El Sporting Atlético de 1984. De izquierda a derecha, de pie, Ablanedo II, Roberto, Emilio, Gaspar, Mino y Ablanedo I. Agachados, Chus Abad, Iñaki Eraña, Llabrés, Marcelino y Jaime. Nueve llegaron a jugar en el primer equipo. A. R.

El fútbol ambicioso de Marcelino

Su inicio en los banquillos profesionales, en una etapa complicada del Sporting, consiguió devolver la ilusión a la afición rojiblanca

Sábado, 9 de marzo 2019, 00:12

En las situaciones límite, tanto en el aspecto deportivo, como en el económico, el Sporting suele buscar alternativas en los banquillos de los filiales o con ex futbolistas rojiblancos que conocen la filosofía del club. Así llegaron 19 entrenadores que habían sido previamente jugadores del primer equipo, más otros tres que subieron del filial, dos que desde el puesto de auxiliar asumieron el cargo tras ser destituido el primer entrenador y un último caso que llegó desde el cuerpo técnico.

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En la relación de ex jugadores que se sentaron en el banquillo del Sporting, desde el inicio de la Liga, figuran Novoa, Miera, Amadeo, Marcelino, Barrio, Ciriaco, Abelardo, Meana, García Cuervo, Campos, Maceda, Campomanes, Rezza, Germán, Herrera, Luisín, Montes, Redondo y Manolo. Los tres técnicos que dieron el salto desde el filial, sin haber sido jugadores profesionales, fueron Badás, Acebal y el actual José Alberto López. Desde el cuerpo técnico dio el salto de forma transitoria Solís y como segundos entrenadores ascendieron Braojos y Tejada, aunque el bilbaíno sólo estuvo dos jornadas.

Una de las etapas más complicadas fue la campaña del debut de Marcelino García Toral en el Sporting. La situación financiera impedía fichajes. Sólo se gestionaron las cesiones de Dorado, del filial del Real Madrid, que había estado en el Rayo; Yago, que volvía cedido por el Celta, tras un paso por el Recreativo y el Oviedo, y Bilic, que pertenecía al Zaragoza. También se incorporó el inédito extremo gallego Álvaro.

La campaña anterior del Sporting había sido irregular, sin opciones de ascenso y con la permanencia asegurada a una jornada del final, con un clima de decepción. La imagen del Oviedo, que había descendido dos categorías al final de la campaña anterior, era un fantasma que revoloteaba sobre el Sporting, con un futuro preocupante y una plantilla poco atractiva. Además, Marcelino, que conocía la filosofía de Mareo, donde se formó como futbolista desla edad infantil, daba el salto tras haber sido el entrenador con el que había descendido el filial, aspecto que no influyó en Eloy Olaya y en 'Tati' Valdés, quienes lo respaldaron sin dudas. Parecía una alternativa obligada por las penurias económicas, en una época en la que los retrasos en los pagos, con reclamaciones, huelgas y cortes de suministros, tenían más repercusión que la situación deportiva.

Tanto en el Lealtad, en una etapa anterior a la de Mareo, como en el filial rojiblanco, Marcelino ya demostró carácter, con un fútbol ambicioso. En su debut en el Sporting superó con notable las expectativas, ya que en diciembre, un triunfo sobre el Numancia metió al Sporting en ascenso por primera vez desde el descenso anterior. Un mes después se convirtió en líder, con una ilusión renovada en una afición que parecía vivir un sueño. Las previsiones de permanencia se transformaron en opciones de ascenso. Una serie de arbitrajes adversos minaron la línea del Sporting , después de que el técnico de Careñes lamentase unas decisiones lesivas por un arbitraje tras una victoria. Dio la sensación de que los trencillas le tomaron la matrícula, al entrenador y al equipo. En el tramo final, el desgaste físico y algunos arbitrajes concretos truncaron el ascenso, pese a llevar nueve puntos de ventaja al cuarto clasificado en febrero.

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A la campaña siguiente, la plantilla de Marcelino tuvo menos potencial todavía, en otro curso problemático, en el que se hablaba poco de fútbol. Algunos refuerzos pasaron inadvertidos, con poca o nula participación, como el defensa argentino Ángel Pérez, que jugó tres partidos de premio, sin que ninguno de los nuevos marcara alguna diferencia. La campaña acabó con serios problemas económicos, en un final de ejercicio que derivó en el inicio de un proceso concursal. Marcelino llegó a un acuerdo para no seguir en el Sporting, después de haber afrontado una etapa muy complicada, con un resultado deportivo muy aceptable para el potencial de la plantilla.

La labor de Marcelino García Toral en el Sporting devolvió a la afición una alegría que estaba perdida, aunque el anhelado premio del ascenso se produciría tres años después de su salida de Mareo. El estilo del técnico de Careñes en Gijón era dinámico, organizado y ambicioso, con el sello que le agrada a la afición rojiblanca.

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El rendimiento de Marcelino como entrenador en el club gijonés, donde se dio a conocer como técnico profesional, le sirvió para iniciar una exitosa carrera, en la que lleva 305 partidos en clubes de Primera División, incluidas competiciones continentales, y otros 189 en entidades de Segunda, en las que contabiliza tres ascensos, con el Recreativo, el Zaragoza y el Villarreal. También sufrió destituciones en el Zaragoza, en una campaña con polémicas extradeportivas, en el Sevilla y en el Villarreal, por cuestiones personales.

En la relación de méritos, además de los tres ascensos, entre otros, figura una permanencia en Primera con un Recreativo limitado, una clasificación continental con el Racing, en su única participación europea, y el regreso a la Champions con el Villarreal y el Valencia, al que acaba de meter en la final de la Copa. En la actualidad es el técnico de Primera en activo con más partidos dirigidos. Le siguen Mendilíbar y Valverde. Sólo lo supera Víctor Fernández, en el Zaragoza.

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Marcelino García Toral puede considerarse el mejor exponente de un entrenador formado en el Sporting en épocas recientes, con un estilo de juego que se añora en Gijón.

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