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A las doce de la mañana, en los alrededores de El Molinón, ya se notaba que era un día especial. El derbi asturiano estaba previsto para las 16.15 horas, pero más de cuatro horas antes ya se veían aficionados del Sporting y el Real Oviedo en las inmediaciones del campo. La tensión y las ganas de fútbol fueron creciendo a medida que se acercaba la hora del partido hasta el punto de que varios miles de personas esperaron la llegada del autobús del conjunto rojiblanco, que tardó más de quince minutos en atravesar la calle Luis Adaro.
Antes, el foco estaba puesto en la afición del Real Oviedo. Citados en el aparcamiento to del Palacio de los Deportes, los seguidores del conjunto azul llegaban con cuentagotas, equipados con camisetas, bufandas y bocadillos. Las restricciones y la obligación de entrar al campo dos horas antes del encuentro hizo que muchos se decantaran por traer la comida de casa y degustarla mientras esperaban a que la Policía Nacional les escoltase al estadio. Un grupo de 120 personas fueron las primeras en acceder al estadio. Cánticos y algún insulto cruzado fue todo lo reseñable de un movimiento que se saldó sin incidentes.
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Más tarde llegarían tres autobuses procedentes de Oviedo. La previsión era que accediesen al aparcamiento del Palacio de los Deportes, pero los responsables de las seguridad decidieron que fueran hasta la puerta del estadio al tratarse de los aficionados más radicales. De nuevo, cánticos e insultos cruzados, pero nada que pasase de ahí.
Mientras el resto de la afición del Real Oviedo llegaba a Gijón, miles de personas ocupaban la calle Luis Adaro y el trozo de la avenida Enrique Castro, 'Quini', que el autobús debía atravesar, ansiosos por la llegada del conjunto local. «Esto no lo hay ni en Madrid», comentaba algún aficionado a la vista del recibimiento. Antes de que se viese aparecer el autobús, fueron varias las bengalas que tiñeron de rojiblanco toda la zona. A paso lento, y con los jugadores del Real Oviedo ya en el estadio, el autobús del Sporting recorrió el escaso trecho a paso lento, con los futbolistas notando el calor de un público que ansiaba la victoria. Incluso pudo verse a Pol Valentín en la parte delantera del autobús grabando un vídeo ante el espectáculo que se vivía en la calle. A pesar de la rivalidad, de la necesidad de puntos de los locales y de la intensidad con la que se viven estos partidos, no se registró ningún incidente reseñable, un síntoma de normalidad en los momentos previos a un derbi de alto voltaje.
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