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Saúl Cravioto posa con sus medallas Damián Arienza

Saúl Craviotto: «Conseguir una medalla olímpica delante de mis hijas ha sido maravilloso»

«Esta vez he estado muy nervioso. La presión a veces es complicada de llevar y eso que tengo mucha experiencia»

Domingo, 11 de agosto 2024, 15:19

«Estoy reventado». Lleva pocas horas en Gijón, pero se le nota el cansancio en el rostro. Eso no es óbice para que despliegue su habitual amabilidad en la distancia corta. Atiende a EL COMERCIO a las puertas de su domicilio en el barrio de ... Viesques. Debajo del brazo lleva un estuche de madera con las seis medallas que le han convetido en el deportista español más laureado en los Juegos Olímpicos. «No es habitual que las saque de paseo», bromea Craviotto, que cuenta los días para escaparse con su esposa e hijas de vacaciones después de una preparación durísima que ha tenido un final feliz. «Esta última medalla es la que más ha costado, sin duda», sentencia el piragüista ilerdense, que ya está 'nacionalizado' como un gijonés más.

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–¿Ha tenido tiempo de contestar a todos los mensajes?

–Sí. Tenía el móvil ardiendo. El sábado, desde que salí del hotel hasta el Aeropuerto de París a contestar a todos los mensajes. Me dolía el dedo pero intenté contestar a todo el mundo.

–¿Alguno que guarde con especial cariño?

–Es complicado quedarse con uno. En esta ocasión todo ha sido muy mágico.

–¿Por qué?

–Porque son muchos años. Llevo dieciséis años. Pekín,Londres, Río, Tokio y ahora París. Los Juegos son cada cuatro años y se hace duro. Ha sido muy especial por la cercanía. Al ser en París ha venido mucha gente a verme. Mis hijas es la primera vez que me han visto ganar una medalla olímpica. Conseguir subir al podio en unos Juegos delante de tus hijas es algo maravilloso. Llegaron incluso a llorar. Siendo tan pequeñitas les salió esa emoción. Mis padres, mis hermanas, sobrinos, vecinos de la urbanización han ido unos cuantos, padres del colegio de las amigas de mis hijas han ido a verme allí, banderas de Asturias por todos los lados, ha sido una de las grandes vivencias de mi vida, con diferencia.

–Cuánto de especial supone ganar una medalla delante de sus hijas y su esposa?

–Muchísimo. Ellas son las que lo sufren día a día. El hecho de que mi mujer y mis hijas hayan podido verlo en directo, quiero pensarlo que les quedará en el recuerdo para siempre, por lo menos la de nueve (risas).

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–Nada más terminar la prueba, aseguraba que le daba más importancia a mantenerse en los ciclos olímpicos que a las propias medallas...

–Yo no me quito mérito. Sacar seis medallas hay que sacarlas, pero lo veo un poco injusto. En natación, por ejemplo, puedes sacar muchas medallas. Si eres un fuera de serie puedes sacar cinco o seis, pero si eres maratoniano solo puedes aspirar a una. ¿Quién es mejor deportista Phelps o Kipchoge? Comparar deportes y número de medallas no lo veo justo, lo que sí valoro es haber estado tantos años arriba, arriba, arriba...En cuestión de cabeza es una locura. Y ojo, a Atenas no fui por muy poco. Estuve preparándome otros cuatro años. Siempre digo 16 pero llevo veintipico años entrenando como una bestia, sufriendo en Trasona. Haber mantenido esa constancia tiene mucho mérito. Aunque tampoco es solo mí. Es fruto también de que me he sabido rodear de gente muy buena.

–Como el luanquín Miguel García.

–Ha sido mi mentor. Siempre ha tenido palabras de aliento, siempre ha creído en mí cuando dudaba de mi mismo. Ha sido fundamental en este proceso.

–¿Se le valora poco?

–No es que sea injusto, porque el mundo al final funciona así, porque la cabeza visible del proyecto es el deportista y no entiendo que no sean portada el entrenador, el fisio, el preparador... Pero es verdad que Miguel siempre ha estado codo con codo junto a mí y me gustaría que tuviera más reconocimiento, porque él es el entrenador con más medallas olímpicas de la historia.

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–Han pasado unos días y me gustaría preguntarle cuál fue la primera sensación que tuvo.

–En el barco somos cuatro perfiles diferentes. Alguno estaba triste, contrariado con el resultado, porque pensaba que había estado más cerca de las dos primeras. Yo, por ejemplo, estaba en la gloria bendita. Es una medalla olímpica.

–¿Un bronce con sabor a oro?

Si es verdad que cuando pasó la prueba y vi la carrera en diagonal me di cuenta de que lo habíamos tenido. Íbamos por la calle siete y los alemanes por la cuatro y yo no tenía mucha referencia. Salimos delante y lo estuvimos peleando para perder el oro por poco. Y piensas, podíamos haber sido de otro color pero hay que quedarse con que es una medalla olímpica y es una locura. Sé que todo el mundo quiere oro pero el simple hecho de estar ya es la leche. Clasificarse es muy difícil y conseguir una medalla es algo muy complicado.

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–Después de tanto tiempo, ¿uno sigue poniéndose nervioso?

–¡Flipas! Tengo que reconocer que he estado muy nervioso.

–¿Y eso por qué? ¿Tenía la impresión de que podían ser los últimos?

–No lo sé. Fue un cúmulo de cosas. La presión es complicada de llevar y yo ya tengo experiencia, pero cuando sales en todas las quinielas y dan por hecho tu medalla eso te condiciona.

–¿Le asustaba que se diera por hecho su medalla?

