Juegos Olímpicos. Se habla de medallas, de récords, de hitos del deporte, de momentos para la historia. Pero en Tokio 2020, la primera cita olímpica sin público en las gradas, se ha hablado de muchas otras cosas. De salud mental y la presión que soportan los deportistas profesionales, de feminismo y maternidad, de opresión racial, de diversidad sexual, de compañerismo y deportividad. Mensajes que han dado la vuelta al mundo y que han quedado inmortalizados en fotografías para la historia.
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Los Juegos de Tokio 2020 serán recordados por muchas cosas y, sin duda, una de ellas será la retirada de la gran gimnasta Simone Biles en los primeros compases de la competición. El 27 de julio, nada más empezar la final de grupos, la primera a la que se iba a enfrentar en estos Juegos, hizo un mal salto al potro y salió de la pista camino del botiquín. Volvió a aparecer con la pierna vendada, abrazó a sus compañeras y se marchó. De inmediato, la Federación de Estados Unidos publicó un comunicado anunciando que la gimnasta se retiraba por un «problema médico» y que su estado sería «vigilado cada día» para las otras finales. Estaba destrozada por la presión y la ansiedad y prefirió dar un paso a un lado.
Su decisión ha contribuido como pocas a subrayar la importancia de la salud mental en todas las facetas de la vida y a hablar de ello sin tapujos. Como hizo ella misma a través de Twitter al agradecer el apoyo recibido: «Soy más que mis resultados y mi gimnasia, algo que nunca antes había creído de verdad».
La decisión de Biles dio mucho que hablar, entre profesionales del deporte y aficionados. Uno de los que dio su opinión sobre su estado fue Novak Djokovic quien, tras perder el partido en el que el asturiano Pablo Carreño conquistó la medalla de bronce en tenis masculino, abandonó los Juegos alegando estar «física y mentalmente agotado» tras un intenso año deportivo. Tras hacerse público que la gimnasta se apartaba de la competición, Djokovic dijo que «la presión es un privilegio» y que en la alta competición «hay que saber gestionar la presión».
Pocos evitaron reprocharle sus palabras cuando en el tercer set del partido contra Carreño tiró la raqueta a la grada (vacía) y, poco después, destrozó otra contra el poste de la red al ceder un juego. Se excusó diciendo que sus actos fueron consecuencia de «la emoción y la tensión en la cancha». Pero nada evitó que esas imágenes recibieran una censura casi unánime, algo muy distinto del aplauso general que recibió Biles por anteponer su salud a cualquier medalla.
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Por cierto. El tenista avisó aquel día de que puede protagonizar conductas similares en el futuro: «No es la primera vez, probablemente no será la última. No es bonito por supuesto, pero es parte de mi carácter. No me gusta hacer estas cosas, lo siento por enviar este tipo de mensajes, pero somos seres humanos y algunas veces es difícil controlarse», dijo.
Estos Juegos también han dado pie a preguntarse por qué una deportista profesional tiene dificultades para dar el pecho a su bebé, como le ha sucedido a la nadadora española Ona Carbonell, o por qué las mujeres deben competir con una determinada indumentaria. Esto es lo que hicieron las gimnastas de la selección alemana, que sustituyeron el habitual uniforme tipo bikini por una versión que cubre el cuerpo entero. Fue una acción que la Federación Alemana de Gimnasia describió como «una declaración en contra de la sexualización». Las deportistas aseguraron, además, que es mucho más cómodo y práctico para llevar a cabo sus rutinas. Por eso, el mensaje no deja lugar a dudas: las mujeres deben poder elegir cómo vestir.
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Una imagen que, sin duda, pasará a la historia del olimpismo es el abrazo entre Ana Peleteiro y Yulimar Rojas tras la final de triple salto. La primera conquistó el bronce; la segunda, el oro (al tiempo que batió un récord mundial que estaba en pie desde hace 26 años). La celebración de la conquista de la venezolana fue idéntica por parte ambas. Una expresión de deportividad, compañerismo y amistad que es toda una invitación a reflexionar sobre los valores que ha de transmitir la práctica deportiva.
Por eso, la imagen del abrazo de las dos atletas se ha enfrentado a actitudes como la de Djokovic o la del boxeador francés Mourad Aliev, quien no aceptó la descalificación al final del segundo asalto de su combate contra el británico Flazer Clarke, a quien propinó varios cabezazos intencionados. Pagó su enfado con golpes a la cámara, escupitajos y cortes de manga. Además, permaneció cerca de una hora sentado en el ring.
