Miguel A. Pindado
Jueves, 15 de enero 2015, 00:24
El Mundial de balonmano comienza este jueves en el lejano y exótico Catar. El pequeño país del Golfo Pérsico se ha propuesto ser un referente del deporte mundial y a base de petrodólares repartidos a diestro y siniestro por todo el planeta ha conseguido lo que por juego, licencias y tradición no alcanzaría jamás. Pero así son las cosas, y más en tiempos de crisis. Se apela a la necesidad de sacar el Mundial de Europa, donde se ha celebrado en todas sus ediciones con la salvedad de los Mundiales de Túnez y Egipto, de promocionar el balonmano en los países emergentes y de dar oportunidades a otros países, todo con tal de que pase desapercibido el ingente dinero que el país árabe ha invertido en infraestructuras deportivas y gestión para hacerse con el torneo. Y dentro de cinco años celebrará el Mundial de fútbol e incluso aspira a los Juegos Olímpicos.
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Pero al margen de estas consideraciones sobre la idoneidad del país catarí, lo cierto es que España defiende el título conquistado hace dos años en Barcelona. Y lo hará, salvo sorpresas mayúsculas, ante los mismos rivales que en la Ciudad Condal, es decir, Francia, Dinamarca y Croacia, que son los principales aspirantes a la corona mundial y los acaparadores de los podios de los últimos campeonatos. No será tarea fácil revalidar el título, algo que únicamente ha logrado Francia en la historia reciente.
España, como campeona mundial, está encuadrada en el grupo A, junto a Eslovenia, Bielorrusia, Catar, Brasil y Chile. Desde luego no es grupo complicado si se tiene en cuenta que pasan los cuatro primeros de cada grupo, aunque arrastrando los resultados obtenidos. En principio España debería alzarse con el liderato del grupo sin mácula. Eslovenia podría ser el rival más duro y complicado, aunque no contará con la dirección de Zorman, que deja el puesto de mando en manos de Bezjak y Skube. Su juego variado y alegre es siempre peligroso. Bielorrusia aparece como otro rival duro, aunque con un juego mucho menos vistoso y más acartonado pese a los destellos de calidad de Siarhei Rutenka. Y la gran incógnita o la gran sorpresa estará en el anfitrión Catar. La nacionalización de jugadores de lo más variopinto reunidos por el seleccionador Valero Rivera, actual campeón del mundo, ha dado origen a una selección híbrida que ha tenido un par de años para formarse.
Serbios, montenegrinos, bielorrusos, franceses, españoles, cubanos, y por supuesto cataríes, conforman una selección atípica que puede ser la auténtica revelación del Mundial y con muchas opciones de pasar la primera fase aunque lejos de cualquier opción de medalla, salvo que los petrodólares, aparte del torneo, instalaciones, seleccionador, jugadores e incluso aficionados, hayan comprado también los premios. Las dos selecciones sudamericanas, Chile y Brasil, se antojan como comparsas y, sólo la solvencia de Jordi Ribera como técnico en la canarinha podría ofrecer alguna sorpresa.
Los galos, siempre de la mano del infalible y multicampeón Onestá, después del oro en Londres 2012 se tomaron un respiro de podio para reaparecer el año pasado con nuevo título europeo, y además en las narices de Dinamarca. Son siempre los grandes favoritos ya que mantienen prácticamente el mismo equipo que ganó el Europeo salvo el extremo Luc Abaló, lesionado. Una vez más, Nikola Karabatic será el líder de un equipo que mantiene a leyendas de este deporte como Jerome Fernández, el portero Omeyer o el extremo Guigou. Francia ha quedado encuadrada en el grupo C, junto con Suecia, Islandia, República Checa, Egipto y Argelia. Y quizás por ese mismo orden termine la clasificación de la primera fase. Los suecos, con un equipo renovado y Kim Andersen como estrella, aspiran a volver a ser la potencia que dominó el balonmano en los años 90, mientras que Islandia siempre ha demostrado contar con un bloque fue rocoso y regular capaz de ganar a cualquiera pero quizás falto del punto de exquisitez necesario para optar a las medallas. La República Checa, siempre de la mano de Philip Jicha, debería ser el cuarto en discordia del grupo, si bien las selecciones africanas siempre pueden dar alguna sorpresa y más aún cuando el Mundial se celebra en un país árabe.
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Dinamarca, plata mundial y europea
Dinamarca ha perdido los dos últimos grandes torneos que ha disputado. Fue plata en el Mundial de 2013 y plata de nuevo en el Europeo de su país. Y quizás por ello ha jubilado a su eterno técnico Ulrik Wilbek para dar entrada al islandés Gudmundur Gudmunsson e intentar ofrecer más competitividad en los partidos decisivos. Cuenta con la superestrella Mikel Hansen como principal artillero y con el guardameta Landin como un cerrojo en la portería, pero ha perdido capacidad de creación con la retirada de la selección del central Mogessen. Los daneses han quedado encuadrados en el grupo D, el de la muerte o simplemente el más igualado. Tendrá que vérselas con Polonia, una selección con muchas figuras a las que sólo Wenta fue capaz de sacar el auténtico rendimiento en 2010; Rusia, con una gran plantilla pero con la ausencia de esa chispa de competitividad para las grandes competiciones; y Alemania, que ha renovado considerablemente su equipo y su rendimiento será una de las incógnitas del torneo. También están en este grupo Arabia Saudí y Argentina, que pelearán por evitar la última plaza.
Por su parte, Croacia siempre es una candidata a medalla, del color que sea. Su competitividad, la explosividad de sus jugadores y su especial predisposición para las grandes citas hacen de esta selección un enemigo mucho más temible en las rondas finales que en la fase de grupos, donde no tienen pudor a la hora de elegir, si pueden, rival en los cruces. De la mano de Golutza, la selección croata vuelve a contar con la excelencia de Duvnjak, del veterano e incombustible pivote Vori o del gigante Kopljar, amen de una pléyade de lanzadores y una portería de muchos quilates con Alilovic, Losert o Ivic. Croacia milita en el asequible grupo B, donde tendrá a Macedonia y Austria como sus máximos rivales. Los balcánicos dependen en exceso de Kiril Lazarov, aunque el balonmano macedonio ha avanzado notablemente en los últimos años. Por su parte, los austriacos son otra selección en progresión que puede poner en aprietos a muchos de los grandes rivales, pero sin la capacidad para luchar por las medallas. En este mismo grupo Túnez aspira a ser el cuarto en discordia por delante de una inédita Bosnia-Herzegovina y la exótica Irán.
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