El beso robado del expresidente de la FederaciónEspañola de Fútbol Luis Rubiales a la delantera Jennifer Hermoso en plena ceremonia de entrega de premios a las jugadoras de la Selección Española, que se acababan de proclamar campeonas del mundo, ha provocado un huracán social y ... político de tal calibre que afecta no solo al deporte más seguido en España, sino que obliga a dirigir la mirada a otras disciplinas. La igualdad se ha convertido desde hace años en eje central de muchas políticas, aunque con resultados dispares. Lo que la propia afectada considera un abuso sexual, retransmitido esta vez en directo en medio mundo, devuelve este concepto al centro del debate. Y cabe preguntarse hasta dónde llega.
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Este periódico ha reunido a un hombre y una mujer que practican la misma disciplina, en seis deportes diferentes, para que aporten su visión sobre el camino recorrido y el que queda por recorrer. Con opiniones muy semejantes en casi todos los casos, la primera conclusión que se puede sacar es que la igualdad no es homogénea en el deporte. En aquellas disciplinas que congregan a un mayor número de seguidores, las mujeres siguen estando muy por detrás de los hombres en salarios y visibilidad, lo que en muchos casos frustra sus carreras y las obliga a olvidarse de la idea de poder vivir de aquello que más les gusta. Ocurre por ejemplo, en el fútbol y en el baloncesto, donde se han dado pasos adelante, pero la brecha de género es aún enorme.
En deportes que reciben menos atención, la situación es completamente diferente. La igualdad, afirman sus protagonistas, ha llegado hace tiempo y es igual de difícil para un hombre y para una mujer lograr el objetivo de la profesionalización.
Aunque aún se escuchan frases machistas, cada vez son menos, y se ve con normalidad el deporte, ya sea el que practican los hombres o el que protagonizan las mujeres. Todos los deportistas consultados coinciden: la situación en los últimos años no ha hecho más que mejorar, pero no es el mismo trecho el que aún queda por recorrer en el fútbol que en el piragüismo.
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La promoción del deporte femenino, ganando espacio en la televisión, ha supuesto un avance, pero aún está lejos de llegar a las cotas del masculino. Y, a cola de estas retransmisiones, llegan las marcas que financian la actividad e incluso las instituciones, que no pueden girar la cara ante ciertos éxitos.
A todo esto se une la educación. Hace menos de veinte años se daban casos de jóvenes que no podían jugar al fútbol federadas solo por el hecho de ser niñas. Falta de instalaciones y miedos diversos eran las excusas para impedir que una pequeña pudiera ser una más.Esa situación es hoy impensable, pero para que el deporte femenino viva en igualdad de condiciones con el masculino aún será necesaria mucha educación que logre desterrar ideas caducas que, en algunos casos, aún hoy perviven.
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Sara Calvente es delantera, tiene 25 años y juega en el Gijón Femenino, un club que tiene un convenio de colaboración con el Ceares. Siempre le gustó el fútbol, pero, cuando era una niña, no se lo pusieron fácil. Hace menos de dos décadas, dos equipos le negaron una plaza por su género y acabó logrando entrar en la rueda del fútbol gracias al empeño de su madre. «Tuvo que pedir permiso a la Federación Asturiana para que me dejaran jugar». Ni siquiera en su entorno de ocio, fuera de las competiciones, tenía acceso libre.«En el parque, los niños no me dejaban jugar. Tenía que quitarles la pelota y demostrar que sabía».
En las poco menos de dos décadas que han pasado desde entonces reconoce que «el cambio ha sido abismal», aunque también es consciente de que «queda mucho camino por recorrer». En el deporte más seguido en España, las diferencias salariales y la disposición de medios e infraestructuras son el día y la noche para los equipos masculinos y los femeninos. «Este año va a ser el primero que me van a pagar.Hasta ahora, pagábamos nosotras. Es un sueldo simbólico por estar en el primer equipo», explica esta jugadora de Tercera Federación, la cuarta categoría del fútbol femenino español, quien ve las diferencias entre la que fue su situación y la que viven sus compañeras más jóvenes.«En mi último año en pista no pude jugar porque al entrenador le daba vergüenza tener niñas. Tuve que pasar al campo un año antes y eso lastra el aprendizaje. Ahora comparto equipo y categoría con niñas de quince años con mucha proyección y hablan de conocidas que van a la Selección o al Real Madrid. Antes eso no existía, ni te lo planteabas».
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El diagnóstico de David Llerandi, 35 años y segundo capitán del Ceares, es similar al de su compañera. «Se han dado pasos para ayudar al fútbol modesto y al femenino, para que tengan igualdad de oportunidades. Pero estamos lejos de conseguir lo que hay en el fútbol base masculino».
