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MIGUEL ÁNGEL BARROSO
Martes, 20 de julio 2021, 18:58
Isabel Fernández (Alicante, 1972), la judoca más laureada de nuestra historia, propietaria de la triple corona (campeona olímpica, mundial y europea), algo de los que muy pocos pueden presumir, ha participado en cuatro Juegos Olímpicos y tenía Londres 2012 en su punto de mira, pero ... no logró la calificación en el Europeo celebrado en Cheliabinsk (Rusia) en abril pasado. Hasta el último momento ha apurado sus opciones enfrentándose a chicas que no habían nacido cuando ella se inició en este deporte, en Torrellano, una pedanía de Elche donde discurrieron los años de su infancia.
Empezó practicando balonmano, pero el profesor de educación física del colegio, que era cinturón negro, vio que tenía condiciones para el judo e influyó para que cambiara de afición. Compaginó ambas actividades durante un tiempo, pero al final se decidió por el tatami. A los 15 años fue campeona de España junior, y a partir de ahí decidió tomárselo en serio. Su consagración llegó en Sidney 2000. «Los Juegos Olímpicos tienen un sabor especial», reconoce. «Te das a conocer incluso a personas que no son aficionadas a tu deporte. El escenario es muy bonito, convives en la villa olímpica con otros deportistas y estrechas relaciones. Unos Juegos son lo máximo. Cuando gané a la cubana Driulis González (un mito en su país) en la final de Sidney me parecía mentira. Como estar dentro de un sueño».
Después de permanecer 20 años en la élite (ganando también un bronce en los Juegos de Atlanta 1996, un oro en el Mundial de París 1997 y hasta media docena de títulos europeos), decidió retirarse tras los Juegos de Pekín y tener a Sara, su retoño. Se centró en un proyecto de ayuda a personas autistas y su trabajo en la Concejalía de Deportes de Alicante, pero, de repente, decidió probar una nueva aventura, animada por su marido, Javier Alonso, que además es su entrenador. En mayo de 2010 regresó al tatami y cogió rápidamente el ritmo. Tenía sobrepeso, pero su cuerpo volvió otra vez a su sitio. Fue a una cita de la World Cup, solo a probarse, y consiguió una medalla. Se animó. Pero el tiempo no pasa en vano. «Las que están arriba no quieren ceder su puesto, y las nuevas aprietan mucho». Isabel, que fue abanderada del equipo español en Atenas 2004, ocupa para siempre un lugar de privilegio en la historia de nuestro deporte.
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