Secciones
Servicios
Destacamos
EDUARDO ALONSO
Domingo, 22 de enero 2023, 02:49
Dicen los que saben de esto que la embarcación de K-4 es algo así como un matrimonio bien avenido. Un engranaje afinado. Un reloj suizo. Tic, tac. La especialidad más técnica del piragüismo. Saúl Craviotto, el timonel, la experiencia, situado el primero de la embarcación, de sus compañeros. Y, ya fuera del agua, nunca muy lejos de ellos, observa siempre, de cerca, el luanquín Miguel García. El entrenador imprescindible en todos los éxitos que han convertido el piragüismo español en otro deporte fetiche en la historia de los Juegos Olímpicos.
Y es que a Miguel García, que cuenta con un equipazo, no le gusta el ruido, aunque no oculta esa sonrisa divertida del que recuerda todas las batallas. Las perdidas y las ganadas. Desmintiendo esa impresión de estar de vuelta de todo, la cara de seleccionador se ilumina cuando habla de piragüismo y de sus deportistas. Lo mismo, lo mismo, que hacen estos últimos sobre él.
«Mucho se habla de mis cinco medallas olímpicas, pero ¡qué sería de mí sin él! El mejor entrenador del mundo y una de las personas más nobles, honestas y buenas que conoceré jamás». Un mensaje que Saúl Craviotto, con ese aire de normalidad propia del piragüista asturiano de adopción, mandó al mundo sobre su entrenador a través de las redes sociales tras su último golpe: su medalla olímpica en Tokio 2020.
Orgullo de Miguel García, el responsable del grupo de palistas que trabaja en Trasona, el 'alquimista' de esta fórmula de éxito que cada año, cada temporada, cada competición, disipa cualquier duda, Saúl Craviotto presume de paciencia, inteligencia y aplomo. Es el director de orquesta de su embarcación. Pero sabe que fuera de ella manda la figura de Miguel García.
Uno y otro presumen de amistad desde hace más de veinte años. Se conocen desde el Mundial Júnior de 2001. «Estamos muy unidos, nos conocemos como hermanos», explica el piragüista desde Sevilla, donde se encuentra concentrado el equipo nacional. «Hemos pasado de todo. Cosas buenas y cosas malas. Nuestro deporte tiene mucha convivencia en grupo y tenemos una relación estrecha», asegura, por su parte, el entrenador. El vínculo entre Saúl y Miguel trasciende de la que se establece entre un entrenador y su técnico. «Es una persona seria y de compromiso, pero, a la vez, es buen cabroncete, tiene ese chispa que hace falta en los equipos», apunta con cariño el luanquín.
«Nos íbamos a concentrar en Sevilla al día siguiente y quería entregarle un detalle antes del día de Reyes. Le pregunté que si quedábamos a comer y me respondió que no podía ir por motivos personales. Yo insistí. Le dije que me iba a caducar, que se iba a estropear», afirma, con una sonrisa, Saúl Craviotto, quien predica el liderazgo desde la mesura. «Me dijo que pasaba por mi casa en un rato porque que se le estropeaba», afirma el técnico. «¡Vaya cabronazo!, añade entre risas.
Aquel 'detalle' era un cuadro, con fondo blanco, enmarcado, con las réplicas de las cinco medallas olímpicas de quien ha logrado subir cada competición su motivación máxima a una embarcación: los dos oros de Pekín 2008 y Río 2016, las dos platas de Londres 2012 y Tokio 2020 y el bronce de Río 2016.
«Cuando lo abrí, comencé con una llorera tremenda. Sí, sí, soy muy llorón. Me dijo que las merecía tanto como él, que le gustaría que las tuviera ya que a los entrenadores solo nos queda el recuerdo de los éxitos, pero no tenemos ese físico para acordarnos que, en cambio, sí tienen algunos entrenadores de otras disciplinas», hace hincapié Miguel García.
«Lo tenía en mente», explica el piragüista cuando se le pregunta por las motivaciones de dicho gesto. «Me parecía injusto que los entrenadores no reciban nada. Los que nos llevamos la fama en los Juegos somos los deportistas, mientras que los entrenadores permanecen en un segundo plano», se lamenta el piragüista.
No fue, en cualquier caso, un proceso sencillo. Entre otras razones, por la seguridad de las propias preseas. «Me costó mandarlas porque no son un objeto más, con un valor económico, sino que tienen un gran componente sentimental. Estuve varias noches sin dormir», reconoce. Tranquilo, ya con ellas en la mano tras su envío a una tienda especializada de Valencia, las enmarcó en un establecimiento de Gijón y entregó el resultado a una persona que define como «un chavalote con mucha energía».
El regalo aún no tiene destino, ni lugar donde colgarlo. Tanto Miguel como Saúl y sus compañeros se tuvieron que desplazar casi inmediatamente a Sevilla, escenario estos días de la concentración del equipo español. «Pero le voy a buscar un lugar de privilegio», afirma el técnico español.
A Miguel no le gusta levantar la voz. Incluso en los entrenamientos, aunque no para de dar instrucciones, su voz no se convierte en la protagonista principal atronando desde la embarcación de apoyo a la embarcación de los deportistas. «Pone orden, pero sabe cuándo sacarlo y cuándo guardarlo, descansa y aflojar. Ahora que estamos acelerando, nos da caña, pero sus formas son buenas», apunta en la conversación Saúl Craviotto.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.