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I. ÁLVAREZ
GIJÓN.
Martes, 19 de enero 2021, 03:47
Dos zarpazos mayúsculos para estrenar su palmarés con el Athletic apenas trece días después de tomar el mando en Lezama. Una conquista relámpago que engalanó el impacto inmediato de Marcelino García Toral y su inseparable cuerpo técnico al frente del conjunto bilbaíno, verdugo de los dos gigantes del fútbol nacional durante una semana de ensueño en la que se proclamó campeón de la Supercopa de España.
El título es el fruto precoz de su madurado regreso a los banquillos, preparado durante más de un año y finalmente cerrado tras un cambio de planes. La oferta desde Ibaigane llegó cuando ya exploraba otros horizontes internacionales para estrenarse en una de las grandes Ligas extranjeras. «Hasta hace 48 horas ese era nuestro pensamiento», aseguró durante su presentación, en la que calificó como una oportunidad «única» la propuesta recibida para asumir las riendas de un equipo que le ha devuelto la alegría a Bilbao.
«Quiero dar las gracias a los futbolistas, que son los verdaderos artífices de este éxito, y dedicárselo a la afición, a todos mis compañeros de 'staff', a los dirigentes del Athletic que han confiado en nosotros...», expresó minutos después del pitido final en La Cartuja, justo antes de que la voz se le entrecortase por la emoción. «Y por supuesto a mi padre, que está arriba», apostilló en un sentido tributo a su progenitor, quien durante décadas elevó la cuenta de kilómetros acumulados al volante de su camión con viajes de ida y vuelta los fines de semana para seguir desde las gradas su trayectoria deportiva. Fue para él un apoyo fundamental, primero sobre el césped y después en su prolífica reconversión a los banquillos.
Desde su fallecimiento en octubre de 2014, cada triunfo importante va ligado al emocionado recuerdo a su figura. Presente en Villarreal el día que la victoria ante el Almería certificó el tercer ascenso a Primera de su único hijo, fue testigo de la fulgurante escalada hasta el estreno en competiciones continentales, como lo había sido los años previos en las múltiples visitas a Santander y Zaragoza junto a su madre Raquel para apoyarle.
El técnico asturiano volvió a tenerle presente la noche del domingo tras un nuevo hito alcanzado con retazos de su estilo, ya atisbado en un equipo correoso y vertical capaz de cortocircuitar a las dos plantillas más lujosas de la competición. «Intentaremos ser un equipo dinámico, intenso. Si las individualidades están convencidas de a qué jugamos, crecerán», aseguró en su puesta de largo en San Mamés. Una declaración de intenciones que consiguió llevar a cabo durante 210 minutos repletos de trampas. «Cuando decidimos venir teníamos un calendario asequible, era todo sencillo», bromeó tras doblegar al Madrid en la semifinal.
Caprichos del fútbol, el maliayo, todavía vigente campeón de la Copa del Rey con el Valencia, pudo aprovechar en la ciudad en la que inauguró su palmarés la oportunidad que se había ganado sobre el césped y le había cercenado su abrupta salida de Mestalla. Su meritoria remontada ante el Barcelona el domingo refrendó su cien por cien de efectividad en los duelos por el título y compensó con creces el historial de resultados negativos hasta 2019 ante el conjunto azulgrana, al que no había podido derrotar en una veintena de enfrentamientos hasta la final copera en el Benito Villamarín.
El aplazamiento liguero ante el Atlético aumentó su margen para perfeccionar en su pizarra un plan que maniató al Madrid, apeado gracias a un doblete de Raúl García de vuelta a su mejor versión desde el aterrizaje en San Mamés del técnico de Careñes. Clave para recuperar la fiereza de un equipo atrapado esta temporada en un juego anquilosado que le costó la destitución a Gaizka Garitano, al que atribuyó su cuota de mérito en la conquista de la Supercopa con un elegante gesto, Marcelino sigue sumando éxitos a un currículo en los banquillos incubado en la cantera del Lealtad, al que lideró en un histórico ascenso a Segunda B antes de dar el salto a Mareo.
«Cuando entrenaba en juveniles, los balones caían al río e iba a buscarlos. Cuando entrenaba en campos de arena, iba a regarlos antes. Ahora no muevo ni un cono, porque tengo las cintas y nos las colocan, pero eso no nos cambia la forma de pensar», recordó el pasado mes ante sus homólogos en una mesa redonda del Comité Asturiano de Entrenadores. Hasta Euskadi, hogar de las fábricas papeleras a las que su padre transportaba los eucaliptos, ha trasladado ahora ese método minucioso que ha conseguido que los 'leones' vuelvan a rugir de felicidad tras más de un lustro de silencio.
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