–Aún sin escuchar lo que la gente dice uno mismo se mete presión. He estado nervioso, pero también digo que esos nervios son buenos. Si lo sabes focalizar es positivo. Las veces que he competido relajado o creyendo demasiado en mí, viéndolo sencillo ha sido cuando la he liado. Viéndome acorralado, con presión, si eres capaz de controlarlo es lo mejor que te puede pasar.

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–¿Piensa que se minusvalora lo que cuesta llegar al podio? Entiendame. Se da por hecho primer que iba a estar en la final y que luego iban a coger medalla.

–Es normal. Si la gente nos pone entre los favoritos es señal de que venimos de hacerlo bien en otras ediciones o venimos de ganar una Copa del Mundo. Bendita sea la presión pero hay que saber llevarla, aunque hay gente que no puede controlarla.

–En una entrevista antes de competir decía: «Hemos entrenado como bestias».

–Esa es la verdad. Hemos entrenado muchísimo. Ha sido uno de los años más duros. Nos lo decía Miguel en la charla previa a competir. Nos dijo que confiáramos, que hiciéramos lo que pudiéramos, pero que tuviéramos fe y confianza porque no habíamos entrenado así en la vida. Nos hemos dejado el alma, hemos sufrido como nunca, muy serios en el tema de alimentación o descanso. Hemos sido muy piña. Y este año ha sido una barbaridad.

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–¿Es esa una de las claves de vuestro buen funcionamiento?

–Sí, sin duda. Una de las cosas que me ha ayudado a la hora de tener una carrera tan larga es que haya esa feeling en el ambiente. Con la edad que tengo, si para mí fuera una locura o me llevara mal con un compañero sería una tortura. Pero ir a Trasona, estar en el barco con tres personas que son como mis hermanos, a mí entrenador que es como mi hermano mayor, que si me dice que me tire de la Torre Eiffel me tiro... Fe ciega con ellos. Hago deporte al aire libre, físicamente me encuentro bien, tengo la oportunidad de representar a mi país en unos Juegos. Me lo han hecho fácil y mucho es gracias al entorno. No es por quitarme mérito pero si el entorno te ayuda es fácil.

–Habla mucho del entrenamiento físico, pero el mental, ¿Qué importancia le da?

–Los Juegos Olímpicos es mental. Solamente. En e tema físico es indudable que tienes que hacer los deberes y llevar una preparación. Una final olímpica la gana quién mentalmente sale a ganarla. Es la determinación en el momento clave. Centésimas de segundo cuando el árbitro da la salida. En cuanto baje el cepo, como en esa milésima no tengas esa confianza, esa seguridad, tener mente fría... Pasan tantas variables en una final olímpica que es importante tener la cabeza preparada. Ahí la gente suele fallar. Nosotros no nos salimos del guión.

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–¿Y la preparación? ¿Cuánto cuesta entrenar cuatro años para una prueba que dura poco más de un minuto?

–La motivación está sobrevalorada. Yo no creo tanto en la motivación. Creo más en la disciplina. Mentiría si te dijera que estoy motivado todo el año. Hay días, semanas difícil. En invierno hay veces que no te apetece entrenar. La gente tiende a pensar solo en la motivación y es verdad que multiplica las capacidades de la gente, pero creo más en la disciplina, teniendo claro el objetivo y estar dispuesto a pagar ese peaje.

«No puedo ahora pensar en Los Ángeles. Lo veo lejísimos»

Ya tiene más medallas que nadie en el olimpismo español. ¿Que opina de la 'medallitis' que puede existir en este país?

–Siempre tendemos a hacer quinielas y es algo lógico. Es la forma objetiva de ver cómo está la expedición española en los Juegos y el número de medallas es una forma de medirlo. No sé si podríamos haber sacado muchas más pero solo en piragüismo hubo dos cuartos puestos y el de Carolina Marín y estaríamos casi en las cifras de Barcelona. Ha siempre pequeños matices, una lesión y podíamos estar igualando ese registro. Ni tan mal.

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–¿Considera que España puede estar 'estancada' si se compara con otros países de nuestro entorno?

–Compararnos con otros países es complicado. Depende también del nivel de población o de la cantidad de inversión que hay para el deporte.En España si haces una regla de tres entre la inversión el número de habitantes y los resultados, estamos muy altos, tenemos una calidad increíble.

–¿Le ha escrito David Cal? ¿Qué le ha dicho?

–Siempre ha habido un pique sano. Él es un poco como yo. No le da mucha importancia a esto. Me mandó un mensaje muy bonito, dándome la enhorabuena y que me lo merecía. Tengo ganas de verlo en persona y agradecérselo.

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–¿Ha tomado alguna decisión sobre su continuidad?

–Todavía no la he tomado. Tampoco voy a estar con la 'piragüina' con 50 años. Mi padre tiene setenta años y va todos los días a entrenar. Yo voy a ir a Trasona todas las semanas, pero a nivel olímpico no puedo estar al ritmo de chavales de veinte años siempre. Me siento un privilegiado y hago lo que me gusta. Cuando pase este mes va a depender de si tengo algún proyecto encima de la mesa, algo que me ilusione y a lo mejor voy a año a año. Lo que no puedo pensar es en Los Ángeles. Lo veo lejísimos.

–Ese fue lo mismo que dijo de París hace tres años...

–Pues mira, ya pasó París. El tiempo pasa muy rápido y algún día será verdad. Necesito aterrizar y hablaré con Miguel en octubre y a ver qué decidimos. Igual me tomo un año sabático o voy al Europeo del año que viene.

–Sucesores no le faltan ¿verdad?

–Adrián del Río tiene una pinta increíble. A nivel estructural es un perfil muy similar al mío, mucha envergadura, no tiene miedo a nada y sale a comerse el mundo. Hay relevo y no hay nadie imprescindible.

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