IVÁN ÁLVAREZ
GIJÓN.
Viernes, 29 de enero 2021, 02:19
El balón siempre estuvo muy presente en casa de los Fernández González. «Mi padre era entrenador y recuerdo ir con él a los partidos», explica Eliana Fernández (Oviedo, 1990) sobre la forma en la que empezó a incubar su gusto por el fútbol. La curiosidad por su reglamento, al que ha dedicado casi la mitad de su vida, nació años después, en plena adolescencia, tras una charla recibida en el instituto que ejerció como detonante para iniciar una trayectoria ascendente con el banderín en el brazo.
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Desde aquel estreno en la banda del campo del Codema en enero de 2007 han pasado muchos fines de semana de evolución constante que han permitido a la gijonesa convertirse en la única árbitra asistente asturiana en la máxima categoría del fútbol femenino en la presente temporada, en la que disfruta de su estreno en Segunda División masculina. «Falta la gente en los estadios, que es lo que da la salsa y el espectáculo y es una pena, pero estoy muy contenta», señala la colegiada, que se confiesa «enganchada como el primer día». A pesar de que faltan algunos de los ingredientes que engrandecen los partidos, disfruta de un año «soñado» en lo deportivo, tras sortear el obstáculo que asomó en su escalada hacia la categoría de plata.
El confinamiento decretado el pasado mes de marzo le sorprendió cuando ya asomaba en el horizonte las pruebas para luchar por el salto de categoría, programadas para julio. «Con todo eso a la espalda tuvimos que luchar por ello. Busqué alternativas, me compré una cinta de correr, unas mancuernas y algunas herramientas típicas de la gente a la que le gusta el deporte para poder hacer entrenamientos en casa», recuerda sobre el plan para evitar que el virus dejase su preparación en fuera de juego. La estrategia funcionó y en su segundo intento, tras haberse quedado a las puertas el año anterior, llegó el anhelado ascenso a Segunda.
«En comparación con la Segunda B el ritmo es mucho más alto que el año pasado, pero con pocos partidos ya te vas adaptando. Tienes más cámaras y se ven más tantos los aciertos como los errores, pero es fútbol como en cualquier categoría», indica sobre los cambios vividos tras su gran zancada dentro de una «carrera de fondo», como define su recorrido en el arbitraje. A Eliana, que de niña practicó atletismo, se le vinieron a la cabeza «cada uno de los pasos» dados tras el estreno en el encuentro entre el Fuenlabrada y el Lugo del pasado 13 de septiembre, que permanecerá siempre en su memoria como otros señalados por su magnitud como la Supercopa entre el Barcelona y la Real Sociedad del pasado año, los 'play off' de ascenso a Segunda B y Segunda, derbis asturianos entre el Oviedo femenino y el Sporting, partidos entre selecciones o su estreno en la Liga de Campeones con un Kharkhiv-Linkoping.
«Si me pongo a repasar tengo para contar el día entero», señala sobre la multitud de momentos bonitos vividos en contraposición con la ausencia de incidentes que a veces tienen que vivir los colegiados por el mal comportamiento de muchos aficionados incívicos que llegan a mostrar actitudes a la falta de ética o el machismo. «Tuve la suerte de no tener que vivir ningún tipo de episodio desagradable», asegura Eliana. A pesar de ser la única asistente asturiana en la élite del fútbol femenino, elude ligar su figura a la condición de referente por el peso del término, aunque sí espera que la presencia de mujeres en el fútbol profesional como sus homólogas Guadalupe Porras o Judit Romano como anteriormente la de Marisa Villa unida a la mayor visibilidad en los medios pueda impulsar a las niñas a introducirse en el mundo del arbitraje.
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«Sin el fútbol base no estaría donde estoy hoy porque cada categoría me dejó un aprendizaje», proclama la gijonesa. Compaginó durante años los estudios (comenzó Industriales) y el trabajo con los terrenos de juego hasta que llegó un momento que «no daba abasto» tras alcanzar la condición de internacional y decidió centrarse exclusivamente en el deporte. «Muchos viernes ya salía con la maleta hecha para irme a donde me tocaba arbitrar», recuerda sobre ese complejo equilibrio ligado a ese estilo de vida nómada por obligación. Entre carretera y aeropuerto, la sombra del coronavirus ha limitado los movimientos del hotel al campo y del terreno de juego a casa. Una estricta rutina que se esperanza en dejar atrás con la ilusión de que «a corto plazo todo se vaya normalizando para que sea como antes y poder vivir esa experiencia en el fútbol profesional».
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