Boxeo

El Profeta ya tiene su medalla

Enmanuel Reyes Plá gana con contundencia el combate de cuartos: «No quería darle opción a los jueces»

Pío García

París

Jueves, 1 de agosto 2024, 13:43

Enmanuel Reyes Pla, alias El Profeta, ya tiene la medalla olímpica con la que tanto había soñado. Aquel metal que se le escapó en Tokio, cuando el sorteo quiso enfrentarlo en cuartos con su antiguo compatriota, Julio 'La Sombra' Lacruz, un púgil de gran clase ... y movimientos quirúrgicos que acabó proclamándose campeón. En París ha remediado esa frustración y se ha impuesto a su rival, el belga Victor Schelstraete, en un combate que no dejó lugar a las discusiones, tan habituales en el mundillo del boxeo, terreno abonado para la arbitrariedad y las suspicacias. En esta ocasión nadie protestó. Enmanuel fue superior en todos los asaltos y supo manejar los tiempos con la madurez que le faltó en Tokio. «No quería darle opción a los jueces, que ya sabemos como son», sonreía al final del combate.

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Venía el púgil nacido en La Habana con la idea un tanto fanfarrona de «romper cabezas», pero a la hora de la verdad ganó la pelea con más inteligencia que fuerza bruta. En los dos primeros asaltos, dominó a su oponente, que apenas encontraba resquicios en la defensa del español y solo de vez en cuando conseguía conectar algún peligroso zurdazo. En ambos casos -por unanimidad en el primero y mayoría en el segundo-, los miembros del jurado reconocieron la superioridad de Enmanuel Reyes.

Con esa preciosa carga en la mochila, Reyes Pla salió al asalto final con la intención de no complicarse la vida. Cesaron los golpes y comenzó un baile inagotable, contra el que poco pudo hacer Schelstraete. El belga lanzaba la zurda desesperadamente, como cazando fantasmas, y Reyes Pla manejaba su formidable cuerpazo con la agilidad de una gimnasta. En una ocasión consiguió Schelstraete conectar un buen golpe que hizo tambalear al púgil español, pero no fue suficiente para derribarlo. Los jueces también concedieron ese tercer asalto por unanimidad a Enmanuel Reyes, que comenzó a alzar el puño hacia la grada segundos antes de que finalizase el duelo, sabiéndose ganador. Su rival, al verlo, trató de hacer lo mismo, pero era difícil tomárselo en serio.

La decisión, anunciada por el árbitro, tenía poco suspense. El púgil de azarosa vida, que escapó de Cuba harto de la falta de oportunidades y viajó por media Europa antes de afincarse en La Coruña, cruzaba la frontera que tanto había anhelado traspasar. «De Cuba salí porque tenía que salir y porque quería lograr esto. España me ha dado la oportunidad y ahora le empiezo a agradecer todo lo que ha hecho», zanja. La vida de Enmanuel Reyes Pla daría para una serie. Si gana el oro quizá se animen los de Netflix. Se marchó de la Habana, entró en Europa por Bielorrusia y viajó hacia Moscú, en donde estuvo cuatro meses encerrado en un piso por miedo a que lo deportaran. Allí trazó un plan para «brincar fronteras» y meterse en la Unión Europea. Lo detuvieron en la frontera entre Alemania y Francia y lo recluyeron en un centro para emigrantes, del que no podía moverse. «Eso era una cárcel», dice. Al cabo de unos meses lo devolvieron a Austria, en donde había pedido asilo político, pero entonces decidió que ya estaba bien de dar tumbos. Cogió un avión, aterrizó en Barcelona, visitó a su familia en La Coruña y llamó a la Federación de Boxeo. En 2020, el Consejo de Ministros le otorgaba la nacionalidad española «por circunstancias excepcionales».

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A El Profeta le ha costado, pero ya tiene su medalla. El niño que empezó a boxear a los seis años para defenderse de los matones del colegio ha alcanzado la gloria olímpica. El color del metal se empezará a decidir el próximo 4 de agosto, cuando dispute, aún no se sabe contra quién, su duelo de semifinales. En las botas lleva escritas citas de la Biblia en homenaje a su abuela y se confiesa entusiasmado por celebrar los combates finales en Roland Garros: «Quiero que pongan una foto mía junto a la de Rafa», exclama.

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