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JOSÉ MANUEL ANDRÉS
Martes, 12 de febrero 2019, 23:48
Katelyn Ohashi está de vuelta. La gimnasta estadounidense se ha convertido en un fenómeno mediático en todo el mundo por su inspiradora historia de superación personal. Abandonó la competición de élite ante el exceso de presión y los problemas de lesiones e incluso ... de alimentación, pero nunca dijo adiós del todo a la que es su gran pasión.
Justo un mes después de deslumbrar al mundo con una actuación de 10, alcanzó de nuevo la perfección para el jurado con un ejercicio de suelo marcado por su estilo heterodoxo y alegre, una mezcla entre técnica y baile al ritmo de hitos musicales de los Jackson 5 o Tina Turner. Lo hizo en su ciudad natal, Seattle, donde ante 7,228 espectadores, entre ellos muchos de sus familiares, ayudó a los Bruins de la Universidad de California (UCLA) a imponerse a la Universidad de Washington para mantener así un balance inmaculado de 8-0 en la temporada.
Ohashi se ha convertido en un fenómeno mediático en todo el mundo. Cuando era una júnior, se atrevía a desafiar a su compatriota Simone Biles (Columbus, Ohio, 1997), la ahora reina indiscutible de la gimnasia con cuatro oros olímpicos y catorce preseas doradas mundiales, a la que derrotaba con asiduidad. De hecho, en la primera competición en categoría absoluta para ambas, la American Cup de 2013, Ohashi se impuso una vez más a Biles. Todo estaba de su lado para desarrollar una carrera de época. Sin embargo, ese deporte profesional que hace soñar cada día a millones de personas en todo el planeta también es un tirano cruel, capaz de quebrar a una adolescente que dedica su vida entera a la gimnasia desde los tres años.
La presión de la competición de élite en una etapa fundamental del desarrollo físico y personal comenzó a hacer estragos en Ohashi. En ese mismo 2013, una lesión en el hombro la alejó de la competición durante varios meses. Una pesadilla que se repitió al año siguiente con una dolencia en la espalda que la obligó a pasar por el quirófano y a dejar la competición de primer nivel en 2015, cuando apenas tenía 18 años. Las exigencias derivadas de la práctica de la gimnasia de élite causaron además problemas de mayor calado en la vida de la joven, que sufrió un severo desorden alimenticio provocado por las presiones de los nutricionistas del equipo nacional estadounidense para mantenerse por debajo de un determinado peso y cumplir con ciertos estándares de belleza.
Decidió entonces refugiarse en sus estudios de Sociología en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA), una nueva aventura alejada de los tatamis donde se deciden las medallas más prestigiosas que aprovechó para compaginar la vida académica con la gimnasia a un nivel más modesto. La competición universitaria revivió en su interior esa ilusión propia de la infancia en la que no importa competir por ser campeón nacional o por ser el mejor del instituto, sino emocionar al espectador. Ese es el leitmotiv que explica el fenómeno viral en el que el ejercicio perfecto de Ohashi en la Collegiate Challenge del pasado fin de semana se ha convertido.
Más allá de las críticas que muchos especialistas han vertido sobre un ejercicio de suelo que combina la técnica con elementos menos ortodoxos como el baile o los temas musicales de Michael Jackson y que por tanto es incomparable con la pureza de la gimnasia de Biles, lo realmente importante es que el espectáculo ha conseguido traspasar fronteras, contagiar de su ritmo y optimismo a millones de personas y erigirse en un auténtico ejemplo para esa gran mayoría de niños y adolescentes que sueñan con ser campeones y a los que la competición de élite cierra sus puertas sin que ello extinga el amor que sienten por su deporte.
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