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Los éxitos de los tiempos dorados del Athletic son casi inalcanzables, dada la particular filosofía del club y la tendencia global del fútbol desde comienzos de los noventa. Las ocho Ligas que lucen en las vitrinas rojiblancas hoy parecen prácticamente quimeras imposibles de emular ... en un campeonato de 38 jornadas con varios gigantes mundiales, auténticos transatlánticos que gozan de un poder económico y mercados inimaginables en Bilbao.
Sin embargo, el club de San Mamés se codea con los mejores en una temporada que ya apunta a convertirse en la mejor de los leones en el siglo XXI. Todavía está por resolver la disputa con el Atlético por la cuarta plaza liguera, la que da acceso a la Champions en una próxima temporada que además supone el cambio de formato del torneo dos décadas después.
Con ese frente a abierto a falta de ocho jornadas para el final del campeonato de la regularidad, la histórica conquista de la deseada Copa del Rey cuarenta años después ya marca un hito imposible de alcanzar para cualquier equipo del Athletic en la época moderna, incluso para el conjunto dirigido por Marcelo Bielsa que maravilló y alcanzó las finales de Copa y Europa League de la campaña 2011-12. Los hombres de Ernesto Valverde son historia viva de un club que cuida como pocos su pasado. Varias generaciones de aficionados rojiblancos que jamás presenciaron la conquista de un gran título al fin tienen una noche que contar a sus descendientes, como hicieron con ellos sus mayores.
Y es que esta plantilla dirigida por Txingurri ha revitalizado un club que necesitaba quitarse de encima la pesada losa de las cinco finales de Copa perdidas en los últimos quince años. Las vitrinas de San Mamés abren sus puertas de nuevo, la gabarra navegará el próximo jueves por la ría de Nervión y Bilbao promete una locura colectiva sin precedentes. Pero más allá del éxtasis propio de la liberación y de una victoria sufrida hasta los penaltis, una suerte en muchas ocasiones impredecible, el proyecto del Athletic tiene futuro y mimbres para establecer una época de bonanza.
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La pizarra del tranquilo Valverde ha encontrado la tecla con una plantilla que dadas las limitaciones del Athletic en el mercado, es muy similar a las que en los últimos años se quedaron en tierra de nadie en la Liga, sin acceso a los puestos europeos aunque eso sí, siempre rozando la anhelada gloria en la Copa.
En el apartado individual un nombre brilla por encima de cualquier otro. Nico Williams, una estrella internacional, volvió a ser el mejor en la final de Copa. Con una capacidad para el desborde incontenible, llevó el peso del ataque vasco, una vez más volcado por la izquierda en un duelo decisivo. No le pesa la responsabilidad para asumir el liderazgo y la única incógnita reside en su continuidad ante el aluvión de ofertas mareantes que su rendimiento de esta campaña anuncia.
De momento tiene contrato hasta 2027 y cualquier salida pasaría por una poderosa inyección económica para el Athletic. La influencia de su hermano Iñaki y el aliciente de disputar competición europea en casa, rodeado de un entorno de confianza que le ayude a seguir creciendo, juegan en favor del club vasco.
Más allá del evidente protagonismo de Nico Williams y su explosión definitiva de la mano de Txingurri, el técnico también tiene el mérito del paso adelante de otro internacional español como Oihan Sancet. El mediapunta ha sido la llave de la evolución del Athletic, pues los goles que aporta desde la segunda línea marcan la diferencia junto al destacable rendimiento realizador de Gorka Guruzeta. Para que se haya consolidado como un pilar del proyecto deportivo rojiblanco ha sido necesario relegar al capitán Iker Muniain a la suplencia, una decisión difícil de llevar a cabo y que Valverde asumió como necesaria desde el mismo inicio del curso.
Así se ha configurado un reconocible 4-2-3-1, que maximiza el vértigo de los Williams por los costados y a través de los dos mediocentros concede a Sancet la libertad para explotar su llegada. «El gol de Oihan ha sido clave», reconoció tras el partido Guruzeta, rendido al gol que calmó los nervios del Athletic.
La guinda a este conjunto campeón la ponen los últimos frutos de Lezama, vivero inagotable de talentos que florece con la trascendente presencia en el primer equipo de dos valores como Aitor Paredes y Beñat Prados. Tanto el defensa central como el centrocampista nacieron ya en este siglo y ambos formaron parte del once más importante del Athletic en esta centuria. Ellos siguen el camino previamente recorrido por Vivian, otro baluarte que ha llegado a la selección española.
También defiende la camiseta de La Roja Unai Simón. Que el Athletic se coronase sin su guardameta titular en la Liga habla del potencial de la cantera rojiblanca para formar guardianes del arco. Julen Agirrezabala, que en la tanda le paró a Morlanes un penalti decisivo y antes, en la prórroga, evitó el gol de Muriqi, es el último representante de esa saga de porteros que inauguró el legendario José Ángel Iribar. El Chopo conquistó dos Copas siempre vestido de riguroso negro. El sábado, en La Cartuja, contempló orgulloso a un Athletic campeón del siglo XXI.
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