Con una larga trayectoria en este deporte, David Llerandi cree que la clave para impulsar el fútbol femenino y tratar de acercarlo al masculino pasa por la base. «La inversión debe estar en el fútbol modesto. Si el desarrollo llega a las niñas, habrá más que puedan jugar, subirá el número de licencias y generará más ingresos. Eso conllevará el desarrollo de las ligas y estructuras más sólidas». El jugador del Ceares no se olvida de las instituciones, a las que reclama más apoyo, y de las empresas.«Hay que darle más visibilidad al fútbol femenino. Eso redundaría en que más empresas apuesten por los patrocinios y esa rueda pueda crecer». Sara Calvente apuesta también por el fomento de la base.«La clave es más la educación, que todos tengan las mismas oportunidades».
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En el fútbol, monopolizado por los hombres durante décadas, aún persisten posiciones machistas. La jugadora del Gijón Femenino cree aún se ven actitudes de este tipo, con «comentarios de desprecio» hacia las mujeres, pero también destaca que «es una locura lo que cambió». El propio David Llerandi también percibe este tipo de situaciones, sobre todo en las árbitras y juezas de línea.«En el fútbol hay machismo, se ve con las árbitras. Hay que trabajar para sancionar y erradicar esas actitudes».
Tamara Labra tiene 29 años y es la capitana del Universidad de Oviedo, un club que tiene convenio con el Alimerka Oviedo de baloncesto. Sus padres practicaban este deporte y desde bien pequeña se interesó por él. Pero, cuando quiso empezar a jugar se encontró con un problema.«No había equipo en Mieres, así que más o menos lo monté yo», recuerda.
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El panorama desde entonces ha cambiado mucho en el baloncesto, pero dista aún de ser ideal en lo que a igualdad se refiere. «La situación ha ido a mejor, pero la brecha que hay que salvar con el baloncesto masculino es muy grande».
Esa diferencia la vivió en sus propias carnes. Tamara Labra siguió jugando, primero con niños y después ya en equipos femeninos. Mejoró, se esforzó y llegó a un nivel alto. «Cuando sigues una proyección, entras en dinámica de selección y fichas por un equipo de Segunda dices qué bien, pero sabes que no vas a vivir de ello. Estaba en la segunda categoría del baloncesto y no vivía de ello».
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Quien está en la segunda categoría del baloncesto masculino, LEB Oro, es Marc Martí. Este pívot ilerdense de 26 años que cumple su cuarta temporada en el Alimerka Oviedo, del que es capitán, sí que vive de este deporte. «Cuando era niño sí que había igualdad en el baloncesto.A medida que fui subiendo de categorías, las cosas fueron cambiando», reconoce. De aquella época recuerda a alguna amiga que destacaba en el baloncesto, pero que no se llegó a plantear hacer carrera en el deporte.«Veías a chicas que despuntaban, pero ni pensaban en ser profesionales. En el baloncesto masculino, si se te daba bien, con 18 años empezabas a cobrar.Eso en el femenino no pasaba».
Las diferencias salariales en la máxima categoría son aún más notables.Los sueldos de los jugadores de la liga ACB son«mucho más altos» que los de la Liga Femenina.«Se ven muchas diferencias en los salarios, en las instalaciones, en el cuerpo técnico y en las emisiones.El baloncesto femenino no es tan fácil de ver, hay que recurrir a páginas web específicas».
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La visibilidad en el deporte es una de las claves de la profesionalización y en el baloncesto no es diferente.Las marcas pagan grandes sumas por anunciarse en competiciones con buenas audiencias y atención mediática, y ahí la televisión juega un papel muy relevante.«Se está dando más visibilidad al baloncesto en general, también al femenino. Las retransmisiones de los partidos son importantes.Si no los dan, es como si no jugaran.En términos de igualdad, se está mejorando, pero queda mucho por hacer».
Donde ambos jugadores coinciden es en desterrar la idea de que un deporte, por el hecho de que lo practiquen mujeres, es menos espectacular que si lo juegan hombres. «Es una visión antigua del deporte. Si ves baloncesto de primer nivel, tienes espectáculo de primer nivel.Esos comentarios que se escuchaban antes son mentira. Se ha visto el cambio, el entretenimiento es el mismo. Quienes decían esas cosas, es posible que no vieran un partido femenino en su vida», destaca MarcMartí.
