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María Suárez
Miércoles, 27 de febrero 2019, 15:25
Desde que la gimnasia acrobática fuera incluida en la Federación Internacional de Gimnasia en 1999, esta disciplina –nacida un cuarto de siglo antes– no ha hecho más que crecer. Dicen que hay amores a primera vista y el de Estíbaliz Azpiazu con 'el Acro' fue tal que así. Esta asturiana descubrió la práctica acrobática en 2012 mientras estudiaba en la Facultad de Deporte de Granada y, tres años más tarde, trasladó su amor por esta gimnasia a 'la tierrina'. Junto con Jesús Conejero formó el que hoy es el único club de gimnasia acrobática del Principado: el Acroastur.
«Veníamos del baile y nos encantó. Adquirimos experiencia y quisimos crear un espacio donde compartir nuestra pasión», recuerda la entrenadora. Una de sus metas personales es dar visibilidad a una disciplina «muy completa» que trabaja desde valores como el trabajo en equipo, la autoexigencia y el compañerismo, hasta aspectos técnicos como el equilibrio, la fuerza o el ritmo. «Una de las motivaciones que me mantiene activa es tratar de extender esta gimnasia. A este deporte le sobran valores y le faltan practicantes», hace hincapié Estíbaliz Azpiazu.
Con categorías desde alevines hasta sénior, la gimnasia acrobática se puede desarrollar tanto en parejas como en grupos y tiene una de sus particularidades más características en los ejercicios piramidales en los que los gimnastas trabajan en equipo. «Las figuras humanas son una manera de hacer arte con el cuerpo y no requieren elementos externos. La ejecución dura dos minutos y va con acompañamiento musical. Hay que dominar todos los elementos y hacerlo con una sincronización perfecta», ilustra la entrenadora asturiana.
El Acroastur, con sede en Gijón, tiene un doble objetivo. Por un lado, formar a atletas veteranos como entrenadores y, por otro, dotar de una buena cantera de gimnastas a la región. «Tratamos de ser originales y creativos, somos valientes y luchadores en los ejercicios, como buenos asturianos. Primero se trabaja la coordinación o la preparación física y luego la técnica específica: acrobacias, equilibrios, agilidad y figuras estáticas y dinámicas», explica Azpiazu.
Como todo club joven de una disciplina minoritaria, competir supone mucho esfuerzo de la propia entidad, de las familias de los gimnastas y de alguna inyección económica de empresas privadas. La recompensa, representar a Asturias allá donde van, acaba siendo «una gran motivación». En ese ambiente «sano, natural y donde la base es la confianza», Estíbaliz disfruta especialmente con los más pequeños del club gijonés.
«Son esponjas, solo hay que transmitirles entusiasmo para que se concentren, porque a ellos les encanta aprender por muy difícil que sea la tarea. Lo mejor es ver cómo se nutren de los mayores y cómo estos potencian así su autoestima y seguridad», apunta la gimnasta. Para Estíbaliz, un deporte como la gimnasia acrobática, en la que se trabaja sin distinción de edad o sexo, es, sin duda, el escenario idóneo «para formar a los adultos de cualquier sociedad».
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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