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El piragüista y medallista olímpico Saúl Craviotto (Lérida, 1984) llegó este lunes al aeropuerto de Asturias tras abandonar Tokio, donde consiguió su quinta medalla olímpica. Craviotto, visiblemente feliz, alcanzó en la capital japonesa un hito sin parangón: convertirse, junto a David Cal, en el medallista ... español más laureado en citas olímpicas. Con un total de cinco metales en cuatro participaciones, el ilerdense afincado en Gijón, donde reside con su familia, ya mira a París, donde espera disputar en 2024 sus quintos juegos.
Craviotto se mostró especialmente satisfecho a su vuelta al haber sido este un ciclo olímpico especialmente duro para él. Se complicó todo en el selectivo, siendo incluso acusado de amañar el proceso para beneficiar a algunos compañeros en detrimento de otros. Aquello ejerció un efecto negativo en la figura de Craviotto y a la vez le sirvió de impulso para pelear por las medallas.
No fue posible en el K 1. Ni siquiera la había preparado de manera específica y no tenía claro si la disputaría. Lo decidió casi sobre la marcha. Esos días, acorde a sus buenas sensaciones, decidió apuntarse y doblar. Su gen competitivo salió a relucir a la espera de que le saliera una carrera redonda. Al final le faltó fuelle. Sus esperanzas de podio en Tokio pasaban por el K 4.
El cuatro veces medallista comenzó su carrera como piragüista en la niñez. Buena culpa de ello la tuvieron su padre Manuel y su tío Víctor, quienes lo practicaban a buen nivel desde su juventud. Siempre que la familia se iba de vacaciones, se buscaba un destino con agua. Y la piragua, bien sujeta, se encontraba en la baca del coche.
El por aquel entonces pequeño Saúl se subió a una de estas embarcaciones por primera vez con poco menos de un año, y cuando cumplió los siete comenzó a practicar el piragüismo con cierta frecuencia. Y eso que el fútbol, la natación y el kárate también tenían mucho tirón en su Lérida natal. Su madre Emma, en una especie de «ultimátum», de esos que solo saben hacer las madres, le pidió que «hiciera el favor» de decidirse por uno de ellos.
En dicho momento, Craviotto eligió las palas. Comenzó a entrenarse en serio, tres veces a la semana, a los once años, y fue a los quince cuando recibió la llamada de la selección júnior de piragüismo.
Como no hay éxito sin sacrificio, le llegó el momento de tomar la primera decisión complicada: debía trasladarse a vivir a Madrid para continuar con la competición de alto nivel. La residencia del Centro de Alto Rendimiento Blume fue su nuevo hogar y el embalse de Picadas, en el municipio de San Martín de Valdeiglesias, su habitual lugar de entrenamiento. Mientras tanto, en Lérida dejaba a sus padres y a sus amigos de la infancia.
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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA IGLESIAS
El esfuerzo le trajo las primeras recompensas. Victorias notables. Se confirmó como un prometedor talento con 16 años en el Mundial de Curitiba (Brasil), donde obtuvo su primer metal, una plata, en categoría juvenil. Algo que refrendó tiempo después en el Europeo de Polonia sub 23, en el que ganó dos medallas de oro.
Al mismo tiempo, Saúl tenía claro que la piragua no le daría en el futuro la estabilidad económica que pudieran ofrecer otros deportes de élite. A los 18 años comenzó a preparar oposiciones para ser policía nacional, a los 19 las aprobó y a los 20 juró el puesto.
Los malos resultados cosechados por la selección española en el Campeonato del Mundo de Duisburgo (Alemania), en 2007, obligaron a los seleccionadores a realizar cambios drásticos en el equipo. Se cambiaron las embarcaciones, las distancias de las pruebas competitivas y también los piragüistas.
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