Roxana Popa (d) y María Paula Vargas.
POlideportivo

Sangre foránea para impulsar la gimnasia española

Rayderley Zapata, Roxana Popa y María Paula Vargas aportan sus raíces dominicanas, rumanas y venezolanas a las selecciones de artística que competirán en los Mundiales de Glasgow

Javier Bragado

Jueves, 22 de octubre 2015, 12:52

El trabajo del seleccionador de gimnasia artística en España se equipara al de los recolectores de setas en verano. «En España siempre pecamos de lo mismo: falta de gente haciendo gimnasia. En los últimos campeonatos hacíamos fila con Rumanía, que tenía 14 atletas, en Alemania contaban con dos equipos y nosotros estamos justitos. Es el problema. Eso da menos cantidad y menos calidad», explica Fernando Siscar, el técnico del equipo masculino. Sin embargo, en los últimos tiempos la tarea se ha facilitado gracias a la inmigración que ha nutrido España de más jóvenes en distintas disciplinas. «Ahora hay que ir cogiendo lo que tenemos y suerte es que hay mucha variación», abunda Lucía Guisado, entrenadora del equipo femenino que debuta este viernes en los Mundiales de Glasgow. Así, en el conjunto masculino destaca Rayderley Zapata (Santo Domingo, República Dominicana, 26 de mayo de 1993), medalla de oro en la especialidad de suelo en los ejercicios de Bakú, y en el femenino Roxana Popa (Costanza, Rumanía, 2 de junio de 1997) y María Paula Vargas (Valencia, Venezuela, 13 de octubre de 1993), dos talentos frenados por las lesiones.

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Curiosamente, el punto en común de los tres atletas se encuentra durante su infancia en la necesidad de sus padres de canalizar sus energías. «Si no fuera por la gimnasia no sé qué habría hecho mi madre conmigo. Me hubiera tirado por la ventana y gritado 'vete a correr al parque'», reconoce Popa. «Me metieron en la gimnasia porque era un mono. Mis padres pensaron: 'Si se cae, que se caiga en blandito'», cuenta con tono jocoso Vargas. «Hubiera sido imposible en República Dominicana que me dedicara a la gimnasia. Allí estaba bastante loco. Siempre estoy a mi bola, pero allí bastante más. En Canarias mis amigos me decían que no me apuntara, que era de mariquitas, pero yo quería hacer mortales, saltar y hacer el cabra», se suelta Zapata para secundar la idea de que la disciplina de las rutinas y ejercicios encauza sus instintos.

«Nosotros siempre hemos tenido de todo, pero desde que vino 'Ray' con muchas ganas... es muy alegre y siempre se transmite. Siempre es mejor una sonrisa en el gimnasio que una cara gris», reconoce Siscar sobre las peculiaridades de su pupilo. «Cuando venimos aquí intento dar el máximo de mi alegría con mi música, bailando, haciendo bromas y eso aporta un punto positivo a mis compañeros. A veces venimos un poco cansados y me dicen que ponga música. Hay otro ambiente, no el de estar día tras día tan concentrados, tan serios y a veces hace falta un poco de cachondeo», justifica Zapata, el caribeño que pincha bachata, salsa o reggaeton entre acrobacias y flexiones. «Aquí a la que miras para un lado o para otro está uno bailando o haciendo el tonto», descubre después de que se le escape otra carcajada. En esa faceta de elegir el hilo musical también es el sucesor de Gervasio Deferr, el triple medallista olímpico que le descubrió y le reclutó desde Lanzarote. Hoy, Zapata sigue sus pasos en la prueba de suelo y salto, con galardones internacionales en su relativamente corta carrera. 

Respecto a lo que sus raíces pueden aportar a la gimnasia española, los seleccionadores prefieren detenerse más en su personalidad. «Las condiciones físicas de María Paula son las que tiene por naturaleza pero la base deportiva la adquirió aquí. Roxana sí tiene una mentalidad más de las rumanas pero las dos están muy metidas aquí, no están recién llegadas. Además, las rumanas son 'menuditas' y Roxana es fuerte y potente. Se sale de esa línea. Yo lo llevo más al terreno de cabeza, al intelectual. Su forma de sentirlo es más de ganar, de triunfar», analiza Guisado.

