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Afirmó Luis de la Fuente en la rueda de prensa previa al encuentro que disputó España el pasado jueves en Sevilla frente a Escocia que ahora consume menos prensa de lo que solía hacerlo cuando llegó al cargo de seleccionador. El motivo son las ... críticas recibidas, la mayor parte de ellas de forma injusta. «En la vida de todo se aprende», aseveró antes de especificar en tono de broma que solo se detiene a repasar lo que se dice de él cuando se trata de «cosas buenas». Por tanto, a buen seguro que no tuvo problemas para profundizar este lunes en los análisis que efectuaron los medios de comunicación después de que lograse clasificar el domingo en Oslo a España para la Eurocopa de Alemania 2024 ya que el veredicto resulta prácticamente unánime: La Roja ha recuperado el crédito y buena parte del mérito hay que atribuírselo al técnico de Haro.
Sin necesidad de alzar la voz, gusto por colgarse medallas o recurso a estridencias, este hombre afable en las formas y profundo en el contenido se ha ganado el respaldo del vestuario y el respeto de una afición que tal vez miró con extrañeza en su día la elección de un preparador que hasta entonces no tenía recorrido en la élite, pero que había dejado su impronta en las categorías inferiores del combinado nacional ganando un Europeo al mando de la sub-19 en 2015, otra Eurocopa al frente de la sub-21 en 2019 y conquistando la medalla de plata en los Juegos Olímpicos celebrados en Tokio en 2021. Esa misma hinchada que tal vez esperaba a Marcelino García Toral o Roberto Martínez agradece ahora el soplo de aire fresco que ha aportado Luis de la Fuente.
El riojano ha devuelto la ilusión por una selección que venía de estrellarse en el Mundial de Catar bajo la égida del dogmático Luis Enrique. Al actual timonel del PSG le devoró su intransigencia. Luis de la Fuente está en las antípodas del asturiano dentro y fuera del césped. La ausencia de corsés tácticos libera a sus futbolistas, que han hecho piña con un entrenador en cuyo método depositan una fe absoluta.
Varios de los convocados en los ocho partidos que ha disputado España desde que Luis de la Fuente es seleccionador trabajaron con él en los escalones inferiores de La Roja y conocían bien su gran capacidad para cohesionar grupos. El resto han tenido oportunidad de comprobarlo mientras se ganaba la Liga de Naciones y se enderezaba una fase de clasificación para la Eurocopa que puso cuesta arriba la debacle del 28 de marzo en Glasgow.
Lejos de hacer mella, aquella derrota sirvió para fortalecer a la tropa de Luis de la Fuente y ofreció valiosas enseñanzas a un preparador que pagó la novatada en Hampden Park, pero que supo corregirse sobre la marcha. Desde entonces ha forjado un once tipo y ha dotado de sello propio a la selección.
Más allá de cualquier otra consideración, prima la idea de equipo. Rodri es la referencia y ha cubierto el vacío que dejó Busquets con tremenda suficiencia. El pivote del Manchester City es un motor formidable que hace avanzar a La Roja y un líder dentro de la caseta. Su clase, aplomo y experiencia sirven como faro a un combinado sin la brillantez de otros tiempos, pero con grandes dosis de sacrificio.
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De la Fuente ha reforzado a Unai Simón bajo palos, ha cuajado la pareja Laporte-Le Normand en el eje de la zaga, ha mantenido los galones de Gavi en el centro del campo, ha elevado la figura de Morata como referencia ofensiva y ha espoleado la competencia en los extremos sumando soldados a la causa. Atiende a estados de forma y no se parapeta en una idea innegociable de juego como hacía Luis Enrique.
Todo ello pese a haber tenido que convivir con ácidos comentarios en unos meses turbulentos desde su mismo nombramiento. El veto a Sergio Ramos precipitó las primeras flechas contra el seleccionador, al que le llovieron los palos tras el fiasco en Glasgow. Dicho tropiezo propició que llegase cuestionado a la Final Four de la Liga de Naciones.
La conquista del título en los Países Bajos le concedió una tregua, pero resultó efímera porque el ruido se hizo ensordecedor dos meses después a raíz de sus aplausos a Luis Rubiales en la infame asamblea con la que el motrileño intentó atrincherarse en la presidencia de la Federación tras su beso no consentido a Jenni Hermoso. Se equivocó y era obligado señalarlo, pero pidió perdón y solicitar su cabeza por un error humano, como hicieron algunos, era un despropósito. Las cuatro victorias cosechadas desde entonces y la sólida imagen que ha ofrecido la selección han servido para apuntalar a un técnico que ha superado el duro examen con nota y ha tapado muchas bocas.
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