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Tamara Labra tiene claro que el camino a seguir es la profesionalización, algo que «se está intentando» con la máxima categoría femenina. Pero sabe que no es fácil. «Las solución es que las instituciones y las empresas apoyen. Si hoy planteas un salario mínimo, hay clubes que no podrían salir a competir».
La gijonesa Isabel Barreiro tiene 24 años y desde el pasado curso vive del atletismo. Esta deportista que corre para el Bilbao Atletismo acabó los estudios de fisioterapia y está especializada en las pruebas de 5.000, 10.000 y cross. Tras ser cuarta en el Europeo Sub-23 de 5.000 y campeona de España absoluta en 10.000 vio que «podía centrarme en el atletismo».
La suya es una carrera de éxito, pero lo es por su esfuerzo, no por un refuerzo positivo por el hecho de ser mujer. «El atletismo es un deporte de bastante igualdad. Los chicos y las chicas competimos a la vez y, cuando lo dan en televisión, se ve a ambos», sostiene.
Las remuneraciones de la Federación Española de Atletismo «no distinguen a hombres y mujeres» y el hecho de compartir competición entre géneros hace que el público solo se centre en las pruebas. «El atletismo ha cambiado, ha habido un avance. Cuando era más pequeña, si conocías a una atleta que destacaba, llamaba la atención, porque los referentes eran chicos. Ahora hay referencias en ambos sexos. Imagino que entonces las oportunidades no eran las mismas, sobre todo por los patrocinios. Creo que eso ha ido cambiando con los avances sociales».
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Seguimiento
El también gijonés Manuel Bea, que corre para el Real Grupo de Cultura Covadonga y es especialista en los 400 metros lisos, cree que el trato que se da a hombres y mujeres en este deporte es «muy igualitario. No hay competiciones masculinas y femeninas, vas a ver atletismo.A mí me gusta este deporte, y sigues a ambos sexos por igual».
En cuanto a los premios, no hay diferencias, pero las hubo. Isabel Barreiro recuerda que «hace años» había cuantías mayores para los hombres, algo que Manuel Bea no ha llegado a conocer. Lo que ambos tienen claro es que para poder hacer del atletismo su sustento hay que ser muy bueno.«Un chico y una chica lo tienen igual de difícil para vivir del atletismo».
Celia y Alberto Llera, riosellanos, llevan el piragüismo en la sangre. Su padre, Alberto Llera, fue un destacado piragüista y su tío Fran Llera, doble medalla de oro en campeonatos del mundo.Con estos antecedentes, no es difícil suponer quién y cuándo les puso una pala en sus manos. «Empecé con siete años, yendo con mi padre y mi hermano. Cuando comencé a competir era la única chica en mi categoría. En la primera carrera les gané a todos y había gente que se sorprendía un poco», recuerda Celia Llera, piragüista del Club El Sella y que se entrena en el Centro de Alto Rendimiento de Trasona como parte del equipo nacional juvenil.
Esa sorpresa inicial que percibió en su primera competición fue la única actitud extraña que recuerda de los años que lleva subida a una piragua. «El piragüismo es igual de visible para los hombres que para las mujeres. Las competiciones son el mismo día y la gente se queda a verlo todo. En el fútbol, por ejemplo, no se ve tanto a las chicas.Aquí se ve por igual».
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Su hermano Alberto, con el que Celia comparte club, solo ve una diferencia entre hombres y mujeres. «En las competiciones hay más participantes masculinos, pero ninguna desigualdad». Los premios son los mismos para ambos géneros y coincide en destacar que el público que acude a ver las competiciones lo hace atraído por el piragüismo, ya sea el que enfrenta a hombres o a mujeres.«Nunca vi que hubiera diferencias económicas entre hombres y mujeres. El seguimiento es muy parecido, las competiciones suelen ser el mismo día y se ven indistintamente. El reconocimiento es el mismo, se ve cuando se habla con los compañeros», sostiene Alberto Llera.
Lo que ambos tienen claro es que vivir del piragüismo es un objetivo muy complicado. A las muchas horas de entrenamiento hay que sumar el talento y la suerte de contar con los apoyos necesarios. «Vivir del piragüismo es igual de complicado para los chicos que para las chicas.El esfuerzo es el mismo para todos», expone Celia Llera, quien a pesar de la dificultad, sueña con alcanzar la meta.
«La igualdad en el balonmano no es real.La Liga Asobal (masculina) es profesional y ninguna femenina de ningún deporte lo es». Así de rotunda se muestra Nayla de Andrés, jugadora bilbaína del Motive.co La Calzada de la Liga Iberdrola, la máxima categoría femenina del balonmano español, cuando se le pregunta por este tema. Esta pivote de 26 años, que afronta su tercera temporada en Gijón, tiene una aspiración, que pasa por que su deporte y su equipo «se profesionalicen, quiero vivir de mi trabajo con unas condiciones y un salario dignos».
