Corea del Sur, con Heung-min Son a la cabeza, amenaza la transición de Uruguay

La Celeste llega a Qatar con aires renovados, aunque sin olvidarse del pasado más reciente. Diego Godín, Luis Suárez o Edinson Cavani narran las batallitas de los abuelos cebolleta a una generación que afronta la cita mundialista sabiendo que el traspaso de poderes ya es un hecho. Ley de vida. Fede Valverde encabeza la nueva hornada de jóvenes sobradamente preparados que ha tomando el mando para encarnar los sueños de grandeza de un Estado en el que los futbolistas de raza y clase brotan, literalmente, en cada esquina.

El Halcón, figura indispensable para Carlo Ancelotti en un Real Madrid catorce veces rey de Europa, es también un elemento troncal para Diego Alonso, quien consiguió enderezar el rumbo de los charrúas en una tempestuosa fase de clasificación y vuelve a ilusionar con alcanzar el cielo al único país de menos de cinco millones de habitantes que ha sido capaz de ocupar el trono planetario.

El Tornado, sucesor del legendario Óscar Washington Tabárez, guía la transición de un combinado en el que Rochet ha desplazado a Muslera bajo palos, la calidad de Betancur marida a la perfección con el despliegue infinito del cañonero Valverde y la pegada de Darwin Núñez sirve como anestesia para quienes añoran los mejores días de Luis Suárez y Cavani. Una dupla que catapultó a la Celeste hasta las semifinales en el Mundial de Sudáfrica, la sostuvo hasta octavos de final cuatro años después en el de Brasil y volvió a dar el 'do' de pecho en Rusia hasta que Francia la frenó en seco en cuartos de final camino de la gloria en el Luzhniki moscovita.

Para el Pistolero y el Matador este será su último baile. Su objetivo es claro: seguir danzando hasta el próximo 18 de diciembre, fecha de la final. Pero para ello conviene abordar la pista con cautela máxima. Porque las debacles de Argentina ante Arabia Saudí y de Alemania frente a Japón son un recordatorio de que en un torneo de luces cortas cualquier exceso de confianza puede provocar un accidente mayúsculo. Y porque Corea del Sur, ya de por sí un rival al que no conviene desmerecer por su dinamismo, dispone además de uno de los mejores jugadores asiáticos de la historia.

«Son puede jugar», confirmaba este miércoles Paulo Bento para alivio de la parroquia surcoreana, alarmada desde que la estrella del Tottenham, máximo goleador de la última edición de la Premier League junto a Mo Salah, sufriese una fractura en la cuenca del ojo izquierdo en un partido de Champions frente al Olympique de Marsella que comprometió su presencia en el debut mundialista de los tigres de Oriente. «Nos hemos ceñido al plan desde que llegamos aquí, también la forma en que lo integramos a nuestro grupo muestra que ha sido natural», añadió el preparador portugués para refrendar que su figura está dispuesta a ser el verdugo enmascarado de la Celeste.