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Cuando Lin Yu-Ting, boxeadora taiwanesa, salta al cuadrilátero hay unos pocos abucheos y muchos más aplausos. Su rival, la uzbeka Sitara Turdibekova, recibe una ovación general. El combate es igualado. Turdibekova pega fuerte y Lin, más alta, baila mejor. Al finalizar los tres asaltos, ... los jueces deciden que ha ganado Lin. Su victoria ha sido clara, aunque no ha habido ningún golpe fulminante ni una exhibición abrumadora de superioridad. Cuando sale del cuadrilátero, saluda a quienes le apoyan y alza el brazo.
La taiwanesa Lin Yu-ting y la argelina Imane Khelif llevan vidas paralelas. Ambas son boxeadoras eficaces, de puño fuerte, y las dos se han colocado, a su pesar, en el centro de un desagradable torbellino. En el último mundial de Nueva Delhi, hace un año, las dos fueron descalificadas por haber suspendido los test bioquímicos de género. Khelif no pudo pelear por el oro y a Lin le arrebataron el bronce que ya colgaba sobre su pecho. La Asociación Internacional de Boxeo (IBA) resolvió que no habían competido en igualdad de condiciones porque habían hallado en su sangre una presencia de hormonas sexuales masculinas superior a la permitida. El presidente de la IBA, Umar Kremlev, llegó a afirmar que ambas tenían el cromosoma XY.
En cualquier caso, no son mujeres trans y las dos, sobre todo la taiwanesa, tienen un currículum apreciable en el mundo amateur. No siempre ganan, aunque Lin, de 28 años, es bicampeona del mundo y presenta una estadística muy favorable (40 victorias y 14 derrotas). Sin embargo, en los Juegos Olímpicos de Tokio, no aguantó un solo combate.
Aunque el COI suele respetar los criterios de las federaciones deportivas, en el caso del boxeo no sucede así. Los casos de corrupción y amiguismo dentro de la Federación Internacional han hecho que el Comité Olímpico asuma la organización del torneo en París 2024 y mantenga los criterios que regían en Tokio. En una declaración hecha pública ayer, tras la tormenta provocada por la victoria fulminante de la atleta argelina, el COI lamentó «el abuso del que ambas deportistas están siendo víctimas». Para el organismo que preside Thomas Bach, la resolución de la Asociación Internacional de Boxeo fue «repentina y arbitraria» y no respetó los procesos legales. Además, recuerda que ambas púgiles llevan años practicando boxeo y que una decisión así no puede adoptarse en medio de un torneo y «sin respetar la evidencia científica». «Todas las personas tienen derecho a practicar deporte sin discriminación», enfatiza el COI. Mark Adams, portavoz del Comité Olímpico fue todavía más claro: «Científicamente nada hay que diga que es un hombre que pelea contra una mujer. Hay muchas mujeres con niveles altos de testosterona».
Sus respectivos países han alzado la bandera de las púgiles cuestionadas, añadiendo unas gotas de nacionalismo a un cóctel ya de por sí confuso, en el que se mezclan la ética, la biología y el deporte. Para los argelinos se trata de un «complot urdido por la prensa internacional». En Italia, sin embargo, la retirada de Angela Carini se ha vivido como una afrenta. La primera ministra, Giorgia Meloni, resolvió que no había sido «una pelea equitativa» y pidió que los atletas con «atributos masculinos»no puedan participar en competiciones masculinas. En el caso de la taiwanesa, el secretario general de la presidencia, Pen Men-an, colgó un post en Facebook para defender a su compatriota, que se ha visto «sometida a humillación, insultos y agresiones verbales solo por su apariencia y por unos resultados discutibles en el pasado». Y la exprimera ministra de la pequeña isla atisática, Tsai Ing-wen pidió a sus compatriotas «animar todos juntos a Lin».
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