Estudiante de un máster de Educación Física y con un segundo empleo que le permite completar sus ingresos, Nayla de Andrés es consciente de que los salarios en la máxima división masculina son «superiores» a los que perciben los equipos contra los que ella compite. Pero también de que su lucha es un camino que se recorre paso a paso. «Vamos poco a poco tratando de tener más apoyo. Intentamos hacer las cosas mejor, dando pasos para tener más jugadoras con contrato a tiempo completo, intentando que estemos más resguardadas».
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Lo que tiene claro es que lo que necesita el balonmano femenino es un «pequeño altavoz, que retransmitan los partidos, que la gente los vea y que se enganche. Que te lo pongan en bandeja para verlo y luego que sea el propio deporte el que te enganche».
El Royal Premium Gijón Jovellanos compite en División de Honor B, la tercera categoría del balonmano español. En él milita Diego Canal, quien no cobra por jugar, aunque en su división «la mayoría de equipos sí pagan salarios. Son sueldos que no dan para vivir, solo cubren piso y comida. Poca gente vive de esto en mi categoría».
Su percepción de este deporte pasa por una situación próxima a la igualdad, aunque reconoce que «los grandes equipos de la Liga Asobal pagan más que los de la Liga Iberdrola». «Se nota que hay una incorporación de chicas en la base. Cada vez más clubes tienen equipos femeninos».
Si tiene que marcar un momento en el que el balonmano femenino comenzó a despegar, elige la llegada de Iberdrola como patrocinador.«Fue hace unos pocos años y ahora se ve algún partido en abierto y hay un resumen semanal de la liga». En Asturias, cree que el público sigue por igual el balonmano protagonizado por hombres o por mujeres. «La gente que va a ver balonmano va a ver un partido bueno, sea de un género o del otro».
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Nayla de Andrés, por su parte, destaca que «queda mucho camino por recorrer para estar al nivel del balonmano masculino». Ella, jugando en la máxima categoría femenina de este deporte, estudia para contar con un futuro cuando el deporte de competición llegue para ella su fin y trabaja para completar sus ingresos. «Cuando el balonmano se acabe, te puedes encontrar sin estudios y sin experiencia laboral».
Carlota Caicoya es de Luanco y allí se inició en el fútbol. Se le daba bien, pero un día planteó que quería ser portera. Le gustaba el puesto. La respuesta que recibió fue negativa y la argumentación, sorprendente.«El entrenador dijo que no porque no podía recibir balones. Éramos dos chicas en el equipo y teníamos que llevar doble espinillera». Estaba en categoría benjamín.
Desencantada, decidió probar un deporte diferente y se pasó al rugby. «Cuando empecé, jugaba con chavales mayores que yo y siempre me trataron como a uno más, no era como el fútbol», recuerda esta jugadora de 15 años del equipo femenino sénior del Gijón Rugby Club que se mueve en las posiciones que requieren mayor velocidad y contacto con el balón y que ya ha sido convocada en dos ocasiones por la Selección Española Sub-18.
En sus inicios, Carlota Caicoya comenzó jugando con los chicos, pero decidió pasar al conjunto femenino. Lo único que cambió para ella fueron las personas con las que comparte campo y vestuario, porque el ambiente en la grada seguía siendo el mismo. «Esto es un club y sea el partido que sea, vamos todos. Luego comemos y hacemos el tercer tiempo juntos. Donde veas la palabra rugby vas a ver igualdad».
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Los únicos hechos desagradables que afirma haber vivido han sido fuera del ambiente de este deporte, en el colegio, donde recibió algún insulto por dedicarse al rugby. «Hoy en día, el reconocimiento es el mismo para los hombres que para las mujeres.Hace unos años, las chicas estaban más apartadas, todos iban a ver a los chicos».
Álvaro Garrido tiene cinco años más que ella y juega en el equipo sénior del Gijón Rugby Club. Desde que se inició en este deporte, los únicos cambios que ha visto son «la cantidad de chicas que se animan y la mejora de que se dejen atrás estereotipos de que hay deportes para hombres y para mujeres».
Acostumbrado a vivir este deporte en un entorno de igualdad, Álvaro Garrido explica que cuando el masculino y el femenino juegan en el mismo día «la gente se queda a ver los dos partidos. Luego, nos juntamos todos para el tercer tiempo».
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