ENRIQUE IGLESIAS
Jueves, 1 de octubre 2015, 00:17
Hace ya diez años fallecía el mejor y más influyente divulgador que ha tenido el ajedrez español: el célebre Román Torán.
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Gijonés de nacimiento y de sentimiento, destacó siendo muy joven por su especial talento para las sesenta y cuatro casillas. Fue en los salones del Casino de la Unión y de los Gremios, que estaba situado encima del Café Alcázar, donde hurdió sus primeros mates. Ambos escenarios se encontraban en la confluencia de las calles de Corrida y de Munuza y han desaparecido ya, como Román, pero aún huele a ajedrez por allí. Fueron, incluso, refugio del famoso campeón mundial Alejandro Alekhine, que ocupó una de sus mesas los tres meses que vivió en Gijón durante la Segunda Guerra Mundial. El gran campeón ruso estuvo invitado por el Doctor Salas, otra personalidad de la época, que dirigía el Sanatorio Salas y era, además, un apasionado del arte de Caissa, musa de los ajedrecistas. Por allí andaba ya Román Torán, en pantalones cortos, junto a su inseparable Pablo Morán, en busca de alfiles y caballos que domar.
Pronto Gijón y Asturias le quedaron pequeños. Ganó dos veces el Campeonato de España, en el que superó al famoso Arturo Pomar, y brilló en varios torneos, entre ellos seis Olimpiadas. Logró el título de maestro internacional cuando este pergamino suponía estar entre los mejores ajedrecistas del mundo.
De natural inteligente, pronto comprendió que los tableros como único recurso eran pan de hoy y hambre para mañana, por lo que amplió sus actividades, aunque, eso sí, siempre en relación con el ajedrez.
Se tituló como árbitro internacional y se hizo organizador de torneos y también periodista. Escribió en los rotativos Arriba, Pueblo, Marca, La Vanguardia y Abc. Fundó, editó y dirigió las revistas Ajedrez Español y OchoxOcho.
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Escribió más treinta libros, entre ellos la famosa 'Cartilla de Ajedrez', un bombazo editorial del que se imprimieron más de dos millones de ejemplares sólo en los años setenta y en castellano, aunque está traducida a varios idiomas, incluso al árabe. Gracias a ella se incorporaron a los tableros innumerables aficionados dentro del Plan Nacional de Promoción del Ajedrez que él mismo creó, planificó y dirigió.
Su faceta como directivo fue también de primer nivel mundial. Presidió la Federación Española, de la que primero fue secretario y director técnico, durante doce años. También fue presidente adjunto de la Federación Internacional y presidente para Europa durante dos décadas.
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Cuando se habla de ajedrez en España hay que hablar, obligatoriamente, de Román Torán, el mejor divulgador de esta milenaria disciplina que ha dado este país. Y era de Gijón. Y presumía de ello en cualquier lugar del mundo. Incluso alardeaba frente a los todopoderosos campeones soviéticos con el típico grandonismo de la tierrina. Román se fue y dejó un hueco que nadie ha sido capaz de llenar.
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