motivo de haber sufrido una trombosis».
La alarma saltó a finales de enero. Tres semanas antes de conocer el diagnóstico. «Empecé con una bronquitis muy fuerte que me pilló el pecho. Estuve quince días de baja», explica. Nada más recuperarse se fue de excursión con el colegio a la nieve. «Estuve bien. Tuve alguna molestia al dormir, pero pensé que era por la altura», apunta. Los dolores por la cabeza comenzaron de manera leve.
No fue hasta el 18 de febrero cuando decidió acudir a urgencias. «Pedí al jefe de estudios que me dejara ir al hospital», afirma. Primero le diagnosticaron migrañas, pero el dolor no cesaba. «Tuve que volver para que me hicieran más pruebas y me dijeron que tenía sinusitis. Tras trece días sin dormir me derivaron al neurólogo. Fue el que me detectó la trombosis», recuerda.
Sin secuelas
Un fino bigote cubre su labio superior. Con una taza de café en la mano cuenta, con tranquilidad, sus últimos meses. No sufre ninguna secuela. Sigue siendo el mismo que el de hace un año, aunque sus pensamientos y prioridades son otras. Es lo que tiene ver cómo la vida se pude ir en un suspiro. «Me encanta el deporte, siempre ha estado presente en mi día a día y pensar que me podía haber quedado paralizado fue algo que me marcó mucho», subraya mientras recuerda los peores meses de sus 41 años.
A día de hoy se encuentra «más fuerte que nunca». Sus cifras semanales indican que se encuentra a un gran nivel competitivo. En siete días nada entre 10.000 y 15.000 metros, rueda entre 400 y 900 kilómetros y corre algo menos de 40 kilómetros porque «la carrera a pie hace que me lesione mucho, por lo que suelo trabajar la técnica».
Pero también tuvo un momento de debilidad. Este se produjo cuando estuvo encerrado en casa debido a la bronquitis: «Entré en un bajón mental y emocional que hizo que descuidara la dieta. Llegué a pesar 82 kilos cuando ahora estoy en 67 kilos».
En una de las situaciones más complicadas de su vida, le tocó dar lo mejor de sí para salir adelante. Lo consiguió y ahora tiene el gran objetivo de «ganar el Ironman de Hawái en mi categoría».
Una pequeña sonrisa se le dibuja en la cara cuando escucha la palabra Hawai. Tiene ganas de volver. Luis Feliz ya sabe lo que es cruzar la línea de meta de la cita por excelencia del triatlón. Lo hizo en 2016 con una vértebra rota. «Competí con una faja, pero me sirvió para disfrutarlo de otra manera. Ahora ya me toca ir a por todas», destaca.
Su objetivo es ambicioso, pero tiene claro que «la carrera me pondrá en mi sitio». La dedicación a los entrenamientos es total. Cada mañana mete su vida en el coche. «Cuando me paro a pensarlo me doy cuenta de que es una locura», explica. Su locura comienza a las seis y media de la mañana. Madruga para intentar sacar un entrenamiento antes de comenzar su jornada laboral. «En el maletero meto la bici, la mochila con el neopreno, la comida, la merienda y a veces hasta la cena porque me voy de casa a las siete y no vuelvo hasta las ocho de la tarde», indica pensativo.
Además de los exigentes entrenamientos que día a día completa, Feliz no descuida el gran desembolso que tiene que hacer para poder competir en Hawai: «Hablamos de 5.000 euros solo para ser uno más de la prueba. Luego hay que sumar todo lo que gaste allí».
Busca patrocinadores que le ayuden en su aventura y, mientras tanto, su mujer confecciona llaveros y carteras del Ironman Hawái para venderlos a 5 y 10 euros, respectivamente. Cualquier ayuda será bienvenida en la familia Feliz.
Salud y kilómetros
La vida le ha dado una nueva oportunidad y Luis no piensa desaprovecharla. La familia es su gran prioridad y con ella viajan sus bicicletas, su traje de neopreno y sus zapatillas para correr. Un lema le acompaña en su aventura: salud y kilómetros.
«Se lo deseo a todo el mundo. Primero, que tengan salud y, luego, que hagan kilómetros. De la manera que quieran y en la dirección que deseen. En el sofá, leyendo, viajando o haciendo deporte», expone. La salud, tras un bache, le acompaña. Y sus kilómetros tienen dirección. Hasta el próximo 6 de febrero de 2021 –inicialmente iba a ser el 10 de octubre de 2020–, su cabeza estará puesta en Hawái. Allí le esperan 3,800 kilómetros a nado, 180 en bicicleta y 42,198 a pie.
Dos días después de la prueba cumplirá 42 años. La línea de meta le espera. Sus ganas de vivir le ayudarán a cruzarla.
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