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Arriba, en un partido con el Sporting persiguiendo a Messi. Abajo, el día de su presentación con el Marino, su último club. E. C.
El adiós de Míchel, un talento singular

El adiós de Míchel, un talento singular

Míchel Madera cuelga las botas en el Marino a los 34 años por unos problemas musculares, poniendo fin a una exitosa carrera

A. MENÉNDEZ

GIJÓN.

Miércoles, 3 de marzo 2021, 02:06

Míchel Madera (Pola de Lena, 1985) colgó ayer las botas, poniendo fin a una dilatada carrera de más de quince años como futbolista profesional. El Marino de Luanco anunció ayer la retirada del talentoso centrocampista, aquejado de una delicada lesión en los últimos meses. «En la mañana de hoy (por ayer), el Marino ha llegado a un acuerdo de rescisión de contrato de nuestro jugador Míchel Madera, debido a problemas físicos que no le permiten rendir sobre el terreno de juego», explicó la entidad luanquina, club que había acogido al lenense en su último año como jugador después de un trayecto reputado en el panorama nacional e internacional.

«Ha tenido una carrera, sobre todo, en el extranjero envidiable y de éxito total», reconoce Jorge García Torre, que fuera compañero del centrocampista en el histórico ascenso del Sporting de Manolo Preciado (2008). Dejó huella el lenense allí por dónde pasó, futbolista con templanza, una abrumadora personalidad y muy talentoso, al que no le temblaban las piernas cuando tenía que llevar la batuta. Pasó de ser pitado a venerado. De él, incluso, se enamoró un mediocentro tan reputado con el tiempo como el argentino Ever Banega.

«Tiraba cambios de juego de 60 metros...», recuerda sobre él, Gerardo Ruiz, su preparador en el Sporting. «Era un motor para el equipo y muy competitivo», añade Ruiz. «¿Míchel? Uno de los mejores centrocampistas con los que he jugado en mi carrera. Y mira que he jugado con futbolistas muy buenos y con recorrido internacional. Nunca voy a olvidar una asistencia que me dio en un gol que marque en Soria y que resultó clave en el ascenso después», apunta con nostalgia David Barral. «Hicimos una gran pareja en el centro del campo. Lo dominaba todo: era talentoso, pero también tenía trabajo», dice Sergio Matabuena, quien formó el histórico tándem con el lenense.

«Dominaba todos los aspectos del juego. Era un mediocentro completo», describe todavía impactado por la noticia Jorge. Hizo tanto ruido hizo que el Birmingham pagó al Sporting por sus servicios 3.3 millones, venta muy importante en su momento.

La pandemia y la distancia con su familia empujaron a Míchel a volver a casa después de siete años en el exilio desde que el futbolista dejó el Getafe en 2014. A Luanco llegó gracias a la insistencia de los técnicos y de sus amigos Alberto Lora y Luis Morán. No se olvidan de su personalidad. Todos hablan de él como un «muy buen tipo», también a veces difícil de controlar. «Era distinto, particular. Pero también lo era yo», ríe Barral. «Lo quería mucho. Era muy noble y cariñoso. Nos apreciábamos mucho», evoca Gerardo Ruiz.

Como jugador creció y se hizo un nombre en el extranjero, ya con su carrera avanzada. Inquieto, tras estar en Israel, en el Maccabi Haifa, de repente le llegó su última aventura en el Qarabag, de Azerbaiyán. Esa que le hizo debutar en la Liga de Campeones cuando ya tenía 31 años, autor de un gol al Atlético de Madrid, equipo que le hizo también su primer tanto en Primera. Cuelgas las botas con una espinita clavada. «Me queda el deseo de jugar una última vez en El Molinón», reconoce.

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