Entre el estupor, la indignación y la vergüenza, el fútbol asturiano asistió el pasado 24 de febrero al último suceso en torno a la violencia contra los árbitros. Era un partido más de la Segunda Asturfutsal y fue suspendido de la peor manera. Una vergonzante violencia, una presunta agresión por parte de un futbolista del Arenas de Manzaneda, H. D. B. al colegiado, al que le rompió la cadera, y la suspensión del partido cuando se cumplía el minuto 36 y el marcador reflejaba un 4-2 a favor de los locales.
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Se esperaba ayer una contundente resolución del Sub-Comité de Competición de Fútbol Sala. Primero acordó suspender cautelarmente al jugador a la espera del castigo, que ha hecho público. Un castigo contundente: tres años por agresión a un componente del equipo arbitral. «La agresión aparece plenamente acreditada, así como la gravedad derivada plasmada en los informes médico, siendo especialmente explicativo el expedido por el Hospital de San Agustín, donde se acredita la fractura del cuello del fémur del árbitro y la necesidad de reducción quirúrgica», recoge el texto.
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