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En un deporte tan ciclotímico como el fútbol, se puede pasar de la depresión a la euforia con la misma facilidad con la que el televidente cambia de canal empleando el mando a distancia en el salón de su casa. Puede dar fe de ello ... el Real Madrid, montaña rusa emocional por excelencia que tras llevarse un disgusto mayúsculo en la Supercopa de España a manos del Barça y pegarse un sofocón antes de acabar goleando al Celta en la Copa del Rey, emergió de las tinieblas el domingo con una notable actuación frente a Las Palmas que le permite comandar la Liga y calmar la tormenta a las puertas de otro choque en la Champions en el que no puede fallar contra el Salzburgo.
Las sobresalientes aportaciones de Mbappé, partícipe directo en los cuatro goles que facturó el Real Madrid ante el conjunto canario, dos de los cuales llevaron su firma, y al que se le anuló otro en una acción controvertida, y de Rodrygo, que anotó el último de los tantos de su equipo, asistió en el tercero y provocó el penalti con el que los anfitriones igualaron la prematura diana de Fábio Silva, permitieron que el cuadro del Carlo Ancelotti más socarrón y reivindicativo que se recuerda en mucho tiempo levantase cabeza y se aupase al liderato pese a la ausencia de Vinicius.
Anda alicaído el fluminense, que solo ha registrado dos tantos y entregado otros dos pases decisivos desde que fuese ungido con el premio The Best de la FIFA el pasado 17 de diciembre en Catar. Distraído por enfrentamientos con árbitros, contrincantes que le buscan las vueltas prendiendo la corta mecha que le caracteriza y aficiones rivales que se ceban con un enemigo al que temen como a una vara verde, el '7' está lejos de esa versión desequilibrante que le permitió encumbrarse con una infinita capacidad para repetir esfuerzos y un golpe de pedal asombroso. Por suerte para el Real Madrid, el bajo momento de forma por el que atraviesa el brasileño coincide con el tono ascendente de los restantes astros que tiene a su cargo Carletto.
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El duelo ante Las Palmas confirmó, sin género de dudas, lo que se venía percibiendo en las últimas semanas: Mbappé ha desplegado todos sus poderes y es ya el indiscutible jefe del nuevo líder de Primera. En los diez partidos que ha disputado desde que tocó fondo en San Mamés, ha marcado ocho goles, ha repartido dos asistencias y ha desplegado un catálogo de recursos solo al alcance de los elegidos. Si bien ya había dejado poderosas muestras de su creciente amenaza frente al Girona, el Sevilla y especialmente ante el Barça en la Supercopa de España, fue el domingo cuando refrendó ese estatus de delantero sideral que es capaz de marcar las diferencias con independencia de los defectos que acompañen a su equipo.
La explosión del crack de Bondy se está viendo acompañada de una gran versión tanto de Bellingham como de Rodrygo. El inglés suma nueve tantos y cuatro asistencias en los quince últimos partidos que ha disputado, pese a que no ha visto puerta en los tres más recientes, pero cabe reseñar especialmente el impacto del paulista.
Injustamente tratado muchas veces por ser el eslabón más débil de la cadena y carecer de la regularidad que suele acompañar a los otros puntales del vestuario merengue, Rodrygo ha recuperado la magia mientras sentía la creciente presión de Brahim y de Arda Güler, revolviéndose contra quienes aventuran una posible venta del brasileño en verano a base de actuaciones destacadas.
Rodrygo acumula seis goles y tres asistencias en sus ocho últimas apariciones sobre el césped, en las que ha establecido una floreciente sociedad con Mbappé. Abnegado en el terreno de juego pese a alzar la voz fuera del mismo en busca del reconocimiento que no siempre se le ofrece, volvió a demostrar que es otro cuando percute por banda izquierda.
Contra Las Palmas, el extremo de Osasco remató tres veces, dos de ellas entre los tres palos, y completó con acierto 22 de los 33 pases que efectuó, incluyendo cuatro entregas consideradas clave por la estadística avanzada, para dar continuidad al progreso que ha experimentado desde mediados de diciembre un futbolista que, cuando está en racha, resulta una delicia.
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