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En estos Juegos también han sonado alto y claro los mensajes de apoyo a la comunidad LGTBI y la diversidad sexual. Según la página especializada Outsports, al menos 180 deportistas que han participado en la cita pertenecen abiertamente a la comunidad LGBT, más del triple que en Río 2016, y su orgullo y sus reivindicaciones han traspasado los límites de los recintos deportivos. A ello han contribuido declaraciones como las del saltador británico Tom Daley, quien tras conquistar su medalla de oro junto a Matty Lee en la plataforma desde 10 metros declaró a la prensa internacional: «Estoy muy orgulloso de decir que soy un hombre gay... ¡Y también un campeón olímpico! Cuando era más joven, pensé que no llegaría a nada debido a que lo era».
Este no ha sido el único mensaje de Tom Daley en estos Juegos. Como si tomara el testigo de Simone Biles, el británico no dudó en dejarse ver haciendo punto entre prueba y prueba para relajarse y abstraerse de la presión.
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Por primera vez en la historia olímpica, además, ha participado una deportista transgénero, la halterófila neozelandesa Laurel Hubbard. Visiblemente superada por los acontecimientos, Hubbard no ha brillado en Tokio, pero su mera participación ha provocado un debate complejo sobre cuestiones de bioética, derechos humanos, igualdad e identidad en el deporte. «Por supuesto, no soy del todo ajena a la controversia que rodea mi participación en estos Juegos. Por ello me gustaría agradecer especialmente al COI por ratificar su compromiso con los principios del olimpismo y establecer que el deporte es algo para todas las personas, que es inclusivo y accesible», remarcó tras una actuación en la que no pudo levantar ninguna barra.
Estos Juegos también pasarán a la historia porque en ellos se ha colgado la medalla de oro la futbolista canadiense Quinn, la primera deportista transgénero y no binaria que consigue un oro olímpico. Otro paso en favor de la visibilización y la normalización.
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Otra de las inolvidable imágenes de Tokio 2020 está protagonizada por la estadounidense Raven Saunders, que en el podio, tras colgarse la medalla de plata en lanzamiento de peso, formó una X con sus brazos, una gesto reivindicativo por «todas las personas oprimidas». Este gesto desató una acolarada polémica en el seno del COI e, incluso, se planteó sancionarla, ya que la Carta Olímpica, en su artículo 50.2, no permite «ningún tipo de manifestación ni propaganda política, religiosa o racial en ningún emplazamiento, instalación u otro lugar que se considere parte de los emplazamientos olímpicos».
Sin embargo, a principios del mes de julio, el organismo internacional publicó una nueva guía que acepta que «durante los Juegos Olímpicos, los atletas también tienen la oportunidad de expresar sus opiniones« tanto en instalaciones deportivas, como en medios de comunicación y redes sociales, siempre que:
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«se realice conforme a los Principios fundamentales del Olimpismo;
no se dirija, directa o indirectamente, contra personas, países, organizaciones ni contra su dignidad;
no cause molestias (solo a modo de ejemplo, las siguientes expresiones se consideran molestas: expresiones durante el himno nacional o la presentación de otro atleta o equipo, ya que esto puede afectar a la concentración de dicho atleta o equipo o a su preparación para la competición; interferir físicamente en la presentación de otro atleta o equipo o en el propio protocolo (por ejemplo, desplegando una bandera, una pancarta, etc.); causar (o asumir el riesgo de causar) daños físicos a personas o bienes, etc.);
y no esté prohibida o limitada de otro modo por las normas del Comité Olímpico Nacional (CON) correspondiente o los reglamentos de competición de la Federación Internacional (FI) correspondiente».
Además, añade el comunicado del COI, «se espera que, al expresar sus opiniones, los atletas respeten las leyes vigentes, los valores olímpicos y a sus compañeros. Cabe señalar que cualquier comportamiento o expresión que suponga o muestre discriminación, odio, hostilidad o posible violencia por cualquier motivo va en contra de los Principios fundamentales del Olimpismo».
Quizá por esta nueva política, quizá porque el tiempo ha derribado barreras, en los Juegos de Tokio, los Juegos sin público, se han expresado opiniones, se han defendido posturas y se han lucido símbolos no muy comunes en estos foros, mensajes, a menudo, tan internacionales como el deporte.
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