Nadie sabe si es o no una leyenda o forma parte de la mitología rojiblanca, pero aquel día en El Molinón no entraba un alfiler. «Se agotaron las 41.400 localidades puestas a la venta», titulaba la edición de EL COMERCIO del 13 de febrero ... de 1984, que describía con fotos y crónicas una jornada histórica para los aficionados al fútbol.
Al campo salió un pequeño jugador con el diez a la espalda que había levantado una expectación enorme. El mejor jugador del mundo visitaba El Molinón. Con él, casi, del túnel vestuarios salió Espinosa. Un futbolista que, entonces, no era muy valorado por la afición pero que aquel día, si hubiera sido un torero habría salido con las dos orejas y el rabo por su faena. «Fue un recuerdo inolvidable», rememora el que fuera canterano del Real Madrid y hoy un gijonés más. «Aquel día, El Molinón comprendió y valoró lo que era hacer un marcaje al hombre», señala Espinosa, al tiempo que reconoce que aquel partido marcó «un antes y un después en su carrera».
¿Cómo era Maradona en las distancias cortas? Espinosa puede dar fe de ello, porque no abandonó su marca en ningún momento. «Yo le decía que estuviera tranquilo, que en las disputas iba ir siempre al balón... Vamos que no se preocupara», describe. El astro argentino le dijo que hiciera su partido. Sin más. Al final del encuentro, con el empate sin goles en el marcador, ambos se felicitaron y Maradona, incluso, ante las cámaras de televisión, elogió el trabajo de su marcador.
Alabanzas que también le llegaron del entrenador (Boskov)y de sus compañeros. El técnico rojiblanco protagonizó una anécdota en la víspera que hoy Espinosa recuerda con cariño y una sonrisa cargada de nostalgia. «Dijo que en el partido ante el Barcelona, el peor de su equipo, es decir yo, iba a marcar al mejor del Barcelona, Maradona. Si sale bien perdemos al peor y ellos al mejor», rememora el entonces defensa rojiblanco que ya había anulado a Maradona en un partido disputado en El Molinón con motivo de una eliminatoria de la ya extinta Copa de la Liga. El resultado, en aquel descafeinado duelo, fue el mismo, empate sin goles. Sin embargo, a Espinosa le quedó un sabor amargo de la primera vez. «Me expulsaron por dos amarillas por sendas manos que me señalaron, no por dar patadas», precisa.
Sin embargo, no fue la primera vez que Maradona pisó El Molinón. El '10' había jugado un torneo Costa Verde sobre el césped del estadio gijonés. Fue el 28 de agosto de 1982, en la XIX edición de la cita veraniega rojiblanca. Maradona formó en un once en el que también estaba Quini, que jugó todo el partido. No fue el caso del astro argentino, que fue sustituido en el minuto 62 por Pichi Alonso en el duelo de semifinales, en el que tuvieron como rival al Estrella Roja. Los yugoslavos superaron al conjunto azulgrana con un gol de Djurovski estropeando así una final contra el Sporting en un estadio que había sido remozado con motivo del Mundial de España 82.
El Molinón se le resistió a Maradona como goleador, pero no el Sporting. Tuvo, eso sí, que esperar a su segunda etapa en España para estrenarse ante los rojiblancos. En la temporada 92-93, el astro argentino sorprendió al mundo del fútbol fichando por el Sevilla. Fue para él una campaña de sombras y luces, con el inconfundible 'sello Maradona'. Allí coincidió con los gijoneses Monchu y Ricardo Bango, con los que entabló amistad.
En la jornada 19, elSporting de Bert Jacobs visitó el Sánchez Pizjuán. Maradona tardó dos minutos en inaugurar el marcador con una genialidad: controló de espaldas a la portería un balón centrado y, sin dejar que tocara el suelo, se giró para conectar un zurdazo ante el que poco pudo hacer el meta Rodri. El talento del '10' talento, de alguna forma, también llegó a Asturias.
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