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El éxito del Ceares se confirmó con el histórico ascenso a Segunda RFEF, categoría que viene a reemplazar el vacío dejado por la extinta Segunda B. La gesta resultó increíble. «El objetivo era salvar la categoría sin apuros», explicaban en la entidad. Tenía el club de barrio gijonés uno de los presupuestos más modestos de la Tercera División de Asturias. Contaban nada más que con 6.000 euros al mes para gastos de plantilla y cuerpo técnico. «Nunca nos habríamos imaginado el ascenso. Tampoco en las previsiones más optimistas», cuenta uno de los hombres fuertes del club. La entidad 'teyera' se codeará este curso ante clubes históricos, con pasado en el fútbol profesional. Luchará de igual a igual frente a entidades que multiplican su presupuesto por cinco. Sin complejos. Bajo ese eslogan en inglés que explica a la perfección su carácter humilde, pero también ese espíritu de lucha mostrado el paso curso con el equipo que ascendió bajo los mandos de Pablo Busto: 'Keep the faith' (mantener la fe). El ascenso ha doblado el presupuesto, pero sigue siendo uno de los más humildes. Estiman en La Cruz que el Ceares cuenta, en total, con 280.000 euros al año. «Nadie vive del club. Tampoco los jugadores y técnicos», mantienen.
El Ceares nació en 1946 como resultado de la fusión del Blancoval y el Fortuna. La entidad las pasó canutas en más de una ocasión e incluso coqueteó con la desaparición. Pero el año 2011-2012, cambió la historia del Ceares. Entró una nueva directa, con ideas rompedoras. Reivindicaban al barrio por encima de los intereses económicos. Nació el fútbol popular, donde la masa social tiene todo el peso en las decisiones. No hay ánimo de lucro en el club, que prioriza sus convicciones a la cartera. «Aquí nadie gana dinero. Ese no es el objetivo. Ni siquiera se cubren los gastos», señala Xosé Estrada, vicepresidente de la entidad y uno de los grandes responsables en la modélica gestión del club. Hace cinco años además se produjo otro cambio muy importante para el Ceares: una parte importante de la actual Junta Directiva entraba y se consolidaba ese cambio de política, orientada hacia lo social, que comenzó en 2011. «Lo importante del Ceares es su gente», dicen en La Cruz.
Precisamente su gente es la que se encarga de gestionar la entidad más particular de Gijón. Un club que atrapa por su aroma singular, capaz de agotar el 'stock' de sus camisetas tras el ascenso y de que un turista alemán aparezca de repente por las instalaciones de La Cruz y haga cola para hacerse con una camiseta del Ceares. La entidad 'teyera' cuenta con unas 25 personas colaborando en la estructura. Pero son 12 vecinos del barrio los que se encargan de todo lo relacionado con el día a día: el vicepresidente Xosé Estrada, el secretario Ceferino Laviada, el administrador Sergio Rionda, el presidente Alberto Álvarez, Fernando Antuña, encargado de sacar adelante las labores de la cantina, el director deportivo Iñigo Arza y su mano derecha, Víctor Amo, el responsable del 'merchandising', David Méndez, el responsable de todo lo relacionado con el filial, Roberto Colunga, Jairo Aranda, al mando del área social y Víctor Melero y Gerardo Rodríguez, encargados del mantenimiento de las instalaciones y el cuidado de las obras.
La estructura del club no entiende de jerarquías. No existen colaboradores de primera o segunda, sino que todos echan una mano con lo que pueden. Unos cambian las vallas de publicidad, otros velan por la seguridad y algunos hacen ingeniería matemática para cuadrar las cuentas. Por ejemplo, Alberto Álvarez, el presidente, se encarga del trabajo de cantina. Es quien sirve en la barra en los partidos. Los cargos para el Ceares son lo de menos. Los marcan los estatutos, pero nada más. Lo que importa realmente es ayudar para que el club salga adelante. «Echamos muchas horas al día», explican los colaboradores. «Nadie cobra un euro en Junta Directiva», cuenta Estrada. Muchos terminan sus jornadas de trabajo y se dirigen después a La Cruz para que todo esté en orden.
Cada dos semanas se celebran las reuniones entre los miembros de la Junta Directiva. Se suelen convocar los miércoles. Todo se vota en Junta. Las decisiones relevantes, en cualquier cosa, se votan en Asamblea. Es decir, deciden los socios. Los miembros de la Junta, a efectos prácticos, son meros portavoces. No tienen más poder que otro abonado cualquiera. El club cuenta con unos 500 o 600 socios. Y en torno a un millar de abonados. En total, justo las 1.600 personas que tienen derecho a entrar marcan el límite, porque es el aforo del campo. El Ceares está en permanente comunicación. Aunque no esté profesionalizada, la estructura sigue un orden riguroso. Se dividen por grupos de trabajo, en áreas. Se departe por Telegram. Así se explica la gestión de un club 'rompedor' y también exitoso.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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