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La afición muestra su apoyo al paso del autocar, escoltado por los agentes de Policía. FOTOS ÁLEX PIÑA
Ambiente de los de antes, con la sonrisa azul intacta

Ambiente de los de antes, con la sonrisa azul intacta

Más que un derbi. La ciudad se engalanó por orgullo y amor propio y el Tartiere más jóven revivió un ambiente que solo los más mayores recuerdan, el de Primera

MARÍA SUÁREZ

Domingo, 18 de diciembre 2022, 01:56

La afición del Oviedo ha necesitado seis victorias, tres empates y una sola derrota en el último lustro para creerse con derecho a saborear, disfrutar y reclamar su hegemonía reciente en los derbis. Quizás lo supo desde el primero, con los dos goles de Mossa. Quizá nunca dejó de creer que era así, como cuando inundaba de dignidad y fidelidad los campos de Tercera. Pero no ha sido hasta ayer cuando más ha dejado notar que sí, que está convencida de su poder, y que este, si se riega bien, puede volver a crecer como lo ha hecho el club desde su salvación.

Los oviedistas que inundaron la ciudad se enfundaron el azul hasta en la sonrisa. Ya habría tiempo para preocuparse por el resultado del derbi -porque eso siempre preocupa-, pero la mañana estaba para masticar el hecho de que, aunque llegase el pinchazo, le renta seguía siendo amplia. Merecida y meritoriamente amplia. Y entonces hizo irrupción el derecho a disfrutar, ese ganado con sudor y lágrimas, y ya al mediodía los locales ovetenses se iban llenando de familias y grupos de amigos que avistaban la tarde con auténtico placer. Ya habría tiempo para sufrir y empujar luego en el Tartiere.

Según fue avanzado la tarde, los que quisieron estar más cerca del equipo para darle el último aliento se fueron agolpando en los alrededores del hotel de concentración. El primero en salir por la puerta fue el técnico azul, Álvaro Cervera. El oviedista se sentó en la parte delantera del autobús, y allí aguardó casi media hora a que llegara la hora de partir. Primero solo y luego acompañado por su cuerpo técnico y por el presidente carbayón, Martín Peláez. Estoico, concentrado como nunca y a la vez tranquilo como siempre, esperó allí a los suyos. Decenas de niños y niñas cantaban a las puertas, colgados de las vallas que les separaban de sus ídolos, pero convencidos de que sus ánimos les llegaban. Y entonces aparcieron. Subieran al autobús rápido pero intercambiando miradas cómplices. Sabían lo que les esperaba, y no era el partido aún, era algo mejor: su gente.

Con ellos ocupando sus asientos, los aficionados empezaron a tomar posiciones para ser más rápidos que el autobús, para arengar al equipo de todas las maneras posibles. Y la Policía tuvo que ir haciendo camino, porque en Alejandro Casona había más gente que nunca, porque esta afición -repleta de jóvenes que no vieron al equipo en Primera- va cumpliendo años y contagia todo lo que toca. El bengaleo lo inundó todo y, como si de una coreaografía se tratase, el autobús atravesó con determinación la marea azul. Ese humo escondía rabia por los quince años fuera del fútbol profesional, con todo lo que eso supuso, pero también con la reivindicación que esta afición, pase lo que pase en el verde, se siente ya imparable. Cervera no pudo resistirse a compartirlo con una videollamada, y Dani Calvo se colgó del cristal trasero del autobú, como si quisiera grabar ese recuerdo para siempre en la retina.

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