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Donde otros ven riesgo, Anselmo Menéndez ve disfrute y superación. Donde ahora se ve moda y novedad, él sólo siente nostalgia de otros tiempos en los que la montaña era cosa de unos pocos aventureros. Este cubano de nacimiento y avilesino de adopción desde que llegó con once años de edad, recibirá esta tarde (Casa de Cultura, 20 horas) en la entrega de los premios Tiempo de Deporte en Avilés el reconocimiento a su trayectoria como uno de los pioneros en muchas de las disciplinas deportivas relacionadas con la montaña.
«Lo hice todo. Lo que hace la gente joven ahora ya lo hacía yo en los años 70, escalada en hielo, en roca, esquí de montaña, parapente...». Anselmo Menéndez Ruiz, 'el cubano', mira atrás con un punto de nostalgia y de asombro sobre lo que hacía para entregarse a su pasión por la montaña sin dejar de lado sus obligaciones cotidianas.
Anselmo, de padre asturiano (de Coyanca, en Carreño) y madre cubana, llegó a casa de sus tíos en Avilés en 1962 y desde entonces ha pasado casi tanto tiempo en la montaña como en su casa. No era fácil en aquella época practicar unas disciplinas que ahora son muy populares, pero que entonces eran cosa sólo de unos 'locos' que ni siquiera podían asegurarse con arneses y se echaban una cuerda a la cintura como única esperanza en caso de que algo fuese mal. «Teníamos que ir a comprar material a Andorra o a Chamonix », recuerda.
A Anselmo le gustaba la aventura «desde niño, porque me crié en el campo». En Avilés no era fácil compaginar la montaña con las obligaciones que emprendió con 17 años en la tienda de textil de sus padres en la calle de La Cámara: «Era a base de no dormir, llegábamos de madrugada a la montaña los sábados por la noche, hacíamos diez o doce horas los domingos y de vuelta a casa para trabajar el lunes».
De formación casi autodidacta, pronto encontró en el concejo de Quirós su oasis particular. «Había una escuela de escalada y esas paredes son las que nos enseñaron a escalar, nos juntamos todos y aprendimos. En el año 1970 fue una explosión de alpinistas, en el 71 se hicieron seis cordadas y en el 73 la cara oeste del Urriellu», destaca. Eran otros tiempos en los que la mítica cima asturiana era sólo cuestión de unos pocos. «Teníamos unos amigos de guardas e igual se pasaban el mes de mayo sin subir nadie. Ahora hay tres turnos para comidas», añade Anselmo con humor.
El montañero cubano-avilesino realizó numerosas escaladas entre los años 70 y 80, entre las que destacan las aperturas de nuevas vías en cimas de Picos de Europa y la Cordillera Cantábrica. A nivel internacional también hay que reseñar su participación en el primer intento español de ascenso al legendario Fitz Roy por la vía de los ingleses, en Patagonia. Realizó las grandes rutas de esquí de montaña de Asturias, entre las que destaca la primera travesía integral de la Cordillera Cantábrica. Su actividad de skimo le llevó a los Alpes y se convirtió en el primer asturiano en realizar la mítica travesía Chamonix-Zermat entre Francia e Italia.
Cuando apenas practicaban parapente media docena de personas en España, Anselmo Menéndez sumó a su larga lista de hitos el de ser el primero de un grupo de aventureros en saltar desde la cima del Picu Urriellu en 1989. «Tuvimos suerte que los profesores de parapente venían del ala delta y sabían de vientos, corrientes, aires... Si no, nos matamos todos, y aún así caímos todos. Yo tuve una caída desde siete metros y me rompí tres vértebras», advierte sobre el riesgo de esa disciplina deportiva que aún estaba en desarrollo. A pesar de todo, el cubano repitió saltos en diversas sierras asturianas y en cordilleras extranjeras, donde también destaca su ascensión al Nevado Ojos del Salado en los Andes.
La conciliación familiar y laboral le hizo muchas veces bajar el ritmo de su pasión por la montaña, pero, como él mismo recuerda, «cada vez que lo dejé, tuve que volver», y así la rutina de ir a la montaña, «sobre todo para hacer esquí», nunca la ha abandonado.
Aunque la vida se le puso cuesta arriba a Anselmo Menéndez con 64 años, su espíritu deportivo y su carácter risueño y afable le han permitido ascender la 'cumbre' más complicada. «Me reí del cáncer linfático, porque iba de monte igual entre quimio y quimio. Pero las defensas me bajaron a cero y eso es lo que estoy pagando ahora», relata mientras espera completar su recuperación al 100%. «En cuanto me den una tarde libre del tratamiento, empiezo», avisa.
Mientras, recibirá hoy el aplauso del deporte avilesino con un premio que, según asegura Anselmo, «no me esperaba. Le dije al concejal que a mí no me pueden comparar con gente como Dacal –sonríe–, pero luego ya me explicó cómo funcionaba y me hace ilusión, porque además también está Pablo Artime y siempre tuve mucha amistad con su padre, que era viajante».
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