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víctor manuel robledo
Martes, 20 de septiembre 2016, 04:26
Una camiseta del Sporting de talla niño con el nombre de Javier Dorado (Talavera de la Reina, Toledo, 1977) se pasea cada fin de semana por algunos campos de fútbol de Mallorca. Nico, el más pequeño de los tres hijos del exlateral rojiblanco, se la pone siempre para ir a ver los partidos de sus dos hermanos mayores, a la espera de que le llegue el momento a él de dar sus primeras patadas a un balón en alguna de las escuelas de la isla. «No tardará en hacerlo. Seguro que dentro de un año se apunta», vaticina su padre en conversación telefónica con EL COMERCIO mientras repasa los recuerdos de su ya lejano paso por el Sporting.
Hace unos días, unos cuantos de esos recuerdos en forma de recorte de prensa quebraron la emoción de Dorado y de Mercedes, su mujer. Mercedes abrió una caja y las imágenes de aquellos tiempos se le vinieron encima al exjugador rojiblanco: «El año pasado estuvimos durante unos días de visita en Gijón y nos dio un poco de pena porque lo que vivimos allí fue inolvidable. Nuestro hijo mayor es asturiano y yo procuro inculcar a los tres el cariño al Sporting».
Más de 150 partidos oficiales como jugador del Sporting lucen en el currículo de Javier Dorado, un futbolista que se ganó el cariño de la afición de El Molinón a base de trabajo durante las cuatro temporadas que militó en el club. Formado en las categorías inferiores del Real Madrid, con cuyo primer equipo llegó a proclamarse campeón de Europa en el año 2000, Dorado llegó a Gijón en calidad de cedido en la temporada 2001-2002, tras una temporada a préstamo en el Salamanca. «Recuerdo que el fichaje se hizo rápido. Tenía otras opciones, como la del Oviedo, pero el Sporting me gustaba, era un equipo que me caía bien desde siempre. Me llamaba la atención el ambiente de fútbol de la ciudad», evoca sobre su desembarco en Gijón.
Aquella primera etapa duró apenas un año. Al finalizar la Liga, el Real Madrid lo traspasó al Rayo Vallecano y Dorado tuvo que regresar a la capital, pero el Sporting no tardó en cruzarse de nuevo en su camino. En 2003, ante la falta de minutos en Vallecas, la puerta del Sporting se le abrió de forma definitiva.
Asentado en Gijón vivió Dorado algunos de los momentos más emocionantes de su carrera. Él fue, por ejemplo, uno de los fijos en la alineación de Marcelino García Toral en aquella inolvidable temporada 2003-2004 en la que el equipo rojiblanco estuvo a punto de ascender a Primera División. «La ciudad estaba totalmente volcada con el equipo. Lo peor fue el partido contra el Eibar, casi al acabar la Liga. Nos expulsaron a tres jugadores y a partir de ahí perdimos la línea ascendente. Tuvimos mala suerte porque con la puntuación que hicimos (70 puntos) habríamos ascendido otro año», rememora.
Los problemas económicos del Sporting obligaron a Dorado a buscar una salida en el verano de 2006. El Mallorca, en Primera División, fue su siguiente destino, aunque deportivamente las cosas se le torcieron pronto por culpa de una lesión. En 2008, con el Sporting recién ascendido a la máxima categoría, hubo un tanteo desde el club para valorar su posible regreso a Mareo. «Alfredo García Amado y el presidente Vega-Arango querían que volviera, pero Emilio de Dios y Preciado tuvieron otras opciones», recuerda.
Un retorno frustrado
La carrera deportiva de Dorado se consumió en Mallorca. En 2009, harto de su situación tras su tercera temporada en blanco, el exjugador rojiblanco decidió colgar las botas. Dos años después volvió a los terrenos de juego en las filas del Atlético Baleares, de Segunda B. Ahora mata la afición al fútbol jugando con los veteranos del Mallorca: «Y salgo a correr todos los días. Peso lo mismo que cuando estaba en activo. De vez en cuando participo en carreras de diez kilómetros. De más no. Corrí alguna media maratón y la verdad es que me aburren un poco».
En lo profesional, Dorado es propietario de Mundo Fútbol, una nave de 1200 metros cuadrados ubicada en Palma de Mallorca, muy cerca del Iberostar Estadi, con tres pistas de fútbol indoor y una cafetería en la que se celebran cumpleaños, cursos de tecnificación y torneos. También regenta dos parques infantiles en la ciudad y tiene otros negocios similares en su Talavera natal.
Con algunos de sus antiguos compañeros del Sporting mantiene el contacto a través de las redes sociales, mientras que con otros la relación es más estrecha. «Con Rafael Sastre quedo alguna vez para cenar aquí en Mallorca y a Bilic, por ejemplo, lo vamos a ir a ver la semana que viene a Croacia». Miguel, el mediano de sus hijos, también tiene una camiseta del Sporting, aunque la suya está serigrafiada con el nombre del exdelantero croata.
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