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CARLOS AMADO
Domingo, 26 de junio 2022, 02:33
El 25 de junio de este año quedó grabado ayer en la historia de El Molinón por acoger el primer partido de rugby. La casualidad ha querido que este hito coincida con otro recordado aniversario en la trayectoria del campo. El mismo día, pero de hace 40 años, El Molinón era el escenario de uno de los más sonados escándalos futbolísticos que todavía se recuerdan. Aquel día de 1982, un viernes, el municipal gijonés acogía el encuentro entre la entonces Alemania Federal y Austria que cerraba la fase de clasificación del Mundial de España y que acabó con un 1-0 que clasificaba a ambas selecciones. La perjudicada fue Argelia, que había dado la sorpresa al ganar a Alemania en el primer partido por 2-1 y se quedaba fuera del Mundial por la diferencia de goles tras caer con Austria (2-0) y después de haber ganado por 3-2 a Chile el día anterior en el Carlos Tartiere. El escándalo fue de tal calibre que el «presunto robo» acabó en las páginas de sucesos de EL COMERCIO, con el titular 'Unas 40.000 personas presuntamente estafadas por 26 súbditos alemanes y austriacos'. Y esos 40.000 espectadores irrumpieron en gritos de «¡Qué se besen, qué se besen!» y «¡Sporting, Sporting!».
De todo ello fueron testigos de excepción los gijoneses Carlos Ruiz y Enrique Pendás, que en aquel momento eran vicepresidentes de la Federación Asturiana de Fútbol y fueron designados por el Comité Organizador del Mundial para ejercer de delegados de Alemania, el primero, y de Austria, el segundo. Tuvieron la oportunidad de acompañar a ambos equipos en su periplo mundialista. En el caso de Ruiz, hasta la final en el Santiago Bernabéu.
Respecto al partido que marca este cuarenta aniversario entre las escuadras de Alemania y Austria, ambos coinciden en señalar que todo transcurrió con total normalidad hasta que «con el 1-0 quedó claro que ninguno de los dos se quería exponer y fueron dejando pasar el tiempo», recuerda Enrique Pendás.
Apenas habían pasado diez minutos cuando Hrubesch marcó el gol que adelantaba a Alemania y clasificaba a ambos equipos. Las crónicas recuerdan cómo a continuación el meta alemán Schumacher se colocó una gorra, como señal para el resto de jugadores. Casi 25 años después, en 2007, el germano Hans-Peter Brieguel reconoció el amaño en una entrevista a un diario de Emiratos Árabes y aprovechó para pedir disculpas a los argelinos, «porque habían merecido clasificarse para la segunda fase».
Al finalizar el partido en Gijón, la FIFA abrió una investigación que se cerró sin ninguna sanción. La única medida que tomó el máximo organismo del fútbol mundial fue que, desde entonces, los partidos decisivos de las fases de grupos de los campeonatos mundiales se disputan en el mismo horario para evitar «el pacto de no agresión de Gijón» o «el pacto de la vergüenza», como lo tildó entonces la prensa alemana y austríaca.
«Siempre digo que si hubiese habido un apaño nosotros hubiéramos sido los últimos en enterarnos porque representábamos a la Federación, pero cuando vieron que el resultado les valía a los dos se acabó y no hubo más», comenta Pendás. «Es una constante en el fútbol cuando un resultado interesa a los dos equipos que se enfrentan, esto ha pasado siempre, pasa y pasará», añade Carlos Ruiz. El delegado de Alemania rememora cómo tuvo que permanecer en El Molinón después del partido más tiempo del habitual porque varios jugadores de la selección germana tuvieron que someterse a los controles antidopaje, por lo que no vivió el recibimiento al equipo en el hotel Príncipe de Asturias, donde se hospedaba.
Allí, contaba EL COMERCIO, se dieron cita unos 1.500 aficionados, en su mayoría españoles, para abuchear a los alemanes sin mayores incidentes que el lanzamiento de algunos huevos al autobús. Sí recuerda Ruiz, cómo esa noche, Ulrich Stielike quiso ir a tomar algo por Gijón. «Le mostré mis reticencias por el ambiente y me dijo que si ellos hubieran tenido que volver a Alemania no los habrían dejado ni aterrizar porque para ellos Austria era el equipo a batir», recuerda.
Enrique Pendás sí recuerda cómo durante el partido gritaban en El Molinón los aficionados argelinos que se encontraban en la grada. Allí también estaba su seleccionador, Mahieddine Khalef, que, desde su localidad, «mostraba gestos ostensibles de desaprobación», contaba la crónica. «Es normal, porque eran los perjudicados, pero es que así es el fútbol», sentencia Pendás. De hecho, la delegación argelina pidió la descalificación de Alemania y de Austria del Mundial y su Federación sacó un comunicado en el que calificaba lo acontecido de «atentado a la ética deportiva y un insulto al público español y asturiano que no se ha dejado engañar».
Al final, Austria caería en segunda ronda, mientras que los alemanes llegaron a la final, donde se las vieron con Italia, ante la que perdieron por 3-1.
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