«He dormido muchas veces en el coche para poder vivir esto»

Quintueles, Mazarrón, Pájara Playas, Las Palmas, Alcorcón, Academia Puerto Cabello de Venezuela, Alcorcón otra vez, Alavés... El camino de Nacho Fernández (Gijón, 1973) ha sido angosto, aunque preñado de innumerables experiencias que han puesto a prueba una inquebrantable fe en sí mismo. No hace mucho, cuando estaba en uno de los múltiples trabajos que tenía por semana, hacía vida en la carretera de viernes a domingo para acumular visionados de partidos en directo. Al fútbol de Primera se enganchaba por televisión. A partir de la próxima temporada, como segundo entrenador del Alavés, tendrá la posibilidad de hacerlo como protagonista.

¿Qué sintió el domingo al derrotar al Numancia?

Mucha alegría. El Alavés ha pasado por momentos difíciles, sobre todo después de su época dorada, y llevaba ya diez años sin estar en la élite del fútbol. Este es el quinto ascenso en la historia del club, que ahora está donde realmente se merece por su afición y por esta gran ciudad.

Bordalás, usted mismo, Femenía, Toquero... ¿El secreto del Alavés ha sido reunir a varias personas que buscaban una oportunidad?

La clave de este ascenso es que la mayoría son jugadores que Pepe (Bordalás) ha tenido en etapas anteriores. Ya conocían su manera de trabajar. Eso unido a gente como Manu García, Toquero, Laguardia, Pacheco, más los que ya estaban en el club, lo ha facilitado todo. El vestuario ha ido a muerte con el míster.

¿Se imagina ya en El Molinón?

Como gijonés sería muy especial ir a El Molinón, pero no me lo he imaginado. Ni siquiera lo he pensado. Es que todo ha sido muy rápido. Acabó el partido, las celebraciones... Creo que no somos conscientes todavía de la magnitud de esto. Vamos a ir luego a la plaza de la Virgen Blanca, donde se celebran todos los triunfos del fútbol y baloncesto aquí. Supongo que ahí nos daremos cuenta de lo que hemos conseguido.

¿Cómo ha sido su camino?

Siempre tuve claro que me iba a costar bastante entrenar a nivel profesional en Asturias. Y la primera opción que me salió cuando entrenaba en preferente, al Quintueles, fue el Mazarrón, de Segunda B. No lo dudé. Tenía claro que me quería dedicar a esto. Cuando las cosas son difíciles, todavía es más complicado si no arriesgas. Desde hace años estoy lejos de mi familia, de mis hermanos, mis padres, mi novia, la gente que me quiere. Ellos saben que esto es mi vida. Pero me he perdido cosas de las que no sé si me arrepentiré con el paso del tiempo: momentos con mis padres, ver crecer a mis sobrinas, pero me gustaría estar mucho en el fútbol.

Ha arriesgado mucho...

Toda la gente arriesga. No puedo decir que haya hecho algo grande, pero sí que he pasado momentos duros. He trabajado como fontanero, en mil cosas, de lo que he podido. Con el dinero que tenía, cogía luego un autocar los viernes para ir a ver fútbol a Madrid todo el fin de semana. Esto, por ejemplo, cuando entrenaba al Quintueles en preferente. Dos años después, por suerte, ya estaba entrenando en Segunda B en Canarias. He dormido muchas veces en el coche para poder llegar a vivir un momento como el del domingo, que es un sueño. Son cosas que uno lleva dentro. Ahora no puedo perder lo que tengo.

¿Quién le ha inspirado más en su carrera deportiva?

Hay varias personas que me han marcado en la vida. La persona que más lo ha hecho fue mi entrenador, mi maestro, Javier Vidales, con el que ya había estado en Las Palmas. Ya cuando me entrenaba de niño en el Arenal me influía mucho. Después Nico (Rodríguez), que me dio la oportunidad de trabajar en la secretaría técnica del Alcorcón en Segunda, con tres años muy importantes, con dos liguillas de ascenso a Primera. Y también Pepe (Bordalás), por supuesto, que me llamó cuando estaba en Venezuela para que me incorporase al Alcorcón y, ahora, al Alavés. Pensó en mí para esto y le estoy muy agradecido.