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Entre el estupor, la indignación y la vergüenza, el fútbol asturiano asistió el pasado día 24 de febrero al último suceso en torno a la violencia contra los árbitros. Era un partido más de la Segunda Asturfutsal y fue suspendido de la peor manera. ... Una vergonzante violencia, una presunta agresión por parte de un futbolista del Arenas de Manzaneda, H. B. C., al colegiado, al que le rompió la cadera, y la suspensión del partido cuando se cumplía el minuto 36 y el marcador reflejaba un 4-2 a favor de los locales.
Se esperaba una contundente sanción del Subcomité de Competición de Disciplina Deportiva de Fútbol Sala. Este, primero, acordó suspender cautelarmente al jugador a la espera del castigo, que se hizo público durante la mañana de ayer. Un castigo contundente: tres años por agresión a un componente del equipo arbitral. «La agresión aparece plenamente acreditada, así como la gravedad derivada plasmada en los informes médicos, siendo especialmente explicativo el expedido por el Hospital de San Agustín, donde se acredita la fractura del cuello del fémur del árbitro y la necesidad de reducción quirúrgica», recoge el comunicado..
Tiempo tardará el colegiado en olvidar lo ocurrido en el Pabellón de Barres. El diagnóstico fue grave: «Cuello del fémur roto, que debió ser reducida mediante osteosíntesis de fractura con tornillos canulados (....), debiendo deambular mediante bastones». La sanción deportiva, en cualquier caso, tal como refleja las palabras del Subcomité de Competiciónde Disciplina Deportiva, «es independiente y paralela a la que se pudiera imponer vía penal». «Al jugador pudo representarse la posibilidad de que se produjera dicho resultado y que había muy altas probabilidades que éste fuera grave y no un simple golpe, por lo que merece el reproche de que la gravedad de esas consecuencias imponen», afirma.
El comunicado recoge los hechos sucedidos y recogidos en el acta. «Se dirige a mí con los siguientes términos 'qué sirvengüenza eres', por lo que procedo a expulsarlo. En ese momento me propina un empujón, que me desplaza tres metros hasta caer a pocos centímetros de la pared». Pero no se quedó ahí. «Componentes de ambos equipos acuden a sujetar al jugador, siguiendo este en su actitud agresiva», continúa el colegiado.
«El futbolista está arrepentido, dice que no sabe qué pasó, que la cagó... Pero, bajo ningún concepto voy a justificar o permitir este tipo de agresiones. No tiene ninguna justificación». El Arenas de Manzaneda, en este caso, reaccionó con prestancia e hizo público, a través de las palabras de su presidente, José Alonso, su condena vehemente a lo sucedido y el anuncio de que el agresor no volvería a vestir la camiseta del equipo.
«Al jugador pudo representarse la posibilidad de que se produjera dicho resultado y que había muy altas probabilidades que éste fuera grave y no un simple golpe, por lo que merece el reproche dque la gravedad de esas consecuencias imponen», afirma.
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