«Rumanía es un país con mucha tradición 'gimnástica' y mis padres han hecho deporte y saben lo que conlleva llegar agotada, que no puedo más, que me han echado la bronca, que no me sale, que me estreso, que me agobio... Si hubieran sido un tipo de padres de 'no pasa nada, déjalo'... Mi madre, al contrario, me daba caña antes de las competiciones para que liberara ese estrés, esos nervios», reconoce Popa en el momento más emotivo de su exposición. «Se complementan una a la otra y aportan madurez. María Paula es muy independiente. No le gusta mucho ser la líder pero hace un poco de nexo de unión entre los entrenadores y el resto del equipo porque nos conoce más y porque su madurez por su edad da una visión un poquito diferente de las situaciones. Lo que a las más jóvenes les puede parecer un mundo ella lo ha superado. Roxana es todo lo contrario, es más líder. La gusta dirigir, ser el centro porque quiere serlo. Lo tiene muy claro, siempre ha dicho 'yo voy a ganar una medalla'. Es una persona que quiere más, que no se conforma. Si todas luchan por ganar a Roxana y Roxana porque no la ganen todo el grupo mejorará», completa la preparadora.

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Desde este viernes los tres deportistas recolectados competirán en los Mundiales en Glasgow. El objetivo es clasificar a cada equipo entre los dieciséis mejores del mundo para sacar billete para el preolímpico, toda vez que los pasaportes directos para Río de Janeiro (ocho primeros puestos) son una quimera por la potencia de los grandes conjuntos.

Una adolescencia llena de obstáculos

La vida fuera de las barras paralelas no ha facilitado la incorporación a la gimnasia de Roxana Popa y María Paula Vargas. Popa se mudó a España dos años después de que lo hicieran sus padres desde Rumanía y se enroló en un gimnasio de Pozuelo de Alarcón porque el entonces seleccionador, Jesús Carballo (padre), les explicó que era el mejor de Madrid. Sin haber cumplido los diez años Roxana aprendió a coger tres autobuses distintos después de la escuela para recorrer 40 kilómetros y dedicarse a lo que más le motivaba. Además, para su decepción durante su adolescencia solía ganar todas las pruebas de los campeonatos de España pero no subía al podio porque para recibir la nacionalidad española los nacidos en Rumanía deben acreditar la residencia en el país durante diez años. Sus compañeras sustituyeron aquellos metales con cartones dorados que reconocían su esfuerzo y nivel con mayor carga sentimental.

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Recibida la nacionalidad por carta de naturaleza Popa vivió un infierno de lesiones. Los doctores expusieron incluso que no podría hacer una vida normal tras una operación en el codo, pero superó cualquier expectativa hasta el punto de que tardaron en descubrir que competía con el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha roto. Con semejante historial médico acude a Glasgow para competir sólo en una prueba, su preferida, aunque con la ambición intacta. «Mi objetivo personal es meterme en la final de paralelas. No estoy al 100% con todos los aparatos y no puedo pedir más. La verdad es que he pensado en la lesión. He estado muy agobiada en plan 'es que no llego', pero lo importante será que para el preolímpico tendré más tiempo y me veo en los cuatro aparatos bien. Sinceramente quiero que pase totalmente lo de la rodilla, que pase por completo», expone la joven.

Su compañera María Paula ha vivido una lesión similar -se operó los cruzados- y subraya el mismo sentimiento: «Me da cosa admitirlo pero es verdad que las últimas semanas he estado con un poco de reparo con las cosas porque las dos últimas veces (que me lesioné) me pasó que fue una semana antes de irnos. He estado preocupada pero al final tienes que pensar en el entrenamiento y no en la lesión porque si no, te comes mucho la cabeza». «Por un lado tienes muchas ganas y por el otro te mueres de miedo», se sincera con voz dulce la deportista que con cinco años llegó de Venezuela para entrenar en un gimnasio del madrileño barrio de San Blas para dar el salto a Las Rozas y de ahí al Centro de Alto Rendimiento y la residencia Joaquim Blume. Popa también ejerce de portavoz con una reclamación del resto del equipo: «Son ocho horas de 'entreno' diarias. Publiquen o no voy a seguir entrenando y mis compañeras, pero es como un empujoncito de 'gracias, gracias'. Es como cuando tu entrenadora te da una palmadita. Estoy trabajando, estoy haciendo todo esto bajo el nombre de España, de mi país y me lo reconocen. Sentaría bastante mejor y a todas las demás».

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